Otra manera de conocer un rincón del golfo Ártabro: a bordo de un catamarán eléctrico no contaminante y preparado para pesonas con problemas de movilidad
04 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Es otra manera de conocer más rincones del golfo Ártabro. Y es además la manera con la que lo conocieron miles de generaciones de otros países: desde el mar. Porque no es igual Miño bajando a la playa y al castro de Loio que a cien o doscientos metros de la orilla.
Y aprovechando que, aunque a veces no lo parezca, sigue siendo verano, la invitación a embarcar en un catamarán eléctrico no contaminante y preparado para llevar a todo tipo de personas por muchos problemas que tengan de movilidad es demasiado fuerte como para negarse a ello.
De manera que el puerto de Miño se convierte en el punto de partida. La embarcación se muestra totalmente silenciosa, y lo único que se va a oír es el chapoteo sobre la superficie del mar, carente de olas. Y así avanza para dejar la inaccesible punta Xurelo a babor (o sea, a la izquierda), limítrofe de la desembocadura del Lambre, que se adivina al fondo.
Pequeñas playas que desaparecen parcial o totalmente con la marea alta, espuma a estribor que indica que ahí hay un banco de arena, un cormorán solitario a ras de agua… En todo ello se fija Gema y lo explica al visitante, con Laurent a su lado.
Y así el catamarán, que puede trasladar a cinco personas del mismo grupo (no mezclan grupos) se va metiendo en un canal por donde discurre el río Mandeo. Al frente, Ponte Pedrido, y un poco más allá, el gran puente de la AP-9, asentado en un islote llamado O Castelo y en el cual andaban antes a su aire vacas y ovejas. La playa de O Pedrido a la derecha, desde no hace mucho sin un edificio que le restaba estéticamente.
El canal es ancho, dejando las marismas a estribor, vecinas del impresionante pazo de Mariñán —que por cierto se admira mejor en toda su grandeza a la vuelta—, y a la mano contraria aparece el primer esqueleto de un barco. Y la conversación se va al recuerdo, a cuando por aquellas aguas crecían almejas y ostras, cuando había salinas, cuando se cargaba la sal en un pequeño muelle del que desde el mar no se ven los restos, mientras los patos abundan y los cisnes observan indiferentes desde la lejanía.
Hay que ser sinceros: lo peor es la llegada a Betanzos, incluyendo la desembocadura del río Mendo. Las viviendas con encanto prácticamente han sido sustituidas por otras a las que calificar de vulgares no es exageración. Esa escasa media milla náutica no es, desde luego, la mejor.
Y ahí surgen dos posibilidades: una, detenerse en la ciudad, que sí esconde numerables sitios de interés; y otra, continuar río Mandeo arriba. Sorprenderá por su anchura, pero sobre todo por su exuberante vegetación. Un paraíso escondido.
EL COMIENZO
Puerto de Miño: 43O21'02”N 8O12'56”W.
LA FOTO MÁS PERSONAL
Con un barco abandonado atrás.
CONTACTO
A Dos Velas: 637 590 660.
PARA NIÑOS
Excursión idónea.