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La peor huella de los peregrinos

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Los rituales sin tradición ensucian la Catedral y el Camino de Santiago

06 oct 2021 . Actualizado a las 23:26 h.

En la escalinata de la fachada de la Catedral, en el Obradoiro, siguen aumentando los objetos que depositan los peregrinos para celebrar su llegada a la meta. A ellos parece no bastarles con hacerse una foto, lo que sería más normal, sino que desean dejar algo de ellos mismos para que quede constancia de que estuvieron allí. La indeseable costumbre de abandonar objetos en la Catedral va camino de convertirse en ritual, si nadie lo remedia a tiempo.

En la jornada de ayer, a los papeles, cartas, piedras y bastones de los últimos días se sumaron tres chalecos reflectantes, que fueron atados al enrejado del Obradoiro. La rejería, fechada en 1791, que se está convirtiendo en el escaparate improvisado de las huellas no deseadas de los peregrinos, acaba de ser restaurada. Una rehabilitación, por cierto, que supuso un elevado coste económico -1,4 millones de euros del Ministerio de Transportes para todo el conjunto de escalinata y rejería-, en la que se emplearon varios meses y que requirió de un trabajo minucioso en el que se siguieron las mismas técnicas que emplearon los maestros herreros que la crearon. 

Limpian, pero vuelven

Desde la Catedral lamentan este tipo de actuaciones que, como no podía ser de otra forma, rechazan, y que por ahora solo afectan a la rejería del Obradoiro. Aseguran que con frecuencia retiran los objetos depositados, que vuelven a ese lugar casi inmediatamente. No funciona, por tanto, quitar los mal llamados «recuerdos» para romper con este ritual indeseable. Es probable que quiénes dejan sus objetos en la Catedral lo divulguen por medio de las redes sociales, generando el deseo en otros caminantes de copiar la idea.

Hace años que los peregrinos dejan, a lo largo del Camino, huellas de su paso. Lo más habitual son las piedras sobre los mojones, pero cada vez más se abandonan parte de las ropas y su calzado para dejar constancia del esfuerzo realizado. Es habitual escribir notas para depositarlas a modo de ritual en los altares de las iglesias del Camino o en puntos concretos de este.

Pocos son los que se resisten a dejar sus botas colgadas del cartel de la plaza da Concordia, en San Lázaro, pese a que esta práctica no está sustentada en ninguna tradición ni supone lograr ningún beneficio especial. El cartel del mobiliario urbano está totalmente cubierto de todo tipo de desechos, incluidas algunas sudaderas, camisetas, bragas y calzoncillos, botas, tenis, chubasqueros de plástico, lazos, gomas del pelo, un indeterminado número de bastones, pegatinas y hasta chicles mascados. Lo curioso es que, pese a que la suciedad que cuelga de las letras impiden ver con claridad el nombre de Santiago de Compostela, los peregrinos se entretienen fotografiándose ante el letrero para llevarse un recuerdo de su llegada a la ciudad. En este cartel de bienvenida, la moda de dejar algo colgado empezó con un lazo, un bastón y poco más, y así está empezando la absurda moda de dejar algo en la escalinata de la Catedral. O se pone remedio de forma inmediata o la fachada del Obradoiro corre el riesgo de quedar cubierta con las peores huellas de los peregrinos.