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Año santo, vida nueva en el Monte do Gozo

óscar lópez / i. c. SANTIAGO / LA VOZ

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CATUXA PRIETO

El albergue de la penúltima parada del Camino trabaja a pleno pulmón tras su remodelación

01 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Monte do Gozo es, desde los albores del Camino, un lugar de júbilo para los peregrinos, que pueden contemplar por primera vez Santiago tras largas jornadas de esfuerzo. Sin embargo, hoy en día también alberga un complejo hotelero y un área de descanso con todas las comodidades modernas. Así, la plaza central del albergue Benvido Monte do Gozo ofrece a los sufridos caminantes un gran abanico de servicios: cervecería, tiendas de recuerdos y de productos gallegos, máquinas de vending, cajero automático, parafarmacia, un taller de reparación de bicicletas, un servicio de alquiler de vehículos VTC y hasta un centro de masajes.

Esta plaza, centro neurálgico de un complejo construido con vistas al primer Xacobeo moderno, el del año 93, también sirve de línea divisoria entre unos pabellones que, a simple vista, pueden parecer iguales. Escaleras abajo se sitúa el albergue Benvido propiamente dicho, de titularidad pública pero gestionado por el Grupo Carrís, y escaleras arriba el albergue de la red pública de la Xunta, que ocupa tres de los pabellones y está a cargo de la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo. La oferta del primero es más variada, porque además de camas individuales en cuartos para cuatro y para ocho, ofrece también la posibilidad de reservar habitaciones dobles que se asemejan más a las de un hotel. No obstante, si dormir en el albergue público sale a ocho euros por noche, como estipula el precio fijado para todos los centros de la red, en el otro cuesta por lo menos el doble, especialmente si se reserva habitación propia o en períodos de mayor demanda.

Independientemente del albergue en el que se hospeden, la afluencia de peregrinos este verano ha permitido retomar la actividad a un complejo que hasta hace poco se encontraba casi abandonado y que ha experimentado importantes reformas desde la nueva concesión, que vio la luz a finales del 2018 tras dos concursos fallidos. Este Xacobeo está siendo la prueba de fuego para unas instalaciones especialmente pensadas para acontecimientos de este tipo. El ambiente que se respira en el Monte do Gozo es ahora muy diferente al de hace unos meses, cuando la pandemia redujo el caudal de peregrinos a su mínima expresión y los pabellones mantenían sus puertas cerradas a la espera de que llegasen tiempos mejores.

El ajetreo cotidiano ha regresado al complejo junto con los visitantes

Poco a poco, la vida se ha ido abriendo paso en el complejo del Monte do Gozo. El aspecto de pueblo fantasma y los pabellones con las persianas bajadas han dejado paso al trajín cotidiano de visitantes que van y vienen con sus equipajes a cuestas.

Por la tarde, los nuevos huéspedes llegan exhaustos, reservan cuarto y hacen un alto en el camino para coger impulso antes del definitivo descenso a Compostela, ya sea en la cervecería del albergue o simplemente retirándose a sus cuartos. A esa hora también hay quien hace ya el recorrido inverso y regresa de la ciudad con sus compostelas en la mano tras haber bajado muy temprano, requisito indispensable para no tener que esperar demasiado en las largas e inevitables colas que los separan de la Oficina do Peregrino y de la entrada a la Catedral.

Algunas noches, los conciertos del festival O Son do Camiño-Perseidas, que se celebran en el auditorio que está justo al lado, amenizan la velada complicando el descanso de los que se acuestan más temprano y permitiendo disfrutar, aún sin entrada, a los más fiesteros. Para otros, sin embargo, pasa inadvertido en medio de las atracciones que ofrece Santiago. «Ayer había concierto, pero volvimos tarde y ya había terminado», comenta Aurelio Gómez. Sea como fuere, los que llegan y los que se van confluyen en el Monte do Gozo intercambiado experiencias, fieles a la confraternización del Camino que entra aquí en su recta final.

CATUXA PRIETO
 

«Me apunté en una lista de espera para poder tener plaza»

Gustavo Heredia, barcelonés, comenzó su peregrinación en Cataluña y viaja con su familia desde Ponferrada. Tuvo dificultades para obtener alojamiento, pero prefiere no quejarse. «Yo creo en el lema que dice que el turista exige y el peregrino agradece. Doy gracias por poder dormir mientras otros están en la calle», asegura.

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«Yo me vine a la aventura y tuve que dormir en la calle»

El sevillano Jesús Campanario recorre este año su primer Camino, pero no pudo empezar con buen pie. La escasez de albergues le obligó a tener que dormir en la calle la primera noche. «Ha habido días que nos hemos levantado a las 4.30 de la mañana para coger el albergue público y estaban ya ocupados a las 10.30», comenta.

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«Mañana volveremos en taxi a O Pedrouzo»

Francisco José Cabrera y Juan Bolívar, granadinos, han sufrido en sus carnes las dificultades para encontrar alojamiento en unos albergues con grandes restricciones de aforo. «Teníamos que pasar la noche en O Pedrouzo y caminar al día siguiente hasta Santiago, pero nos ha sido imposible encontrar sitio. Al final hemos decidido venir en taxi hasta aquí, porque ya teníamos reserva hecha para después, y regresar mañana allá para hacer la última etapa», explican.

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«Planificamos volver juntas ya en el 2010»

La pamplonesa Judit Miranda y las alemanas Josepha Schlicht y Rebeca Kreutzer se conocieron haciendo el Camino en el 2010, se hicieron amigas y quedaron en volver juntas durante el próximo Xacobeo. Para alcanzar a Judit y poder entrar en Santiago al mismo tiempo, Josepha y Rebeca han recorrido 100 kilómetros en 33 horas. En el Monte do Gozo solo están de paso, porque tuvieron la precaución de reservar alojamiento en Santiago hace ya más de un año.

CATUXA PRIETO

«Estuve aquí hace 17 años y veo todo muy cambiado»

El cordobés Aurelio Gómez no es nuevo en el complejo del Monte do Gozo. Ya se alojó en el albergue cuando aún no había sido reformado y en esta ocasión ha percibido bastantes cambios. «Antes estaba, como quien dice, empezando. No tenía tantos pabellones ni tantos servicios. Era bastante más simple», afirma.