Cada verano, desde hace 27 años, diversos creadores exhiben su oficio en la fortaleza
09 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Es tradición. En verano, la fortaleza más emblemática de la comarca, el castillo de Vimianzo, se llena de artesanía. Encaje, lino (por partida doble, con Amigos do Liño y O Santiaguiño de Carreira), trabajos en cuero y plata, piezas de barro, cestos y maquetas... Trabajar en este espacio, donde la entidad Aspadex también tiene un puesto, es diferente. Lo dicen todos los que tienen la suerte de montar sus puestos en el enclave histórico. El entorno tiene esa «magia» que a la gente que se acerca, curiosa, le interesa sentir y tocar con los dedos.
Detallismo, dedicación y exclusividad. «Cada una de las piezas es única», dice Carmen Riveiro, toda una referencia a la hora de trabajar el lino. Eso, claro, también se paga. «La gente se sorprende cuando le digo que una pieza como esta por 90 euros es barata», refleja. «Esto no es un mercadillo», incide en esa idea.
Hay quienes, como Carmen, llevan en el castillo desde que este abrió sus puertas a este tipo de muestras. Y no solo en verano, porque algunos oficios se pueden ver todo el año. Desde hace 27, más de un cuarto de siglo, el castillo de Vimianzo es su hogar durante todos los días. Excepto los lunes, claro, que, por descanso, está cerrado al público. Otros artesanos, como Mari Carmen González, son más nuevos en el mundillo. Sin embargo, a pesar de ser relativamente principiantes, se sienten a gusto entre las robustas paredes del fortín vimiancés. «Poder estar aquí es una maravilla», confiesan.
Veteranos o no, todos tienen algo en común: la pasión por lo que hacen. Una pasión que mantienen aunque no puedan vivir de ella. Una pasión que, en la mayoría de los casos, se remonta al pasado y se entremezcla con recuerdos de «aquellos maravillosos años» que no volverán. A algunos los lleva de vuelta a su infancia. A otros, a sus años más felices, surcando el mar ajenos a los problemas que se libraban por entonces en tierra firme. La pasión que es pasión de verdad, siempre se enlaza con la emoción. «Sigo porque no quiero que esto desaparezca», relata Mariví Mouzo, secretaria de la Asociación de Palilleiras de Vimianzo, fundada en el año 1995. Los encajes no le dan para comer, pero le conectan con su madre y con su abuela, que se dedicaron a «palillar» toda la vida. Su progenitora era, además, profesora de palillo. Lo suyo era casi inevitable.
Esa entrega y entusiasmo de los artesanos, impregna el ambiente. Los visitantes pueden olerlo a distancia. Se acercan a los espacios, los recorren con los ojos y charlan distendidamente con los que se encuentran al otro lado. Alguna pregunta formulan sobre el método. Otros muchos comentarios de alabanza. «Qué preciosidad». Buenas noticias. El castillo sigue, y de momento, seguirá, lleno de vida.
Chema Suárez, maquetista. Chema Suárez aprendió a hacer maquetas a los 9 años. Como la artesanía no le daba para comer, tuvo que «ir a la mar». Pasó más de 47 años navegando y llegó a ser patrón de barco. No dejó de crear. «Cuando el viaje era largo, aprovechaba para hacer maquetas», confiesa. Hoy, ya retirado, se sirve de su pasión, la artesanía, para recordar sus travesías marítimas. Sus recurrentes maquetas de barcos le permiten volver a pasado. En la imagen, durante un taller que impartió este verano en el castillo.
Mari Carmen González, arte en paja. La historia de Mari Carmen González con el arte en paja comenzó, como en el caso de Chema, cuando era pequeña. «Coa miña avoa», cuenta. Sin embargo, no fue hasta hace cuatro años cuando decidió hacerlo de un modo profesional. Casi por casualidad y por culpa de un sombrero explica. «Os que o viron dixéronme ‘Solta a creatividade' e foi o que fixen», dice riendo. Lleva poco tiempo, pero ya ha recibido un premio. Está «encantada» y espera poder seguir así muchos años más.
Carmen Riveiro, lino. Son casi treinta años los que Carmen Riveiro lleva trabajando en vivo el lino, uno de los oficios expuestos en el castillo. Se podría decir que la fortaleza de Vimianzo es casi como su segunda casa. Entre hilos se envuelve su «esencial» máquina de madera. Sus manos, todavía rápidas, son testigo de cientos de historias ocurridas entre las paredes de este lugar que esconde tanto de otras épocas. Es, además, la presidenta da Asociación de Amigos do Liño de Zas.
Encaje. El encaje en Vimianzo también tiene larga tradición. Las conocidas como «palilleras» atesoran una trayectoria histórica. Cuenta la leyenda, como recrean en Camariñas, que fue una dama italiana la que, tras sobrevivir y en señal de agradecimiento, enseñó a las mujeres de los pescadores los secretos del encaje de bolillos de su tierra. En Vimianzo, desde finales del siglo pasado, existe la Asociación de Palilleiras As Nemanquiñas, que concentra a un buen número de ellas. El sonido de los bolillos al entrar en el castillo, esa música propia, es algo que realmente siempre atrapa al visitante.
Alfarería. La olería de Buño es una de las artesanías identitarias de la Costa da Morte. Desde el último pueblo oleiro de Galicia llega el responsable de Alfarería Lista. Sus piezas, elaboradas mediante métodos totalmente tradicionales, continúan «el relevo de la centenaria tradición alfarera». José Antonio Añón Lista es un amigo frecuente del castillo, a pesar de que su hijo Alberto ya ha cogido el relevo generacional del negocio familiar. Siempre es difícil irse del todo de algo que representa tanto. Su proyecto, dicen, «trata sobre el amor por la fabricación, innovación y pasión por los materiales».
Obradoiros para aprender, visitas guiadas y también teatralizadas
Además de la Mostra en Vivo, todo aquel que desee profundizar en las diferentes técnicas de artesanía expuestas en el castillo, tiene la oportunidad de hacerlo. Durante los meses de verano, hasta septiembre, se celebran varios talleres especializados, los sábados, bajo inscripción vía formulario web. A la fortaleza hay además visitas guiadas, de martes a domingo, y teatralizadas con Os Quinquilláns los sábados. Todo ello es gratuito.