TESOROS A PIE DE CASA | El de Vimianzo o el de San Carlos, en Fisterra, son espacios culturales, pero hay alguno más
04 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La historia tiene un problema, y es que a menudo es olvidada. Afirmación tan rotunda fue pronunciada tiempo atrás por Carlos Barros, profesor de Historia Medieval e investigador experto en la revuelta irmandiña. Mencionaba, no obstante, el matiz diferencial de Vimianzo, que ha sabido mantener vivo ese espíritu que otrora marcó este valle, el mismo que a, consecuencia de aquel «vendabal modernizador» que fue el levantamiento del pueblo, aquella lucha «contra a rapacidade», acabó con el castillo echado abajo. La Costa da Morte es un terreno monumental y sus fortalezas son banderas contra la desmemoria, refugio de grandes apellidos, de familias nobles, de avatares diversos, de grandes y, por supuesto, pequeñas historias.
Los irmandiños, tirando de su inteligencia colectiva y de la participación popular, forman una parte del pasado del castillo vimiancés, muy recordados precisamente estos días, ya que deberían ser los de la recreación histórica del Asalto. Pero no se acabó con ellos la vida de la fortaleza, que se volvió a levantar y remonta sus primeros orígenes a finales del siglo XII y comienzos del XIII. Hoy propiedad provincial, puede presumir no solo de un envidiable estado de conservación, sino de un esfuerzo de dinamización. Alberga una Mostra de Artesanía en Vivo con oficios diversos, complementada con visitas guiadas, obradoiros y hasta propuestas tan curiosas como un scape room, contemplado en la programación municipal veraniega de este año.
El castillo de Vimianzo no solo es emblema de este municipio, sino de toda Soneira y del finis terrae: por tener tiene hasta poeta propio, su último morador, Evaristo Martelo (1850-1928). Tienen dicho que su alma vaga por entre los muros, pero a nadie parece haber asustado. Abre todos los días (salvo los lunes) de 10.30 a 14.00 y de 16.00 a 20.30 horas.
Vivir en una fortaleza de este calibre debe tener su aquel. Incluso en casonas y torres, que también las hay abundantes. De hecho, el que fuera uno de los guardianes de la ría de Corcubión, el Castelo do Príncipe, situado en A Ameixenda (Cee), está a la venta por unos cuantos millones de euros. Mandado construir en 1740, está asimismo en un buen estado de conservación. No parece al alcance de cualquier bolsillo, desde luego, pero sí está a disposición del ojo que quiera admirar su historia, porque el acceso no es posible, aunque se trata de un BIC. Dato curioso: la fortaleza fue comprada en 1894 por 1.500 pesetas, publicó el historiador Luís Lamela.
A lo largo de los siglos, tuvo una trayectoria inevitablemente asociada al castillo ubicado prácticamente enfrente, el del Cardeal, en el municipio de Corcubión, de la segunda mitad del siglo XVIII, tampoco abierto al público. Papel defensivo jugó asimismo el castillo de San Carlos, en Fisterra, más reducido en dimensiones y hoy abierto con fines culturales, pues alberga el Museo da Pesca, un espacio relativamente reducido en tamaño, pero enorme en saber del mar local y universal de la mano de quien lo trabajó, poetizó y poetiza, Alexandre Nerium. Tras sus explicaciones, uno sale convencido de saber algo más de la vida y de todo lo que se tuvo que andar en el oficio para llegar a donde se está. Si entra aquí, no deje de otear desde la ventana. Abre de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 (salvo los domingos por la tarde y los lunes, cuando permanece cerrado).
La tradición popular, otro de los tesoros en los que es rica esta comarca, alude en leyendas a muchos otros castillos, como el San Xurxo, que habitaría la Raíña Lupa en el Monte Pindo. Es cuestión, en este caso, de querer abrirse a escuchar la memoria de otro tiempo, como también es cuestión de imaginarse cómo fue el castillo del Soberano, en el municipio de Camariñas.
Está declarado BIC, pero apenas quedan los restos. El Concello ha impulsado últimamente la restauración y exposición de dos de sus cañones recuperados, que desde finales del pasado mes de mayo hablan de historia desde el paseo marítimo, donde se instalaron.