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De A Lanzada a Bueu, el rastro pirata y corsario en la ría de Pontevedra

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

VEN A GALICIA

La historia y la leyenda se mezclan en el recuerdo marítimo de comarca

20 sep 2021 . Actualizado a las 20:11 h.

La ría de Pontevedra fue, durante milenios, la autopista más rápida para llegar a cualquier sitio. Por mar venía lo bueno y también lo malo. La comarca guarda un pasado de piratas y corsarios, donde se mezclan los datos históricos y el folklore popular y para cuyo conocimiento proponemos aquí una ruta, un recorrido por algunos de los lugares e hitos más relevantes de aquellos días en que la navegación por las aguas pontevedresas era a la vez un riesgo y una aventura.

El periplo empieza en A Lanzada, en la parroquia de Noalla, en Sanxenxo. Aquí se encuentra uno de los lugares más mágicos de Galicia, pero también uno de los puntos de escala de las rutas marítimas más antiguas. Basta solo con ver el yacimiento arqueológico que data de varios siglos antes del Imperio Romano. En A Lanzada se yergue una torre de la Edad Media que es todo lo que queda de una fortaleza de varias más, que protegían este tramo de la costa precisamente de las incursiones de los enemigos que llegaban por mar.

Al fondo las islas de Ons y Onza conforman el decorado perfecto a este conjunto histórico y natural. También sirvieron durante siglos de refugio y escondite a los piratas y flotas enemigas que se ocultaban en su cara occidental y aparecían con las velas desplegadas en cualquier momento ante la costa. Por eso Ons, despoblada en la Edad Media, no volvió a tener vecinos de forma estable hasta el siglo XIX.

Cojan la PO-308 hasta Portonovo. Si pueden aparquen en frente del mirador que enfila Caneliñas y la ría y suban hacia la capilla en la cumbre. Allí, existe todavía hoy la plaza de Bellavista, donde existía un pequeño fortín que rodeaba la ladera. En ese lugar, en 1622 los vecinos de Portonovo le plantaron cara a una flota enemiga, turca o berberisca, que intentó desembarcar en la playa. Los portonoveses los vencieron

No tuvieron tanta suerte en Sanxenxo en 1589. En esa ocasión los barcos enemigos eran una flota de pabellón inglés a cuyo mando se hallaba Francis Drake, Sir para los británicos y ladrón para los españoles. Drake se paseó por la ría atacando, entre otros lugares, la isla de Tambo, cuyo monasterio saqueó e, incapaz de asaltar Pontevedra, fondeó frente Silgar y sus tropas pasaron un tiempo en la villa, no para hacer turismo, sino para arramplar con todo lo que pudiesen llevar. En la iglesia vieja se conservan los restos del incendio en el retablo del siglo XVI que se redescubrió detrás de las estructuras de madera actuales.

Drake fue un nombre temido, tanto que los vecinos de Marín, villa que no se sabe si llegó a atacar o no, vaciaron su iglesia de imágenes y cálices y se lo llevaron todo a la torre del pazo de Cadro, en San Tomé, hoy tristemente en estado ruinoso.

Desde Sanxenxo, la ruta continúa por el litoral de Poio con Tambo a nuestra derecha. Este enclave era fácil de atacar por cualquier barco enemigo, porque no tenía defensas. Tras el saqueo de Drake no volvió a ser habitada.

En Pontevedra, poco queda del barrio de A Moureira, la zona de la ciudad antigua donde vivían los marineros y las gentes más humildes. El pasado glorioso de la ciudad se exhibe en la fachada de excelente fractura de la hoy basílica de Santa María, financiada por el gremio de mareantes, precisamente los que más sufrían las incursiones de barcos hostiles. A principios del siglo XIX Pontevedra era conocida como el hogar del pirata más infame de la época en España: Benito Soto. Pagó su sangrienta carrera en 1830 siendo ejecutado en Gibraltar. Si hubiese caído en manos de los españoles su destino habría sido el mismo.

