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La primera vez en el Camino Primitivo: montañas infinitas y una hospitalidad histórica

Manuel F. Rodríguez

VEN A GALICIA

Entrada a Galicia por el Camino Primitivo
Entrada a Galicia por el Camino Primitivo Manuel F. Rodríguez

Crónica de la ruta desde Oviedo hasta Santiago, pasando por la ciudad de Lugo y el «humanizado» Camino Francés

30 oct 2021 . Actualizado a las 17:43 h.

«En el Camino Primitivo uno se emociona, a veces llora» Puede parecer una frase tópica más de un peregrino en trance tras su primera experiencia en el Camino de Santiago. No lo es, sin embargo, si quien la pronuncia es un berciano de 62 años que ha realizado casi todas las rutas jacobeas peninsulares, pero que solo repite cada año esta que une Oviedo y Santiago. Raimundo González, Ray el peregrino, como es conocido, acaba de cumplir de nuevo en este octubre de 2021 dicho rito. Portaba sobre su mochila una muñeca con la cabeza cubierta con un pañuelo para concienciar en la lucha contra el cáncer infantil.

Menciono a Ray porque justo nos conocimos este mes en el recorrido asturiano por el Primitivo, que yo realizaba por primera vez. Ambos comenzamos en Oviedo a pie los 340 km que llevan a Santiago. Fue reconfortante superar en su compañía y en la de otros peregrinos surgidos en la ruta y llegados de Andalucía, Valencia y Estados Unidos

-Joaquín, José, Carlos, Nick-, el constante sube-baja de las infinitas montañas asturianas y compartir la admirable hospitalidad de albergues de donativo como los de Grado y Bodenaya.

Los mencionados son establecimientos de los que ya casi no hay -o nunca hubo- en otras sendas jacobeas. Simbolizan una hospitalidad histórica propia del Camino y que muchos peregrinos sienten que deben contribuir a mantener. Y que, por cierto, se halla también en Galicia en albergues como O Cándido, en San Romao da Retorta, Guntín.

O Cándido tiene tarifa de precios, pero es la única diferencia con los albergues asturianos de donativo. Todo lo demás es en él Camino Primitivo en vena. Lo corroboran los interminables agradecimientos de peregrinos de todo el mundo que cuelgan de sus paredes. Y también la afabilidad y confianza del propietario, que al partir a su residencia habitual, ya de noche, nos pidió cerrar la puerta exterior de la casa con el cerrojo.

Mensajes de agradecimiento de peregrinos en el albergue O Cándido
Mensajes de agradecimiento de peregrinos en el albergue O Cándido Manuel F. Rodríguez

Más montañas

Si el cuerpo y el buen tiempo lo permiten, la entrada del Primitivo en Galicia, tras la larga subida al alto de O Acevo, resulta una gozosa senda panorámica. Ningún cartel publicita la llegada a esta comunidad, que se vislumbra en los pequeños detalles. El tramo entre las poblaciones de A Fonsagrada y O Cádavo es casi todo él de una belleza natural que abruma, aunque el Camino de Santiago, como sostienen los peregrinos más documentados, es mucho más que buenos o malos entornos. Un gran borrón, eso sí: nada identifica Hospital de Montouto, a 1.045 m. O se desenfunda el móvil para consultar el itinerario o nada advertirá de que se pasa ante lo que resta del que fue el gran hospital medieval de auxilio a los peregrinos de toda la ruta. Épica pura.

Pistas y asfalto

La llegada a la ciudad de Lugo y su salida es una prueba empírica de que el Camino no acaba de encajar en el molde del producto turístico, de la senda que vende paisajes hermosos con toques de pintoresquismo autóctono para consumo fácil.

El acceso por el área periurbana lucense, justo antes del popular barrio de A Chanca, es una sucesión de inhóspitas pistas cercadas por una vegetación desordenada y sucia y construcciones en algún caso abandonadas que invitan a llevar el bastón a mano por si acaso. Hace pensar en la congoja con la que atravesarán esos parajes muchas peregrinas, sobre todo extranjeras.

La salida de la ciudad no acongoja, pero pone a prueba la moral peregrina. Es una línea de asfalto que no hay forma de dejar atrás hasta San Romao da Retorta, unos 20 km más allá. Solo algún que otro andadero improvisado por los propios caminantes, algún breve desvío boscoso y el escaso tráfico de la angosta carretera alivian la fe caminante. «Es la penitencia» me sonríe el único peregrino que me encontré en la tarde de sol otoñal que dediqué a este tramo.

Con todo, tras esas horas de asfalto, al día siguiente regresaron las buenas sensaciones. Una especie de armonía sutil sin aditivos ya intuida en las etapas precedentes.

En el Camino Francés

Camino Fránces en Arzúa
Camino Fránces en Arzúa Manuel F. Rodríguez

Desde Melide, localidad a 53 km de Santiago y donde el Primitivo desemboca en el Camino Francés, casi todo se vuelve distinto. Lo comentan los peregrinos. Sensaciones encontradas. Según mi percepción, ni peores ni mejores que las precedentes. Otro contexto. Caminaba solo, pues había dejado atrás a Ray y a los demás en la última etapa asturiana, y supuse que lo propio ahora era entregarse con respeto al hecho de ser una cuenta más de la gran procesión peregrina hacia Santiago surgida en el Francés. Con todo, hice algún nuevo compañero circunstancial que me interrogó sobre el intenso entorno humanizado de esta ruta. E incluso, caminando a última hora de la tarde, experiencia que ignoran los peregrinos ya acantonados a esa hora en sus hospedajes, concluí en solitario las dos etapas previas a Santiago. Ya en Compostela, pedí a un transeúnte que me hiciese una foto ante la solitaria portada de A Acibechería de la catedral, la histórica entrada de los peregrinos, hoy reconvertida en una desmemoriada puerta de salida. A continuación cavilé por un instante, y sin pretenderlo, en por qué Ray vuelve cada 1 de octubre al Camino Primitivo. Por supuesto, no se lo había preguntado.