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Personas con historia | «Dejé mi trabajo sin saber qué hacer, y al llegar a Fisterra decidí quedarme»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Ana Garcia

La artista húngara Viktória Szabó dio un giro importante a su vida, hizo la ruta portuguesa del Camiño y acabó a casi 3.000 kilómetros. Trabaja como camarera en A Galería, donde expone sus obras

16 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Como en la canción de Mecano, el 7 de septiembre es su aniversario en Fisterra. Ese día de hace cuatro años casi justos empezó aquí la nueva vida de Viktória Szabó (Budapest, 1979). Técnicamente había comenzado un poco antes, cuando llegó como peregrina, pero en medio se fue de vuelta a casa para despedirse de familia y amigos. Al regresar, en aquel final del verano del 2017, arrancó su actual etapa.

Relata Viki -como la llaman muchas personas- con más en detalle que llegó a España tras hacer el Camino Portugués, desde Lisboa. Trabajaba en Hungría como profesora de Arte en un colegio. Y quiso cambiar. «Antes de empezar a caminar, dejé mi trabajo sin saber qué hacer, y al llegar a Fisterra ya quise quedarme aquí». Le gustó el lugar y la gente. Buscó trabajo y le ofrecieron un puesto de hospitalera, pero le pedían que se quedase al menos dos meses. Como tenía el billete para regresar a Budapest, lo hizo para esa despedida antes citada. Volvió y aquí sigue.

Ese punto de partida tan lejano a su hogar fue Lisboa. La elección no fue casual. «En el 2017 hubo un festival del Camino en Budapest, un día entero, donde se hablaba de todos. Había documentales, fotografías, charlas... Allí se mostraban las diversas rutas existentes. De la portuguesa me dijeron que era como muy solitario, incluso poco señalizado. Que el más popular es el francés, pero si alguien quiere caminar, también más hacia su interior, el portugués es ideal. Y por eso me decidí por él. Desde Lisboa hasta Oporto no había casi nadie, después sí que coincidí con más gente. Llegué a Santiago, después me fui a Muxía, y finalmente me quedé en Fisterra».

En ese albergue en el que trabajó estuvo diez meses. «Fue también como un camino más largo, me aportó muchísimo», explica. «La experiencia fue fantástica. Los peregrinos son como niños adultos», y cada día trataba con gente de todo el mundo, en jornadas muy enriquecedoras desde el punto de vista personal.

No todo fue Fisterra desde el 2017. En este tiempo fue a ver a su familia y amigos varias veces, y sobre todo pasó una temporada en Tailandia hace dos años. Tenía allí a una amiga y aprovechó para salir de Europa por primera vez, además de adentrarse en la vecina Laos. Realizó trabajos voluntarios a los que es fácil acceder a través de webs y organizaciones que los coordinan. «La experiencia me encantó, conecté muy bien con la gente». Hablaba inglés en su día a día, uno de los varios idiomas que domina. También el italiano, país en el que pasó siete años siendo veinteañera. De hecho, su español, que maneja con gran fluidez, tiene un suave acento italiano fruto de esa larga etapa. El gallego aún no lo habla, pero entiende bastante y ya ha aprendido muchas palabras. Es más fácil cuando una está contenta. «Me gusta muchísimo Fisterra, estoy feliz con la experiencia, y también feliz en el bar», dice. Se refiere a A Galería, el local de Roberto Traba en el que trabaja. «Cuando eres hospitalera conectas más con los peregrinos, y en el bar conoces mejor a la gente de aquí. Todo es cuestión de ir cogiendo confianza. No es tan fácil, claro, pero como me ven a diario esa confianza se va ganando».

Con sus allegados húngaros conecta cada día a través de las redes, el WhatsApp... Fotos y mensajes que le permiten saber cómo van la cosas a tres mil kilómetros de distancia.

Ana Garcia

Pintura para mostrar «la belleza que hay alrededor»  

Buena parte de la obra pictórica reciente de Viktória puede verse expuesta en A Galería. Trabaja con varias técnicas: acuarela, acrílico, lápices... Y también investiga nuevos métodos. En sus obras (su trabajo lo exhibe en su perfil de Instagram @full_harmony_) hay mucha presencia de lo natural: «Me gusta pasar el tiempo en medio de la Naturaleza, y esas impresiones transmitirlas en el lienzo. Para mí, es como una terapia. Y espero que sirva para enviar el mensaje de la belleza que tenemos alrededor, de la que tal vez no nos damos cuenta, porque vivimos con mucho ruido». El silencio, explica, es muy importante, lo mismo que la integración en la naturaleza. Confiesa que tiene alma de artista desde niña. «Podía pasarme largas horas en silencio. Y siempre dibujé y pinté. Después estudié para profesora de pintura. También me formé en psicología y pedagogía». Dio clases de historia del arte en un colegio. Es ceramista, también hace fotos... Artista versátil y multidisciplinar.

Desde A Galería ve el mar a diario. ¿Impresiona más en alguien criado en un país interior? «No tanto, porque empecé a tener contacto con él ya de muy joven, con 14 o 15 años. Esa fue la primera vez. Después, en la etapa italiana de siete años también lo tenía todos los días. Es una visión que me gusta mucho, cómo cambia de un momento a otro, la tranquilidad, los temporales... Cada día es diferente», señala.

A veces, por cierto, conversa en húngaro con algún compatriota peregrino que aparece por el local, «pero muy pocos». No es un país que se pueda comparar a otros en número de peregrinaciones a Fisterra. Ella misma volverá a ser peregrina dentro de pocos días, cuando en octubre comience el Camino Francés, a pie, desde Saint-Jean-Pied-de-Port . «Estoy muy emocionada», asegura.