La siguiente etapa de la ruta, tras pasar por Portocelo y Mogor, en cuyo litoral el folklore marinense dice que se hundió un barco pirata con tesoros, nos encontramos con el Museo Massó de Bueu. En su interior se custodia un hacha y un cuchillo para el abordaje de barcos de mediados del siglo XIX. También hay una impresionante colección de maquetas de barcos, libros e instrumentos de navegación. Es una visita imprescindible.

La tradición vikinga en las Rías Baixas, los presos de Argel y los corsarios de Aguete

Tres hitos históricos más marcan el pasado violento del mar pontevedrés. Solo a escasa distancia, en Catoira, se encuentran las torres del Oeste que guardaron desde la Edad Media el paso de embarcaciones al río Ulla. De aquellas sanguinarias incursiones de las gentes del norte, los vecinos han conseguido crear una de las fiestas modernas de mayor arraigo en la provincia desde el siglo XX. El nombre de vikingo o de los hombres del norte, que causaba pavor en los oídos de los gallegos del Medievo, hoy se utiliza como una señal de cómo han cambiado los tiempos.

Mucho más olvidados, quizás porque sus ataques durante muchos siglos y enlutaron a muchas familias, son los ataques de los barcos piratas de Berbería, como se conocía en tiempos pasados a los países norteafricanos del Magreb, o de los navíos turcos del Imperio Otomano. Están documentadas varias expediciones al menos en el siglo XVII. En Cangas, la desolación causada por los turcos condujo a la tragedia de María Soliño. En Marín los vecinos se enfrentaron a un barco berberisco que perseguía a otro holandés que se internó en la ría en búsqueda de auxilio. Entre Ons y Cíes, en varias ocasiones se hundieron barcos piratas y flotas enemigas. Más triste era el destino de los pescadores gallegos apresados por estos piratas y tratantes de esclavos cuando salían al mar y los cogían. «Preso en Argel» es el comentario de muchas partidas de defunción de vecinos de Marín, en las actas de los libros parroquiales de los siglos XVII y XVIII.

En esa época, el Gobierno español llegó a sopesar un proyecto que hoy nos parecería descabellado. Se trataba de hacer un muro, con compuertas para el paso solo de los barcos amigos hacia Pontevedra. Se estudió hacer ese muro o escollera entre Marín, Tambo y Poio. No se llegó a ejecutar por razones obvias

Por su parte, los pontevedreses también atacaron a sus enemigos en el mar, con el uso de las patentes de corso, permisos del rey de España que autorizada a los particulares a armar barcos para atacar a buques de pabellón extranjero en guerra. El botín se lo repartían entre los particulares y el Gobierno. Pontevedra fue sede de varias de estas naves corsarias. Al principio del siglo XIX, el corsario más famoso de la ría era Juan Gago de Mendoza, en Marín, que tenía en el Chirleu, en Aguete, su fondeadero y desde donde atacaba incluso a los ingleses en los puertos del norte de Portugal.

 José Manuel Abel, historiador de Sanxenxo: «El mayor botín que podía llevar un pirata eran las campanas»

José Manuel Abel, en el interior de la iglesia vieja de Sanxenxo
José Manuel Abel, en el interior de la iglesia vieja de Sanxenxo CAPOTILLO

Abel es uno de los especialistas en la historia de Sanxenxo, uno de los municipios más expuestos de la ría, y que puede servir de ejemplo de cómo fue ese pasado.

-Diferencie entre un pirata, un corsario y un contrabandista.

-Pirata es un autónomo, va por su propia cuenta y riesgo. No tiene bandera. Siempre está fuera de la Ley. Son apátridas y pueden estar asaltan a uno u a otro, normalmente para ganar dinero. Va a sus expensas y a jugarse la vida. El corsario actúa con una patente, es decir, bajo un gobierno. El contrabandista ni es una cosa ni es otra. Puede dedicarse a una de las cosas o a la otra indistintamente, pero no es su principal fuente de ingresos, que es traer productos de otros lugares sin pasar por los controles de las jurisdicciones respectivas.

