Cee tiene uno de los tesoros de la educación de Galicia, la Fundación Fernando Blanco, el último gran sueño de un filántropo que llenó su pueblo natal de ciencia y de arte. El jardín botánico es una de sus joyas.
31 oct 2021 . Actualizado a las 23:16 h.Fernando Blanco de Lema (Cee, 1796-La Habana, 1875) amasó una ingente fortuna, que legó en gran parte para crear una fabulosa fundación destinada a la educación de las gentes de su pueblo natal. En 1884, se colocaba la última piedra de la torre de un edificio de tono palaciego en el que se formaron generaciones y generaciones de jóvenes con los mejores materiales didácticos, técnicos y científicos y entre colecciones de arte con varios ejemplares del mismísimo Federico Madrazo. Todo fruto de un sueño cubano.
Y junto a este conjunto monumental está un jardín botánico digno de los mejores palacios. Lo diseñó un arquitecto de apellido Aguilar y se fue formando entre 1880 y 1886. Es un oasis verde con ejemplares poco comunes, descrito como de estilo ecléctico en el que se hacen valer trazos geométricos combinados con el paisajismo y la monumentalidad y de flora diversa, amparada en medio centenar de especies. Es uno de esos lugares en los que la grandiosidad natural deslumbra y anima a pasearlo en silencio y admirar sus atributos como un obsequio.
El edificio de la Fundación está ahora convertido en instituto de enseñanzas medias, pero el botánico se puede disfrutar los fines de semana (con cita previa) fuera de la algarabía estudiantil. Conviene fijarse en el ejemplar más exclusivo, un abeto griego, variedad de escasa presencia en Galicia. Su porte espectacular se puede ver nada más entrar en el jardín. Es lo primero que uno se encuentra ya dentro a la izquierda. Se adorna con cinco ramas gruesas dispuestas alrededor del tronco desde abajo. Es un poco el emblema del conjunto y su aire de candelabro acentúa su atractivo.
Un cedro del Líbano destaca por su majestuosidad. Su porte, dignidad y belleza añaden ornato al espacio. Acompaña muy bien al cedro del Atlas, otro ejemplar que luce este rincón centenario. Como corresponde a un lugar de estas características, exhibe buenas camelias. Considera Carlos Rodríguez Dacal, que en su día publicó un estudio sobre el conjunto, que este es el árbol exótico por antonomasia de Galicia. Cerca está la cryptomeria japónica, una conífera de aspecto elegante. Hay quien la conoce como cedro japonés.
Coinciden muchos visitantes que uno de los ejemplares más hermosos de este escondite vegetal es el magnolio grandiflora. Está cerca de la capilla del centro y es de procedencia norteamericana. Su figura, sus hojas largas de tono oscuro y sus flores blancas pronto atraen la vista del visitante.
El inevitable paseo por las calles del pensil llevan al laurel cerezo, de hoja perenne. Su atractivo contrasta con su toxicidad, aunque sus frutos son comestibles, y con la proximidad de los plátanos de sombra.
Los cuadros y marcos del vergel están limitados por boj, con el añadido de un paseo inicial franqueado por tilos, que, como describió Carlos Rodríguez, son «o eixo vertebrador do xardín xeométrico, en torno ó que se dispoñen simetricamente os compartimentos do terrado».
Queda, luego, el rododendro del Ponto, muy vistoso, además de las azaleas y el tejo, cuya toxicidad no desmerece su aporte estético, en este caso su forma piramidal complementa el jardín indiano de Cee.
Efemérides
Este mes de octubre se cumplieron los 135 años de la creación del jardín botánico de la Fundación.