Patrocinado por

La cara más culta del Ejército: entramos en su desconocida biblioteca histórica de A Coruña

Mila Méndez Otero
mila méndez A CORUÑA / LA VOZ

VEN A GALICIA

De acceso libre y gratuito, la sala quiere salir de su anonimato y que la visiten

19 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha cumplido 25 años y pocos vecinos saben de su existencia. Al menos, la cifra de visitantes anuales no es muy elevada, apenas 350 en el año previo a la pandemia. Menos de uno por día. La Biblioteca Histórico Militar de A Coruña pasa desapercibida en el edificio del Cuartel de Atocha. Tal vez, precisamente, por su ubicación castrense. «Un acuartelamiento retrae, es un condicionante que tenemos, el público pasa y no se fija en la placa de biblioteca», admite Pablo Martínez Rivada (Sidi Ifni, Sáhara Occidental, 1964).

Después de estar al frente de cuerpos como la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable Galicia VII, el teniente coronel Martínez es el director desde hace dos años de la institución. Como esta, hay otras siete históricas en el país que se suman a la central, en Madrid. La herculina abarca seis comunidades, además de la gallega, Castilla y León, Asturias, Cantabria, el País Vasco y La Rioja. La antigua región militar noroeste. «Cada una tiene un apellido», adelanta María Pérez Regueira, una de las funcionarias que cuida y documenta la fichas de los libros. Tienen cerca de 50.000 volúmenes. «¡Y los que quedan por catalogar!», exclama María.

Con apellido propio

Mientras la de Madrid guarda el grueso de los fondos sobre la Guerra Civil, la Barcelona está especializada en matemáticas -el Ejército fue un campo de desarrollo científico que abarcó desde la balística, la medicina, la arquitectura o la ingeniería-, y la de A Coruña recopila todas las publicaciones militares, que siguen escribiéndose a día de hoy, y tomos sobre la historia de Galicia. «También de su historia militar, la gran desconocida. Recopilamos episodios bélicos que se remontan al 820, como una batalla en Pontevedra del rey Alfonso el Casto que a muy pocos les suena», comenta María.

Montse, Óscar y María José completan el cuadro del personal al que se suma Goyi Martín-Albo, la documentalista que se encarga de catalogar los tomos. «Trabajaba en la Biblioteca Nacional cuando me enviaron a Defensa. Fue una sorpresa, ¡doble! Nadie se imagina la cultura, no solo militar, que se guarda aquí», destaca.

Antes, el conocimiento, dice María mientras va mostrando las distintas secciones, «estaba en el Ejército y en la Iglesia. Ellos eran los que diseñaban ciudades, fortificaciones... avances que se fueron trasladando a la sociedad».

Tomos curiosos y fondo antiguo

Más de 13.000 volúmenes del fondo antiguo, el anterior a 1901, están a disposición de los ciudadanos. «Los invitamos a hacerse socios. Es gratuito y pueden tener acceso a todo. Solo no se pueden llevar a casa las obras previas a 1958», subraya el teniente coronel Martínez, quien, «tras una vida volcada en las unidades militares, descubrí que el Ejército es más que eso», confiesa.

Un real decreto de la época de Isabel II en 1843 creó la figura de las bibliotecas militares. Duró poco, «por falta de fondos», aclara María Pérez. En 1862, la Real Maestranza Militar de A Coruña ya contaba con 500 volúmenes. Hubo que esperar a 1932, en la Segunda República, para que se crease la primera red de estas bibliotecas. Una figura que se consolidó en 1939.

La serie legislativa del Ejército, La guerra y su preparación o la Revista científico militar son algunas de las colecciones de un catálogo en el que no faltan libros dedicados a las guerras civiles, la de 1936 y las Carlistas, a la de la Independencia, la de Cuba, Filipinas o las contiendas africanas.

El libro más antiguo es de 1580 y lo firmó en francés el rey Enrique IV. El atlas de la piel ilustrado del dermatólogo José Eugenio de Olavide, un título de Alejandro Dumas hijo, un ejemplar de 1787 de Vitruvio o un tratado de artillería de Tomás de Morla son otras joyas. Además, hay narrativa en gallego y clásicos que alertaban sobre el populismo de entreguerras. El reto ahora es Internet. Aumentar la difusión de los títulos en la red para conseguir lo fundamental: que se conozcan y lean.