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Mi rincón es... El agua

Fernando Ónega
Fernando Ónega VENAGALICIA

VEN A GALICIA

Fervenza de San Miguel, en Nogueira de Ramuín.
Fervenza de San Miguel, en Nogueira de Ramuín. CARLOS RUEDA

02 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi rincón preferido de Galicia es… Galicia. Podría decir mi pueblo, que es Mosteiro, en el concello de Pol, en la provincia de Lugo. Y en mi pueblo, naturalmente, el huerto de la vieja casa, donde crecían las berzas y había una roda de afiar y un tilo gigantesco cuyo aroma inundaba toda la propiedad. Y en el muro de piedra, entre las silveiras, anidaban los mirlos y yo estaba deseando que terminara el curso para descubrir sus nidos y para descubrir el nido del carrizo y para comer unas frambuesas que yo no sabía que eran frambuesas porque mi padre las llamaba “moras castellanas”. Y allí se criaban las ameixas que sabían y siguen sabiendo a gloria y el mundo se reducía a aquel huerto desde donde se veían pasar los fachos cuando había muerto, porque los fachos salían de la pequeña iglesia y mi hermano me contaba que había visto caer uno a sus pies cuando anunció el pasamento de la madrina Elvira.

Pero llegó un día en que me enviaron a pasar unos días a casa del tío Antonio, que era cura de Riberas del Sor y fui hasta Viveiro en el coche de línea y descubrí el mar. Y pasé O Barqueiro y descubrí que había otras tierras. Y la huerta del tío Antonio era otro paraíso, que daba unas peras que esas sí que sabían a gloria y me bañaba en el Sor, que tenía muchos peces, bandadas de peces descarados, no como el Azúmara de Mosteiro, donde las tímidas truchas huidizas se hacían de rogar. Y Riberas del Sor y O Barqueiro y toda aquella tierra besada por el mar pasó a ser mi segundo rincón inolvidable.

Hoy, será por la morriña que me atormenta, no me pidáis que elija. Pero, si tengo que elegir, elijo cualquier sitio donde haya agua y el agua haga filigranas. Agua salada de las Rías Baixas y las Rías Altas, que ha construido los paisajes más bellos del universo. Agua que construyó las Catedrales de la playa. Olas que juegan a la aventura del percebeiro o se vuelven calmas en la ensenada de Aldán. Olas del mar abierto de la Costa da Morte o de las nieblas del Cantábrico, donde mi provincia linda con Inglaterra mar en medio. Ondas que cantó el poeta en la Ría de Vigo y golpes que tratan de ser peregrinos del Santo André de Teixido. Marejadas del miedo de la esposa del mariñeiro, sosiego del turista en una cala de O Grove.

Agua dulce del río y del rego que nunca llegará a río, pero lo intenta. Hace falta llevar más de medio siglo en el asfalto y en la meseta para descubrir la poesía del agua en Galicia. La magia de la pequeña fuente que se seca ahora en agosto o aguanta heroicamente hasta septiembre. La vocación de grandeza del nacimiento del Miño, donde nació también mi madre, que sale pequeñito y recorre tres provincias como la primera autopista sin peaje. La timidez del cauce del Eo, que tan desapercibido pasa, pero marca la frontera con las Asturias. La soberbia de la Cascada del Ézaro, que desafía las leyes de la naturaleza. La grandiosidad del Sil, ingeniero que abrió caminos prodigiosos hasta construir el Cañón que lleva su nombre y juntarse con el Miño en Os Peares para perder su nombre como las damas desposadas de otros países menos femeninos.

Agua de la lluvia, que no solo en Santiago es arte, y el día que nos falte la lluvia en Galicia será el día del apocalipsis.

Agua, agua, agua, patrimonio de la Galicia húmeda, que dicen los profetas que la próxima gran guerra será una guerra por el agua. Agua de la Ribeira Sacra y de las burgas de Ourense y de los monasterios y los santuarios y de los jardines de los pazos y de los campesinos de los pleitos. Agua del balneario, del embalse que anegó pueblos y de la central eléctrica, pero fue la primera fuente de energía renovable. Agua que hace los prodigios de las Grañas del Sor y de las Fragas del Eume y del Mandeo y de Cecebre y de A Marronda y de Catasós. Y pule las piedras en la Sierra del Xurés. Y conserva los tejos en el Teixedal de Casaio. Y canta en la Devesa de Rogueira. Y provoca fervenzas como la de San Miguel en Nogueira de Ramuín. Y donde hay un río hay un molino y Galicia sería menos fotogénica si no tuviera los molinos del Barosa y del Aillóns.

Será por morriña, no sé. Será por su música, tampoco sé. Será porque Galicia es hija del agua, puede ser. Pero, si algún día me pierdo, que debe estar al caer, buscadme donde haya agua que hace filigranas. Aunque sea en el pequeño Azúmara, que ya no es lo que era, pero sigue siendo mi río, del que se alimenta el Miño y del que alimento mi nostalgia y mis ganas de volver. Sí, como a Machado, buscadme “donde el agua sueña, / donde el agua muda /resbala en la piedra”.