-¿Le consta piratería por gallegos en la ría de Pontevedra?

-Yo creo que piratería no hubo. Creo que lo que hubo es corso y contrabando.

-¿Y los piratas extranjeros, qué buscaban en las Rías Baixas?

-Buscaban sobre todo vino y aceite, y las mercancías que se movían por ahí. Llevaban rápidos pequeños y rápidos, que no se podían enfrentar a un galeón. En cambio el corsario ya era otra cosa, ya venía con unas naves de mayor empaque y venía a hacer alguna razzia en nombre de su gobierno. Drake, por ejemplo, ¿Qué era un corsario o un marino de un país hostil? Aquí se le llamaría un corsario, pero la diferencia era muy sutil.

-Parece claro que para los ingleses eran un Sir, pero para los españoles ha pasado a la conciencia colectiva como un pirata.

-Eso es la propaganda. Sería un pirata muy grande, porque venía con muchos barcos. Tenemos que pensar con la mentalidad de aquella época y no con la de hoy.

-¿Y qué se le pudo perder a Drake en una ría como la de Pontevedra?

-Lo más probable, hacer aguada.

-O sea, tesoros ninguno.

-No, tesoros nada. Igual se daba una vuelta para ver si pillaba algo porque sabía que en las iglesias había algo de plata, pero lo que ocurre es que también era un elemento psicológico, porque la gente se escondía, al no haber una defensa. No había una tropa estable o si la había era itinerante. El mayor botín que podría coger eran las campanas de las iglesias, es decir, el latón, el bronce, todo eso sí que era importante porque se necesitaba para fundir para los barcos. Y también podría llevarse como botín la comida. Otro caso eran los piratas que venían del Magreb, era otra manera.

-¿Drake en Sanxenxo qué hizo?

-Aquí lo que hizo fue desembarcar, arrasar y marchar. Y quizás tampoco arrasar mucho. Prendió fuego, sí, abajo, en el pueblo, pero también pudo ser por algún espontáneo del grupo que venía con él. No creo que ni él desembarcaría personalmente. Estamos hablando de una armada que venía ya medio estropeada de A Coruña y que tenían que justificarse de alguna manera al regresar a Inglaterra. La gente en cuanto lo veía, se iba monte arriba y a esconder lo que podía ser de algún valor. Podría llevar algún ganado, alguna cosa y quizás como venganza pegar fuego.

-¿La piratería de Berbería, como el ataque a Portonovo de 1622?

-Esos ya venían por lo que pude consultar en el libro de la parroquia de Nantes se habla de redención de cautivos. Yo creo que venían sobre todo a buscar esclavos. Ocurre que corrían el riesgo de quedar esclavos ellos también aquí. De hecho eso se daba. Cuando se hundía barco procedente del norte de África por aquí los iban a buscar a Ons y los llevaban a vender a Pontevedra. Eso era mutuo porque había que hacer canjes. Los de Berbería venían buscando sobre todo gente.

-¿Vikingos?

-Eso ya no lo sé, no consta documentación de ataques vikingos en Sanxenxo, porque la villa no existía como tal y esta es la zona geográfica que conozco más. Existía la torre de A Lanzada, que parece ser que era parte de un sistema defensivo que podía ser contra vikingos o contra cualquier ataque externo. Nos ha quedado la referencia de los vikingos, por lo de Catoira, y luego vienen los normandos que son lo mismo. Está todo muy mezclado todo. Sabemos que hay una realidad que vivimos en Galicia, pero poner vikingos en todas partes pues no. No les era rentable hacerlo por todas partes porque venían con una idea clara. Parece ser que en una época vinieron incluso con la idea de establecer un reino vikingo en Galicia, pero no tengo documentación sobre ataques vikingos sobre la costa de Sanxenxo.