El visitante puede acercarse ante lo que queda de una aldea prehistórica que fue el origen de Arzúa
04 oct 2021 . Actualizado a las 22:05 h.Rumbo al este, ahora que una autovía gratuita deja al visitante a escasos minutos de Arzúa. Y una vez dejada atrás esta localidad se desciende. La tentación es ir pisando cada vez más el acelerador, algo que no hay que hacer porque tras una curva aparece a la diestra un desvío por la carretera vieja señalizado a Ribadiso y a Rendal. Por él hay que ir unos pocos metros y coger entonces una desviación de 90º a la izquierda, para, bajando, cruzar bajo la carretera actual y encontrarse ante los ojos con la enorme área recreativa de Ribadiso.
Lugar para dejar libres a los pequeños de la familia: zona de juegos, pistas (que necesitan una buena limpieza, así como redes en las canastas de baloncesto), muchas mesas y sus respectivos bancos, un precioso puente de madera, el río Iso que en sí mismo es una maravilla…
Zona por lo tanto donde es posible pasar horas, comer, esperar el momento de regreso… Tranquila como ella sola, poca gente a estas alturas, riesgo de contagio bajo mínimos.
¿Y si no se ha llevado nada para reponer fuerzas? Entonces hay que continuar por la pista y plantarse en unos minutos en el núcleo de Ribadiso. Antes del primer Xacobeo, en 1993, ese entorno daba pena. Pero se reconstruyó el albergue público de una manera espectacular, que junto con otro en el Camino Primitivo (Hospital de Montouto, provincia de Lugo) fue el último que cerró sus puertas a principios del siglo XX, cuando ya no había peregrinos. Y con el albergue y los caminantes aquello recobró vida, y ahora abren sus puertas dos instalaciones privadas para pernoctar y un lugar para tomarse unas raciones, todo ello de arquitectura tradicional. Y unido al puente levantado en la Edad Media -sobre el río Iso, claro está- se han convertido en puros símbolos, casi icono, no solo del Camino Francés a Compostela sino de una manera de hacer y construir respetuosa con el medio ambiente.
De vuelta a Arzúa hay que ahorrar lo único que no se puede comprar: el tiempo. Va a hacer falta, porque una vez pasada la gasolinera y antes de alcanzar la cooperativa Perpetuo Socorro (que se distingue a la legua por su enorme torre) arranca a la misma mano donde están ambos edificios -es decir, a la derecha- una pista señalizada como Castro Curbín.
No hay pérdida cuando se invita a desviarse a la diestra de nuevo y a la contraria a los 100 metros. Y así se planta el visitante ante lo que queda de una aldea prehistórica que fue el origen de Arzúa. ¿La antigua Araucaria, según Ptolomeo, geógrafo clásico griego que vivió en el siglo II d. C.?
Eso es lo que deben de estar mirando los arqueólogos, porque aquí y allá hay pequeños agujeros (catas) que aportan información sobre la antigüedad del yacimiento y el terreno. El castro se encuentra vallado de una manera muy bien integrada en el entorno, con madera, lo cual constituye un magnífico ejemplo para el resto de Galicia. El interior, sugestivo y bonito, un interior que esconde multitud de secretos. Así que hay que volver al menos el próximo año a ver cómo van esos trabajos arqueológicos que tienen como finalidad conocer cómo vivían hace dos milenios aquellos hombres y mujeres en las tierras de Compostela.