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Sentarse a disfrutar más allá de la vista

Laura Casal Fernández / A.A

VEN A GALICIA

Gema García

La ciudad ofrece numerosos bancos para contemplar horizontes y rincones con encanto

15 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El tiempo de confinamiento ha revalorizado los paseos. En un mundo en el que siempre hay prisa, nos permiten respirar y nos sirven como distracción. Caminar significa hacer una pausa para poder redescubrir lugares de nuestro entorno cotidiano. Es necesario hacerlo para valorar los decorados del día a día y ver la ciudad con los ojos de un turista más. Para enamorarse de los rincones que pasan desapercibidos. Uno puede detenerse en estos cinco bancos de A Coruña, situados en diferentes enclaves de la ciudad, y que ofrecen panorámicas muy especiales, muchas con el mar como telón de fondo. Son paisajes que perduran en el tiempo.

La torre de Hércules

La vista capturada desde este banco es la que representa la imagen que todos los coruñeses tienen grabada en sus retinas. Pablo Picasso se refería a ella como la «Torre de Caramelo», y es que el faro romano, patrimonio de la humanidad, ha sido inspiración para muchos a lo largo de la historia. Avanzando por el paseo hacia la playa de As Lapas, se encuentra este banco que invita a sentarse para absorber todos los detalles de este paisaje único. Se han reanudado las visitas y ya es posible visitar el interior del bimilenario faro que cobija siglos de historia.

O Parrote

Gema García

Desde este banco se puede ver el paseo que abarca desde el comienzo de la Marina hasta el dique de Abrigo, que bordea el mar. Es el sitio idóneo para sentarse y fantasear con el que solía ser el paisaje de la zona hasta su remodelación. Y también rememorar el que había antes de que toneladas de hormigón cubrieran la playa que había a los pies de la Solana. Desde el castillo de San Antón, que está hacia el otro lado, hasta el baluarte de Santa Lucía, que fue descubierto durante la construcción del párking, uno puede descansar y ver la avalancha de gente que pasea con un helado siempre en la mano. Ahora se puede ver un paisaje moderno, dominado por los peatones y el arte del terraceo.

Monte de San pedro

Gema García

Un mirador al Atlántico. Este es otro banco que se asoma al mar, y que nos ofrece otra perspectiva de la ciudad. Es un sitio en el que pararse, porque las vistas invitan a ello. Es mucho más que un parque por donde dar un paseo. Ofrece una vista protagonizada por el océano que engrandece a la ciudad, y una excursión que merece la pena. En frente, desde el punto de vista de un pájaro, se puede ver las playas de Riazor, Orzán y Matadero, además de la torre de Hércules y el puerto exterior de Ferrol.

Plaza de Azcárraga

Gema García

Bajando por la calle Damas encontramos la plaza de Azcárraga. El pasado se asoma en este lugar de la zona vieja que sigue siendo un punto de encuentro para los coruñeses. Es un lugar lleno de historia, que llegó a albergar la sede del Ayuntamiento de A Coruña. Antiguamente se llamaba Plaza da Fariña, que hacía referencia a la venta de grano. En el medio está la Fuente del Deseo, que fue un encargo que se realizó a París y que lleva en la plaza 125 años. Está cerca el Palacio de Capitanía y callejeando por las infinitas calles adoquinadas uno se puede encontrar con la que fue la casa de Emilia Pardo Bazán. El casco viejo de la ciudad es un museo.

O Portiño

Gema García

El tramo final del paseo marítimo es el de O Portiño. En esta zona escondida se encuentra el mejor banco donde pararse y sentarse para disfrutar de la puesta de sol, el momento en el que el cielo dibuja una paleta de colores. El escultor Francisco Pazos también dejó su huella en este sitio, donde se puede encontrar la Ventana al mar, una gran escultura de granito que tiene apariencia de dolmen. Enfrente está el archipiélago granítico de San Pedro, que está compuesto por cuatro islas situadas en una zona privilegiada, ya que cuando hay bajamar se puede ver el fondo marino y descubrir su variedad de algas. Cuando el cielo se tiñe de violeta es, además, el mejor momento para un momento de conexión con la naturaleza.