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Qué ver en Galicia: Ocho lugares por los que vale la pena desviarse del Camino Portugués de la Costa

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Estatua del capitán Nemo en la ensenada de San Simón.
Estatua del capitán Nemo en la ensenada de San Simón. M. Moralejo

El tiempo acompaña para optar por esta ruta que une Portugal con Santiago por el litoral gallego: un recorrido lleno de leyendas, islas, castros y paraísos naturales

27 ago 2021 . Actualizado a las 22:40 h.

 El Camino Portugués de la Costa ha sido protagonista de más de una polémica. Pero, tenga o no una raíz histórica, lo que está claro es que la ruta vale la pena. Ahora que el tiempo aún acompaña, optar por este itinerario permite disfrutar de buena parte del litoral gallego.

Y si el Camino vale la pena, sus desvíos y paradas no defraudan tampoco. Las ocho etapas de esta ruta atraviesan tierras cargadas de leyenda e historia. Desde zonas marineras hasta la localidad donde fueron hallados los restos del Apóstol, pasando por auténticos paraísos naturales. Un recorrido que permite visitar islas, castros, antiguas fortalezas e incluso algún que otro lugar donde tomarse un respiro. Estos son los ocho lugares por los que vale la pena desviarse del Camino Portugués de la Costa.

Castro de Santa Trega, en A Guarda

Castro de Santa Trega, en A Guarda.
Castro de Santa Trega, en A Guarda. XOAN CARLOS GIL

La entrada en Galicia de esta ruta recibe a los peregrinos de forma privilegiada. El castro de Santa Trega, situado a 341 metros de altura, actúa como un guardián del Camino. Sobra decir que las vistas son espectaculares. El océano Atlántico, el río Miño, el norte de Portugal y la costa gallega se conjugan para ofrecer una panorámica única.

Algo debe tener este lugar de A Guarda para que los altiguos habitantes de esas tierras decidieran establecerse allí. Y no fueron pocos. El poblado llegó a albergar a unas 5.000 personas en su época de máximo esplendor, allá por el siglo I a. C., mucho antes de que los peregrinos cruzasen el Miño para rendir culto al Apóstol.

Cabo Silleiro, en Baiona

Faro del cabo Silleiro, en Baiona.
Faro del cabo Silleiro, en Baiona. Mónica Torres

La segunda etapa del Camino Portugués de la Costa finaliza en Baiona. Pero, antes de alcanzar el núcel de la localidad, es necesario bordear el cabo Silleiro. Una alternativa es continuar la ruta pegada a la costa. Supone hacer algún kilómetro de más, pero vale la pena. Esta límite sur de las Rías Baixas ofrece unas vistas espectaculares de la ensenada de Vigo, con las islas Cíes como barrera natural con el océano Atlántico. Además, la visita permite ver tanto el faro moderno como los restos de la antigua linterna que iluminaba la llegada de los navegantes.

Monteferro, en Nigrán

Puerto de Baiona con Monteferro al fondo.
Puerto de Baiona con Monteferro al fondo. M. Moralejo

Monteferro es una península ubicada en la parroquia de Panxón, en Nigrán. Pese a su reducida extensión, aglutina todo tipo de patrimonio natural y cultural. Esta lengua de tierra está presdida por una escultura de 25 metros ligada a la tradición marinera. Conocido como Monumento de la Marina Universal, fue cocebido como un homenaje a todas aquellas personas que dejaron su vida en el océano, así como una señal de bienvenida a los barcos que se acercaban a la costa. Desde allí se puede disfrutar de unas vistas privilegiadas de la ría de Vigo, las islas Cíes, las islas Estelas o la bahía de Baiona.

Pero el monumento no es el único bien de interés que guarda este rincón de Nigrán. Dedicarle una pequeña escapada a Monteferro permite viajar a través de los siglos. Parte del neolítico con los petroglifos de As Penizas, que datan de hace unos 5.000 años. Hace escala en la época del Imperio Romano a través de los restos de un asentamiento y de sus canalizaciones de agua. Finaliza en la segunda guerra mundial con las baterías militares de las que aún se conservan elementos como varios cañones, un búnker y un polvorín.

