¿Conoce estas 10 aldeas? Son de las más bonitas de la Costa da Morte
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Historia, arquitectura, paisaje, vida, dinamización... Lo tienen todo y merecen una visita
18 dic 2023 . Actualizado a las 22:59 h.Balbino, el protagonista de Memorias dun neno labrego, de Neira Vilas, evocaba las aldeas como una mezcla de «lama e fume, onde os cans ouvean e a xente morre cando está de Deus, como di a madriña». Poco tiene que ver esta imagen con la que ofrecen algunas de las más bonitas de la Costa da Morte. Para iniciarse en un viaje sin perder esencia rural, al menos diez merecen visita.
O Couto. En Ponteceso. Lleva años, cuatro decenios, demostrando que el mundo cultural puede hacerse girar desde un pequeño núcleo. Lo han demostrado estas últimas Festiletras, llenando de vida eiras, cabanotes y cruces de caminos. La rectoral de Cospindo es la sede de la Fundación Eduardo Pondal.
Berdeogas, Buxantes, Olveiroa. La tres en Dumbría. Bien puede decirse que es el municipio que más luce y cuida sus aldeas, llenas de colorido floral. Olveiroa es parte del Camiño: eso y una rehabilitación respetuosa le confieren una vida y un cosmopolitismo particular. En el campanario de San Pedro de Buxantes puede uno ver influencia de la arquitectura del maestro del barroco Antonio de Andrade, y de su Torre do Reloxo. También merece visita el entorno de As Neves. Berdeogas, de su lado, tiene castro, palomar, hórreos y una carballeira que insufla oxígeno.
Brandomil. En el municipio de Zas. Puede que vaya por su puente, pero se quedará por mucho más. Comparte nombre con el guerrero que describió la pluma pondaliana, tiene castro, vía romana y, sobre todo, tiene una impronta de poso histórico en cada rincón del lugar: fíjese en los hórreos, en las casas. Un pequeño museo al aire libre.
Fornelos. En Baio, también en el concello de Zas. Es un icono de fuerza colectiva y vecinal y entre otras muchas cosas, a base de ello se he creado un área de gran valor en torno al río: arte, paseo, autenticidad.
Roma. Asimismo en Zas. La vocación de cuidado. Pequeña, pero coqueta. El centro lo marcan el cruceiro, la iglesia, el antiguo lavadero y una fuente.
Cereixo. En Vimianzo. Su iglesia tiene algo casi único, una de las cuatro representaciones románicas de la Traslatio Iacobi. Pero hay mucho más: el roble hasta tres veces centenario, las Torres, el molino de marea, Villa Purificación... Alfonso IX se enamoró de este lugar.
Calo. En Vimianzo. Calo Rural vivifica y dignifica su esencia. Un refugio del turismo tranquilo. Cultura sosegada.
Aldea Roncudo. En Corme. Cada vez más conocida, es uno de esos paisajes que no se olvidan. Lo saben bien quienes hacen el Camiño dos Faros. Las viviendas de piedra siguen escribiendo historia y permiten hacer memoria de otro tiempo. Gran cantidad de hórreos han sobrevivido a vientos y temporales. Pasear Aldea Roncudo marca.