La playa ribadense está a reventar, con los 4.812 pases diarios agotándose
07 abr 2022 . Actualizado a las 19:20 h.Es la una y media de la tarde, bajamar, hora punta en la playa de As Catedrais, en Ribadeo. Me detengo en el tercer aparcamiento, el más alejado, donde entre los utilitarios sobresalen no menos de 20 autocaravanas. El angosto sendero que conecta con la playa, de unos 300 metros de longitud, está quemado por las pisadas de la gente que viene y va. La sección es insuficiente y hay quien salta los pivotes de madera e irrumpe en la calzada.
Es el preludio de lo que espera. En el acceso a la playa hay dos mujeres que se encargan de controlar las entradas. Una de ellas, la de más edad, tocada con un sombrero de paja para aliviar el bochorno, salmodia con tanta paciencia como escasa convicción a cada uno que entra: «Permanezcan alejados de los acantilados porque hay peligro de desprendimientos, no toquen piedras, moluscos, crustáceos...». Los turistas bajan. El eco del soniquete, la advertencia, queda flotando como un mal recuerdo. Es una batalla perdida. ¿Quién se va a perder la foto en los icónicos arcos de As Catedrais? «Non vou poñer un exército de policías. Ademais, non é tarefa do Concello», sentencia lacónico el alcalde ribadense, Fernando Suárez.
As Catedrais no es una playa al uso. Quienes se bañan y toman el sol son apenas un puñado de personas, pinceladas discordantes en un espacio abierto que lleva la fama de ser el segundo monumento (en su caso natural) más visitado de Galicia, tras la otra catedral, la de Santiago de Compostela. Y un lugar que este verano, sin una razón que lo justifique, vuelve a estar de moda. Durante 11 días consecutivos se han agotado las 4.812 entradas que se habilitan diariamente en la web específica de la Xunta para bajar al arenal, incluyendo hoy y mañana.
Esas 4.812 entradas no son una cifra caprichosa. Es la que se estipuló hace años para que As Catedrais no se degradase por el impacto humano. Pero la playa ribadense tiene en su fragilidad su esencia, su razón de ser y, con el tiempo, su sentencia. As Catedrais de cuando en vez grita, se queja, nos avisa. En diciembre hubo un gran desprendimiento junto a los arcos. El acantilado mellado, agrietado, lo testimonia. Hace unos días cayeron rocas de otra cueva. Fue por la noche y no hubo heridos, una suerte, pero los que conocen la playa saben que cualquier día puede ocurrir una desgracia, porque es un lugar absolutamente inestable que cambia con cada marea. Así se hizo excepcional y así desaparecerá. Porque As Catedrais es la crónica de una muerte anunciada a la que falta poner fecha en el calendario. Si cuando caigan las piedras, que caerán, lo hacen sobre decenas de turistas, será otra noticia. Pero en tanto, la consigna es que toca disfrutarla y es lo que hacen cada día miles de personas.
«Sí, merece la pena, sin duda», dice un matrimonio de turistas, que se acercaron a Ribadeo desde Viveiro, donde se alojan, mientras sacuden la arena de los pies de regreso de la playa. ¿Riesgo? «Bueno, sí, hay que llevar calzado apropiado para no resbalar y golpearse en las piedras». Ninguna referencia a las prohibiciones que se enumeran en los carteles: la principal, acercarse a los acantilados. En la playa unos tiran de otros y se ignora el riesgo latente.
Trasiego incesante
El trasiego de gente es incesante. Hay quien llega sin reserva: «Es que venimos de paso», pretextan con gesto inocente, sondeando si queda algún hueco. «Hasta el sábado nada», escuchan, yéndose con gesto contrariado.
Al fondo, la marea comienza ya a comer los arcos, los arbotantes labrados en los acantilados que, con las cuevas, túneles y grutas, dan nombre a As Catedrais. El espectáculo es efímero, cada día de un par de horas en su plenitud. «Estamos en luna menguante. No sé si llegarán a tiempo», dice un vigilante, como justificándose ante otros visitantes que entran.
El mar está como un plato y abajo, en la arena, se escucha: «Esto es impresionante. La belleza no la captan las fotos». Pero los rostros de los que regresan no son de asombro. Ya están a otras cosas, como es mirar el móvil y la lista de restaurantes recomendados: «Mira, aquí tienen de oferta una caldeirada de pescado», dice uno. Una de las encargadas de controlar el acceso interviene: «Póngase la mascarilla, en los accesos es obligatorio». A unos metros hay una cola de gente esperando turno en un lavapies. Paradójicamente, en un cartel próximo la Xunta indica que como medida preventiva por el covid no debe usarse. Pero se hace. Así es As Catedrais. Da mucho, pero podría dar mucho más de sí.
a tener en cuenta
LAS ENTRADAS
Hay un máximo de 4.812 cada día. Son gratuitas y las reservas deben hacerse en la web de la Xunta: ascatedrais.xunta.gal.
LA MAREA
As Catedrais se visita en bajamar. Al subir la marea, queda totalmente cubierta.