Patrocinado por

La huella de los emigrantes está viva en el cementerio de A Baña

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Destaca el templo de San Vicenzo do Castro

16 oct 2021 . Actualizado a las 04:55 h.

Hay que ser prácticos y disfrutar de los bellos y entrañables paisajes -llenos de rincones encantadores- del municipio de A Baña. Y hay que ser prácticos e ir cuanto antes a conocerlos porque resulta que es posible (con suerte, no probable) que desaparezcan, mutilados por los eólicos que nadie quiere y que además no dejan riqueza a Galicia.

Las comunicaciones ya no son las que eran, por suerte. El empeño del ex alcalde de Negreira Manuel Tuñas por un lado y la política de mejorar las vías que impulsó el expresidente Manuel Fraga por otro permiten plantarse en territorio bañés en muy poco tiempo.

Y con su capital como punto de partida, dos posibilidades: si se sigue en coche, derechos al templo de San Vicenzo do Castro. Si por el contrario las cuatro ruedas se sustituyen por las dos de la bicicleta, a calentar dejando a la izquierda la Casa da Cultura y girando inmediatamente a la misma mano una vez pasada la capilla de As Dores.

En este segundo caso se baja y se sube por pista estrecha y con mucha visibilidad para alcanzar Vesía y girar a la izquierda (otro descenso), ir a dar a otra carretera, elegir la derecha, a Vilarnovo, Salvande y Fampouso, y a menos de 100 metros desvío a la izquierda a Salvande.

Así se va a llegar a un templo impresionante, el de San Vicenzo do Castro. Y su nombre ya permite hacer una conjetura que no falla: iglesia y aldea prehistórica (muy bien estudiada por el historiador nicrariense Amancio Liñares) son vecinos. Respuesta: sí. Y más aún: alguien escasamente ilustrado permitió en su día la barbaridad local, ya que el cementerio se construyó sobre el castro. Para ser sinceros, la ignorancia -que no la mala fe- estaba más extendida que en el siglo XVIII, cuando se levantó la iglesia. Porque este se irguió al lado, no encima.

El edificio cristianizó un lugar pagano, como tantas y tantas veces por Galicia adelante, y lo hizo con una obra imponente, de granito, de diseño ciertamente rompedor para la época, con una fachada que de manera tímida pero elegante recuerda algo a aquellas que se construían en el Renacimiento y que se denominan «de retablo» porque se adornaban profusamente dándoles un aspecto de retablo. Es, en efecto, un edificio monumental ¿Y el cementerio? Fue costeado por los Fillos da Baña, una entidad constituida en el siglo XIX por los emigrantes a Cuba, así que es de justicia exculparlos de eso que hoy en día sería un atentado en toda regla al patrimonio.

Lo mejor es continuar la carretera (elegir Seoane y no Ordoeste en la bifurcación), pasar Emes y Arzón y plantarse, en efecto, ante el cruceiro de Seoane. ¿No hay iglesias? Sí, una, puesta bajo la advocación de San Xoán, muy sencilla. Mejor hágase la foto ante el cruceiro. O con las casas estupendamente rehabilitadas como telón de fondo.

Pero mientras se viaja hay que tener en la cabeza una descripción del municipio que data de mediados de los años 70 del siglo pasado. Es de la Gran Enciclopedia Gallega: «En las tierras sin cultivar abundan los pinos, eucaliptos, robles y pastos. Las tierras cultivadas, profundas y arcillosas, producen cereales y patatas; las que tienen regadío se dedican a pradería y forrajes para alimentar el ganado vacuno que, con el de cerda, lanar, cabrío y caballar, constituye la base fundamental de la economía del municipio». ¿Esa descripción vale hoy en día?