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Galicia, paraíso de las piscinas naturales

Ángel Palmou

VEN A GALICIA

NACHO MIRÁS

Las pozas excavadas en la roca por el fluir de los ríos conquistan a los bañistas

26 ago 2012 . Actualizado a las 10:49 h.

En su camino hacia una costa prolífica en playas y rincones llenos de encanto, los ríos gallegos dibujan también -con la ayuda inestimable de la piedra y del paso del tiempo- numerosos parajes capaces de deslumbrar tanto a los amantes de la naturaleza como a aquellos que simplemente buscan un poco de agua donde refugiarse del calor veraniego.

Cual spas de acceso gratuito modelados sin la intervención humana, numerosas pozas y piscinas naturales surgen en auxilio de los bañistas que huyen del bullicio de los arenales (incluso de los fluviales). En contrapartida, los que quieran disfrutar de muchos de estos parajes deben estar dispuestos a prescindir de algunas comodidades.

Algunos de estos espacios permanecen casi vírgenes y al alcance únicamente de los pocos vecinos que viven en sus inmediaciones y de quienes se animan a recorrer las rutas de senderismo que suelen ser su principal vía de acceso.

Roca, agua y naturaleza

Uno de los más singulares se encuentra en la localidad ourensana de Melón. Allí, para salvar un desnivel de más de un centenar de metros, el río Cerves ha ido excavando la roca hasta formar varias pozas (As Mestas, Darriba y A Estrela) que en verano se convierten en un marco incomparable desde el que disfrutar a remojo de unas magníficas vistas de las tierras de la comarca de O Ribeiro. Aunque la pendiente y su resbaladiza superficie invitan también a extremar las precauciones para evitar accidentes.

Piedra, agua, y un entorno natural de gran belleza se conjugan asimismo en las piscinas del río Pedras (A Pobra do Caramiñal), un lugar de tintes legendarios que recompensa sobradamente al caminante que se aventura hasta las laderas del monte de A Curota.

En la fervenza de Nuveira, en Mazaricos, pese a no estar muy lejos de espectaculares playas como la de Carnota, se dan cita en verano familias y grupos de jóvenes dispuestos a disfrutar de las aguas del río Arcos, uno de los afluentes del Xallas. Este último, antes de llegar al mar, ya en tierras de Dumbría, ofrece también otro inigualable espacio en el que refrescarse en un paraje de gran belleza. Así, aunque son mayoría los que se conforman con disfrutar de las vistas de la recuperada cascada de O Ézaro, algunos no dudan en bañarse a sus pies para disfrutar del paisaje desde un punto de vista solo al alcance de los más intrépidos.

Más escondidas, pero con no menos encanto, las pozas de Mougás y Loureza (en Oia) son una buena alternativa para los días en los que la niebla se deja caer sobre la ría de Vigo. Varias cascadas, piscinas naturales y rápidos dan forma a dos espacios tan evocadores como mal señalizados, lo que ayuda a que no estén masificados a pesar de sus indudables atractivos. Y en el mismo municipio, pero en la parroquia de Burgueira, el Pozo do Arco se prepara también para atraer la atención del visitante con varias piscinas naturales enmarcadas en una senda flanqueada por un centenar de viejos molinos recuperados.

A las afueras del municipio pontevedrés de Caldas de Reis aguarda al bañista otro espacio de gran belleza presidido también por una cascada, la de Segade, y reconvertido en lugar de baño por vecinos y visitantes. En este caso, la zona dispone incluso de un estacionamiento desde el que arranca el corto sendero que conduce hasta la orilla del Umia.

Otras cascadas que ofrecen sus aguas al caminante son las fervenzas da Barosa (en Barro) y do Toxa (Silleda), uno de los saltos más espectaculares y conocidos de Galicia. Aunque el listado de parajes aptos para el baño está integrado también por lugares escasamente frecuentados y tocados en ocasiones por un halo de misterio, como las pozas que forma el río Cobas en Entrimo, en pleno Parque Natural de la Baixa Limia-Xurés; el Pozo das Mulas, que traza el río Lor en Folgoso do Courel; la piscina natural de Augacaída que forma en río Aguianza en Pantón; la fervenza y las pozas del Barbantiño, en Punxín, y las charcas que dibuja el Cabanelas en Cotobade.

En definitiva, una oferta amplia e incompleta, al alcance de cualquier persona dispuesta a dejarse conquistar por unos parajes prestos para ofrecer la pureza de sus aguas y la belleza de su entorno natural.