Septiembre es el mejor momento del verano para disfrutar de las casas coloridas, los paseos marítimos y los pequeños puertos protegidos por espigones sin aglomeraciones
23 sep 2021 . Actualizado a las 13:36 h.Galicia es tierra marinera. Si las mesas de los restaurantes se llenan de marisco y de pescado es gracias a las personas que salen cada día a faenar. Una tradición que se mantiene viva en gran parte de la comunidad y, en especial, en esos pequeños pueblos donde la vida no se puede entender sin la mar. Las casas coloridas, las redes colgadas de los balcones o las embarcaciones protegidas del oleaje por espigones mantienen mantienen la esencia de la costa gallega desde Ribadeo hasta A Guarda.
Ahora que septiembre ha echado el cierre a la temporada alta, es un buen momento para caminar por los paseos marítimos, respirar la brisa del océano o degustar los productos recién salidos de la lonja sin aglomeraciones. Las últimas semanas de verano son ideales para descubrir la Galicia marinera de la mano de estos ocho pueblos.
Rinlo, sabor marinero
Rinlo es un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes situado en plena Mariña lucense. Esta localidad, que pertenece al concello de Ribadeo, fue un puerto ballenero y mantiene aún una gran tradición pesquera. Prueba de ello es que su cofradía de pescadores es una de las más antiguas de España.
Las casas marineras de color blanco que parecen sostenerse por arte de magia sobre los acantilados hacen de Rinlo uno de los mejores ejemplos de pueblo costero de A Mariña. No muy lejos de las viviendas se pueden encontrar los restos de una antigua cetárea. Fruto de la tradición de cría de langosta y centollo, la pequeña localidad es uno de los bastiones gastronómicos de Lugo. El famoso arroz caldoso que cocinan en sus restaurantes guarda toda la esencia del sabor marinero.
O Barqueiro, entre el mar y la montaña
O Barqueiro es uno de esos pueblos que parecen nacer del mar y crecer escalando la montaña. Se ubica en la ría del mismo nombre. Una de las más pequeñas de Galicia y que hace de frontera natural entre las provincias de Lugo y A Coruña.
Esta pequeña localidad, que pertenece al concello de Mañón, mantiene viva su tradición marinera. Algo que se puede comprobar en sus casas de colores que se organizan de forma escalonada desde la ría hacia el interior. Pero, sin duda, el lugar más carácterístico es el puerto. Allí «descansan» tras la faena decenas de pequeñas embarcaciones, abrazadas por un rompeolas que las protege de la marea. La prueba de su encanto es que quizás ya lo hayas visto en televisión: O Barqueiro era el fictíceo pueblo de Néboa.
Redes, pueblo de película
De un destino de serie a uno de película. Redes, una pequeña parroquia de Ares, fue elegida por el propio Pedro Almodóvar para rodar Julieta. Aunque, para ser justos, la localidad ya se había hecho famosa en la pequeña pantalla a través de la serie Padre Casares.
Redes es un pequeño pueblo costero donde la frontera con la ría la marcan los muros de sus casas de colores. Algunas de las viviendas tienen incluso salida directa al mar. Con apenas una docena de calles estrechas, un embarcadero y una pequeña cala, la localidad mantiene todo su encanto marinero. Además, cuenta con varios ejemplos de arquitectura indiana.
Muxía, la esencia de Costa da Morte
No podía faltar en esta lista la Costa da Morte, zona de tradición marinera por excelencia. Quizás uno de los lugares más conocidos, aunque sea por un suceso tan negativo como el Prestige, es Muxía. Aquella localidad que se tiñó de negro hace casi dos décadas es también uno de los pueblos con más encanto de la zona. Situado a orillas del Atlántico, el choque constante de las olas contra las rocas permite conocer la cara más salvaje del océano (además de comer unos percebes de campeonato).
La tradición marinera de Muxía ofrece mucho más que muelles o casas coloridas. Su iglesia más famosa, el santuario de Virxe da Barca, está situada cara al océano. Lo rodean cuatro piedras que, según la creencia, son restos de la barca en la que llegó la virgen para dar ánimos al apóstol Santiago. Cada roca cuenta con su leyenda particular. Desde poderes curativos hasta una prueba de que se está limpio de pecado.
Muros, un pueblo histórico
Muros aúna la tradición pesquera y el origen medieval. Una combinación que hace de la localidad uno de los rincones con más encanto de la ría de Muros e Noia. Su entramado de callejuelas, cruceiros y edificios patrimoniales como la colegiata de Santa María lograron que el pueblo fuese declarado conjunto histórico-artístico.
Caminar bajo sus soportales, tomar algo en sus concurridas plazas o recorrer su paseo marítimo son algunos de los muchos planes que ofrece Muros. Su mercado de abastos, su lonja y su puerto son visitas obligadas para descubrir la esencia marinera de la localidad.
Combarro, hórreos a pie de ría
La tradición marinera se une a la rural es esta pequeña localidad de Poio. La hace mediante uno de los elementos más representativos de la arquitectura popular gallega. Combarro aglutina decenas de hórreos en su casco histórico. Lo más llamativo es que la mitad de ellos se encuentran en «primera línea de ría».
Los hórreos pegados al mar, las casas de estilo marinero y las calles empedradas dotan a Combarro de un encanto único. Cada rincón de la localidad, catalogada de conjunto histórico, esconde una imagen de postal o de publicación de Instagram.
Cambados, mar y vino
La capital del Albariño es también tierra de marinera (y de marisco). Está situado en la ría de Arousa, donde la «plantación» de bateas se extiende más allá de lo que alcanza la vista. Basta con darse una vuelta por el paseo marítimo para apreciarlo y, ya de paso, ver los restos de la torre de San Sadurniño. Una imagen que multiplica su belleza si se espera a la puesta de sol.
El entanto de Cambados se encuentra, sobre todo, en su casco histórico. Calles y plazas empedradas, pazos reconvertidos en bodegas como el Fefiñáns y casas señoriales dan a este pueblo marinero un aspecto casi regio. Uno de los lugares imprescindibles si visitas la localidad son las ruinas de la iglesia Santa Mariña Dozo. Bajo los arcos que aún se mantienen en pie, descasa uno de los cementerios más singulares de Galicia.
A Guarda, la frontera
La Galicia marinera llega hasta la misma frontera con Portugal. A Guarda, el último (o el primer) pueblo gallego, recibe a los barcos que cada día salen a faenar con una bonita estampa de casas coloridas. Disfrutar de la gastronomía en las terrazas de su paseo marítimo, descubrir el arte de la pesca en su Museo do Mar o viajar al pasado celta en castro de Santa Trega son algunos de los planes que no te puedes perder si visitas este rincón bañado por el río Miño y el océano Atlántico.