Desde As Neves hasta Cangas son numerosas las esculturas integradas en la naturaleza
25 oct 2021 . Actualizado a las 23:40 h.Desde la prehistoria, los seres humanos han sentido la necesidad de incorporar su creación artística a la naturaleza, tanto en lugares cerrados como al aire libre. Sin embargo, no ha sido hasta las últimas décadas cuando la obra artística ha adquirido la voluntad de transformar y construir el paisaje. Fue entonces cuando la escultura, fórmula más adecuada para imprimir esta huella en el entorno natural, comenzó a ocupar espacios no urbanos en consonancia con el espacio al que iban destinadas.
En el área de influencia de Vigo hay numerosos ejemplos de ese intento de aportar raciocinio a la obra natural. Si comenzamos por el este del territorio, encontramos en la parroquia de Tortoreos, en As Neves, el conjunto escultórico de Redondelo, en el que destaca el Xigante contemplando la naturaleza. Es una obra de Mario Iglesias González que está acompañada por creaciones posteriores de Carlos Tejo, Manuel Rial y José Luis Pereira. En Salvaterra de Miño, cerca del río, se puede ver varada una lamprea de 16 metros de longitud realizada en acero. Fue elaborada por los alumnos del IES que lleva el nombre del municipio dentro del proyecto Salvaferro. Ya frente al Atlántico, en el monte Torroso, en el municipio de O Rosal, la intervención humana aprovechó las formas naturales de las rocas para hacer emerger figuras animales y humanas. Los responsables de esta acción escultórica directa fueron Pepe Antúnez Pousa, Félix G. Fidalgo y Alejandro Durán.
Sin embargo, es en Baiona donde se sitúa la forma escultórica más grande. Tanto, que se convierte en una acción arquitectónica. Ocurre en la Virgen de la Roca, obra de Antonio Palacios y Ángel García Díez, que alcanza los quince metros de altura.
Nigrán ha ahondado en esta forma de llevar la escultura a espacios naturales alejados del ámbito urbano, especialmente en la parroquia de Chandebrito. En sus montes se sitúan elementos simbólicos y conmemorativos, como es el caso del monumento dedicado al grupo Milladoiro, en el Outeiro das Laxes, o el Bosque da Memoria, en donde se quiere recordar la destrucción originada por los incendios forestales del 2017. En él, está la pieza titulada Rexurdimento, creada por el colectivo Arte no queimado, con maderas quemadas durante aquella tragedia.
Pero la capilla Sixtina del arte integrado en la naturaleza dentro del área de Vigo se sitúa en parroquia de Valadares. En las coronas del Alba y Cepudo se suceden las intervenciones artísticas sobre el paisaje. Tiene la singularidad este conjunto de haber sido realizado por artistas internacionales, como el israelí Moshe Perelman, la rumana María Branea, la italiana María Assunta Krini, Eduardo Lope Coira, Remigio Davila, el ucraniano Igor Brown, Javier Dobao, Ana Olano, Kemal Tufan y el portugués João Antero. Fueron los participantes en el Primer Simposio Internacional de Escultura en el Monte Alba, dentro del programa Arte y Naturaleza, que organizó en 1999 la Comunidad de Montes de Valadares.
Sin salir de Vigo, pero ya en el campus de la Universidad, también se pueden apreciar obras como el Horizonte para o sol, de Silverio Rivas; el conjunto de Leopoldo Nóvoa; o la Cápsula do tempo, de Alfonso Costa.
En realidad, el primer conjunto escultórico no urbano de la zona se ubicó en la mal llamada autovía Vigo-Baiona, abierta en la década de los 80. José Antúnez Pousa, José Sobrado- Balboa, José Castiñeiras Iglesias, Suso Fernández Fernández, Xuxo Vázquez Pardo, Reinaldo López Carracido, Magín Picallo, Eiravella y Manuel Ferreiro Badía fueron los elegidos en 1984 para salpicar la carretera de obra contemporánea.
El recorrido escultórico al aire libre nos lleva ahora al mar. En la ensenada de San Simón, en Redondela, Sergio Portela Campos y Ramón Lastra muestra una escena de 20.000 leguas de viaje submarino, con el capitán Nemo (o quizás el propio Julio Verne) observando a los buzos que descienden a recoger los tesoros de la batalla de Rande.
Al otro lado de la ría, Moaña acoge en su altura máxima, el Faro de Domaio, las Manos giratorias gigantes de José Antonio Fervenza, un espléndido mirador a la ría. Junto al mar, se alza orgulloso O Fisgón, de Manuel Varela, un marinero o un Neptuno armado con una fisga. Más al oeste, ya en Cangas, el mar vuelve a ser intervenido artísticamente por Manuel Coia Franco para permitirnos ver una escena de naufragios y sirenas. El monumento está a las naves de Ojea.
Concluye el recorrido en el ocaso solar ante la Costa da Vela, cerca de Cabo Home. Allí, con las Cíes a la izquierda y el Atlántico delante, se sitúa la Caracola de Lito Portela, una de las esculturas más fotografiadas de la zona, aunque como escenario para la despedida del sol.