Edificios singulares de la comarca preservan retazos de la historia a las nuevas generaciones
22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Pontevedra y su comarca tienen en su haber gran cantidad de edificios que destacan por su singularidad, o por su significación histórica, y son una parada obligatoria en cualquier ruta turística. Este reportaje es una pequeña propuesta de algunos, aunque la lista podría incluir docenas.
Nuestra primera parada es Ponte Caldelas, un municipio que alberga un buen número de edificios del llamado estilo indiano. Son la viva expresión en piedra del fenómeno de la emigración, que tanta huella dejó en la cultura y la sociedad gallegas. Concretamente, en este concello el éxodo en busca de fortuna tuvo en Brasil uno de sus destinos principales. Un ejemplo es la casa situada en la calle López Boullosa número 10, en el casco urbano caldelano. Presenta una arquitectura monumental y muy singular, con grandes entrantes y salientes en toda la fachada. Es imposible que pase desapercibido, pero no es el único.
Junto al puente de piedra sobre el Verdugo, en la ruta de los Arrieiros, hay dos buenos ejemplos más de arquitectura singular. Uno es un edificio con la fachada cubierta de azulejos que representan escenas del Quijote; y el otro es una vivienda de llamativo color verde y vinculado a Eléctrica Los Molinos, la firma que trajo la electricidad a la villa en 1907, de la mano de mamá Clotilde, como se conocía a Clotilde Fernández, mujer emprendedora donde las halla y al que el Concello ha homenajeado con una plaza.
Villa Pilar, en Pontevedra
En pleno centro de Pontevedra, en el paseo de las Palmeras, está otra de estas casas de estilo indiano: Villa Pilar. La mandó construir Manuel Martínez Bautista, emigrado a Cuba. El inmueble reúne las características esenciales que tenían estas villas a principios del siglo pasado. Villa Pilar se terminó de construir en 1905. Entre sus elementos destacan las balconadas de hormigón, material denostado a día de hoy, pero que en la época era un nuevo elemento de construcción, que estaba provocando toda una revolución en la arquitectura. Es así un reflejo del pensamiento indiano que buscaba innovar en todas sus empresas. Actualmente, en el primer piso del edificio se encuentra el estudio de arquitectura de Mauro Lomba, junto con Nemonon, un espacio multidisciplinar creativo en torno a las artes.
En la ría, más concretamente en la isla de Tambo, y a pesar de que su acceso es muy restringido, merece la pena citar el lazareto. Solo quedan en pie las gruesas paredes de piedra, pero estas custodian una historia apasionante, ya que durante muchos años se utilizó para que guardasen cuarentena las tripulaciones de los barcos que llegaban a la ría desde puertos afectados por epidemias o donde se sospechaba que pudiese haber enfermedades infecciosas. Cumplió su función diez años hasta su cierre, propiciado por tensiones políticas del siglo XIX.
Quintáns, cual ave fénix
La parroquia de Noalla, en Sanxenxo, presume del pazo de Quintáns, desde cuya galería de cientos de espejos Otero Pedrayo dijo que se veía «el paisaje más bonito de Galicia». Su origen está en una torre del siglo XV que se fue ampliando al paso de los siglos. Este edificio noble entró en el siglo XXI muy deteriorado. El Concello de Sanxenxo lo adquirió en el 2006 y se logró salvarlo de la ruina completa en que estaba tras su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) y una cuantiosa subvención del programa del 1,5 % Cultural del Ministerio de Transportes. Renovado totalmente en una rehabilitación espectacular, resurgió de sus cenizas cual ave fénix y abrió para las visitas de los vecinos el pasado junio. Aspira a ser un centro de referencia de la gastronomía de las Rías Baixas.
También en Sanxenxo, pero casi al pie de la ría de Arousa, en A Fianteira, está la Telleira. Es un ejemplo de arquitectura industrial, que preserva la torre y los hornos donde se fabricaban las tejas que le dan nombre. En la actualidad es sede del banco de alimentos Rías Baixas y alberga un centro de interpretación, galardonado con una bandera azul.
En el otro extremo de la comarca, en Vilaboa, están las salinas de Ulló, bañadas por las aguas de la ría de Vigo. Oculta en un camino de tierra a escasos metros está el edificio de la Granxa. Su origen se remonta a principios del siglo XIX, cuando Juan José de Arana adquirió los terrenos de las antiguas salinas creadas por los jesuitas en el siglo XVII. Aprovechando las construcciones que había antes, Arana creó una explotación agraria con grandes fincas, chimeneas, escalinatas y hornos. Las salinas invitan a un paseo agradable y las ruinas atraen la atención de los curiosos que dejan volar la imaginación sobre cómo pudo ser su aspecto en su época de esplendor.