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La huella de los antiguos habitantes de Ons, en Brión, que se encontró en 1978

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Cuentan los mayores que unos canteros, en pleno siglo XX, dejaron allí toda su herramienta y desaparecieron para siempre jamás? llevándose el tesoro que acababan de encontrar mientras trabajaban

05 jul 2021 . Actualizado a las 00:14 h.

Corría el año 1978 cuando un profesor del desaparecido Colegio Familiar Rural de Negreira animó a un grupo de alumnos, descendió hasta el Tambre por una carretera entonces muy estrecha y que ahora llama la atención por su anchura y buen firme, subió la cuesta y, guiado por lo que le habían contado los mayores del lugar y dos de esas alumnas de nombre Rita e Yolanda se plantó en las alturas de la aldea de Salaño, parroquia de Ons, municipio de Brión. Por cierto, hay Salaño Grande y Salaño Pequeño, una al lado de la otra.

Una vez allí giraron a la izquierda y encaminaron sus pasos -como cualquier ciudadano, puede hacerlo hoy con mayor comodidad que entonces- hacia un terreno llamado Castro que no figuraba en los mapas y donde la vegetación impedía ver ningún tipo de estructura externa. En el 2021, tampoco, porque la misma vegetación lo impide, pero el entorno se merece una visita: ni hay covid por aquellos pagos ni prácticamente circula coche alguno por allí.

El paseo se puede dar, por aquello de fijar un punto, hasta el arroyo Chavielos, que literalmente acabará precipitándose en el Tambre. Y desde las riberas de esta pequeña corriente el visitante va a ver unos taludes que quizás, solo quizás, sean las defensas del castro. Lo cual sería muy lógico, puesto que las aldeas prehistóricas se emplazaban no solo en lugares que se pudieran considerar seguros y defendible, sino que era fundamental tener agua cerca. O también se puede buscar la Fervenza do Pozo Negro, justamente en ese regato, y además formando parte de una ruta de senderismo que se encuentra siguiendo ese paseo unos metros más adelante.

Al otro lado de la carretera de Negreira a Urdilde, por donde al principio ha circulado el excursionista, se encuentra un monumento digno de una visita: la alta y esbelta iglesia de Brión, puesta bajo la advocación de Santa María, un templo formado por grandes sillares de granitos que conforman un gran volumen. Todo tiene algo de grandioso aquí.

La obra data de los últimos años del siglo XVIII, pero a nadie se le escapa que antes tuvo que haber otra iglesia. Y la hubo, pero estaba no allí, sino cerca, y ruinosa. Un panel destaca el valor artístico (que no económico) de los retablos actuales así como de las esculturas, pero, claro está, hay que tener la suerte de encontrar las puertas abiertas, como sucede por toda Galicia adelante.

¿Cómo acabó la aventura de aquel profesor y sus alumnos? Con gran ilusión se pusieron a excavar con sachos, legoñas y piquetas. Eran otros tiempos, y la conciencia arqueológica no es la de hoy. Pero en fin, conclusión: después de varias horas sin que cundiera el desánimo, a poco más de veinte centímetros de profundidad encontraron cerámica castrexa. Sí, en el lugar hubo una aldea construida por los antepasados de quienes hoy habitan Salaño Grande y Salaño Pequeno.

Y cuentan los mayores que unos canteros, en pleno siglo XX, dejaron allí toda su herramienta y desaparecieron para siempre jamás… llevándose el tesoro que acababan de encontrar mientras trabajaban.