Centro de Vigo

Puerta del Sol, en Vigo.
Puerta del Sol, en Vigo. M.MORALEJO

Aunque Camino Portugués de la Costa atraviesa Vigo, la ciudad es demasiado grande para captar toda su esencia siguiendo las flechas amarillas. Por eso, vale la pena callejear por el centro para encontrar los diferentes ambientes y estilos que dan vida al municipio más poblado de Galicia.

A diferencia de la zona costera, el centro de Vigo deja atrás el estilo marinero para adquirir un aspecto más neoclásico, similar de otras ciudades europeas como Madrid. Por algo, cuenta con sus propias Gran Vía y Puerta del Sol. Además de mostrar el ambiente más moderno del municipio, esta zona aglutina algunos de sus principales monumentos, como la estatua del Sireno, el olivo centenario o el Dinoseto.

Isla de San Simón, en Redondela

Isla de San Simón, en Redondela.
Isla de San Simón, en Redondela. M.MORALEJO

La ría de Vigo es hogar de numerosas islas. Algunas brillan por su patrimonio natural, como las Cíes. Otras, por su legado cultural. Es el caso de la legendaria isla de San Simón. Situada al fondo de la ría, más allá del puende Rande, tiene un pasado rodeado de enigmas y misticismo. Pertenece al municipio de Redondela y solo es accesible en barco, ya se trata de un espacio protegido. Pero la visita vale la pena.

La isla de San Simón estuvo habitada en otra época. Fue refugio de monjes benedictinos y lugar de retiro de caballeros templarios durante la Edad Media. Atacada por los piratas capitaneados por Francis Drake en el siglo XVI. Testigo de la batalla de Rande en 1702, cuya leyenda asegura que en el fondo de la ría aún se encuentra el tesoro de la Armada. Se convirtió en leprosería y centro de cuarentena de los viajeros que llegaban de América durante el siglo XIX. Y el siglo XX no cambió su existencia trágica, pues la isla se transformó en campo de concentración durante la Guerra Civil y primeros años de la dictadura, para luego ser orfanato.

Cascadas de Barosa, en Barro

Cascadas de Barosa, en el municipio de Barro.
Cascadas de Barosa, en el municipio de Barro. CAPOTILLO

El río Barosa se transforma a su paso por Barro en una serie de piscinas, saltos de agua y cascadas de todas las formas y tamaños. Un aunténtico parque acuático creado por la naturaleza. Pero, si algo hace únicas estas pozas son los «toboganes» que genera el agua al resbalar por las rocas. ¿Por qué no hacer una pausa en el Camino para refrescar las piernas? La zona se encuentra en un área recreativa rodeada de molinos con parque etnográfico incluido.

Torres do Oeste, en Catoira

Torres do Oeste, en Catoira.
Torres do Oeste, en Catoira. MARTINA MISER

Aunque este municipio se encuentra fuera de ruta, una vez has llegado hasta aquí vale la pena desviarse para llegar a Catoira (y más si has hecho esa parada para refrescarte en Barro). Allí se encuentran las Torres do Oeste, escenario de la Romaría Vikinga. Una fiesta que rememora el desembarco de los normandos en esta localidad durante la edad media.

Pero estas torres son en realidad los resquicios de una fortaleza que tiene mucho que ver con el Camino. Protegía el paso entre la ría de Arousa y el río Ulla. Un trayecto que los barcos invasores intentaban seguir para llegar a Santiago. Y el mismo que recorrido que, según la leyenda, hicieron los restos del Apóstol.

Casa museo de Rosalía de Castro, en Padrón

Casa museo de Rosalía de Castro, en Padrón.
Casa museo de Rosalía de Castro, en Padrón. XOSÉ CASTRO

Antes de comenzar la última etapa, vale la pena hacer una parada cultural en Padrón. La tierra donde, según la leyenda, fue a parar el sepulcro del Apóstol, fue también el último hogar de Rosalía de Castro. Todo un icono de Galicia, de su idioma y su cultura. Para conocer más de cerca la vida de la autora de Cantares Gallegos y Follas Novas basta con acercarse a su casa, convertida ahora en museo.