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A por la Senda de la Memoria de As Pontes

VEN A GALICIA

CESAR TOIMIL

A pie o en bici. Junto al lago artificial más grande de España, por una ruta que oculta más de lo que muestra, se descubren trazos de historia que sepultó la mina hace medio siglo

02 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Luis, O Suca (por el lugar donde se crio, Sucadío de Baixo, en la parroquia de O Freixo), anda unos 15 kilómetros diarios «para pensar e desconectar», y ahora también para prepararse para el Camino Portugués. «Xa fixen o Francés, desde O Cebreiro», cuenta. Camina solo. Josefa va con su perro, Koke: «Son moito de andar polo monte, vinte ou trinta quilómetros as fins de semana, por aquí veño a diario, e fágoa enteira». Maica y Miguel van en bicicleta. «No hay desnivel y es una zona muy tranquila», elogian. Son vecinos de As Pontes y se cruzan por la Senda da Memoria, un itinerario habilitado por el Concello y Endesa en el 2017 para recordar los lugares que desaparecieron devorados por la mina, engullida por el agua desde el 2012.

«El lago le ha dado otra vida al pueblo», dice Maica, que se sienta en el banco colocado por el Ayuntamiento en el extremo sur de esta enorme masa de agua «para ver el paisaje». Cuesta imaginar la vida en este entorno cuando la carretera atravesaba por aquí, al pie de las aldeas de las parroquias de Vilavella, Espiñaredo, Seoane o San Martiño de Goente, que sepultó la mina. Moncho se acuerda de las casas y los vecinos «do Meidelo, do Vilar, da Ponte da Pedra... ou da Veiga, que xa era húmida, coa mesma néboa que hai agora» y que algunos atribuyen al lago.

CESAR TOIMIL

La senda tiene mucho de homenaje, al pasado reciente y a quienes habitaron antes el espacio del lago y la escombrera de la vieja explotación minera. Los vestigios arqueológicos corroboran la existencia de más de 80 mámoas de al menos cinco mil años de antigüedad. El primer trecho, de ocho kilómetros, se abrió en julio del 2017. Abraza el lado este. Y el segundo, el tramo da Vilavella, de un kilómetro y medio, se inauguró este verano. Quedan otros ocho kilómetros y medio para completar los 18 del perímetro de esta inmensa masa de agua, pendientes de la cesión del terreno por parte de Endesa. Esta empresa inició en 1976 la explotación a gran escala del complejo minero-industrial, donde llegaron a trabajar 2.400 personas y del que se extrajeron 261 millones de toneladas de lignito, hasta el cierre definitivo, en el 2007. Al año siguiente comenzó el llenado de esta superficie de 225 hectáreas de terreno, que antes se recubrió de una capa de arcilla de entre 50 y 70 centímetros para evitar el contacto del agua con el carbón.

CESAR TOIMIL

Las aguas del río Eume y las escorrentías de la escombrera exterior acabaron inundándolo todo. El lago desagua por el lecho del río Carracedo y se abastece de cuatro riachuelos, Illade y Meidelo, por la orilla este, y Carracedo y Maciñeira, por la oeste, además de por la lluvia. «Marea non hai, pero cando chove moito nótase que sube o nivel», comenta Lorena. Ella se escapa, siempre que puede, para recorrer un tramo de la Senda da Memoria, aunque confiesa su debilidad por la playa, con magníficas condiciones para el baño (la calidad del agua está calificada de excelente) y los deportes náuticos: «Fun das primeiras en ir [desde el 2012], agora xa vai moita xente, case máis de fóra das Pontes que de aquí». Con viento del sur o sudoeste e inestabilidad atmosférica, es posible incluso volar en parapente y aterrizar al pie del lago.

BIODIVERSIDAD

«La biodiversidad es vida», reza un cartel en la entrada de la Senda da Memoria. Al final, a la altura del kilómetro ocho, hay otro indicador: Observatorio ornitológico. Allí, entre los juncos, alrededor de dos pequeños islotes, crían los patos y otras aves acuáticas, que se dejan ver a primera hora de la mañana y cuando cae el sol. El paseante se mueve entre abedules, sauces, alisos y tojos, en suelo llano. «A paisaxe cambiou moito, e para ben», remarca Josefa.

Acelera el paso, ya de vuelta, frente a «las naves de Portorroibo», aunque en realidad no se corresponde con el lugar de Portorroibo, donde se erigía la ermita de Santa Eulalia, «que posiblemente fora a máis antiga do municipio», indican desde el Concello. Las excavaciones arqueológicas descubrieron un ara romana bajo el altar de la capilla, y varios enterramientos y un sarcófago paleocristiano en los alrededores, por lo que «seguramente se trataría dun lugar de culto da época romana». Hoy se venera la memoria.