El lugar donde hace milenio y medio vivía Eiricus, en la orilla del Eume

En lo alto de una vieja montaña por la que desde siempre se accedía a A Coruña (y se salía de la ciudad) está Eirís, hoy un barrio más de la gran urbe. Ahí, gente como George Borrow, don Jorgito el Inglés, se quedaba impresionada cuando contemplaba allá abajo el puerto.

Pero no es este el único Eirís. Carretera a Ferrol (o autopista con salida en Cabanas) y dejado atrás Pontedeume se toma el desvío a la derecha y antes de llegar a las cabinas de peaje de la AP-9 (si se procede de esta última localidad) se desciende tomando otro desvío a la misma mano.

A partir de ahí, dos kilómetros de curva tras curva con el Eume como compañero, pasando el excursionista tres veces debajo de la AP-9. Un cruce no está señalizado de ninguna forma, y hay que seguir a la derecha buscando el río. Y así se llega a Iris, que no es más que un pequeño grupo de casas. Tan solo destaca su templo, sencillo pero acogedor.

Lo primero que recibe al visitante es la vieja escuela unitaria y poco después un parque infantil merecedor de muchos más cuidados de los que goza.

Ese Iris o Eiris actual (o Eirines, como figura en la fachada de su templo) ha quedado aislado hoy entre la mencionada AP-9 y el río Eume, por ahí muy ancho y espectacular con marea alta. Y esa es su ventaja también, esa atmósfera de isla con una panorámica original: todo el mundo recorre el Eume por la otra orilla, la izquierda, y se pierde la panorámica de Pontedeume.

Pero hay más Eirís. Por ejemplo, en la parroquia de Sorrizo, en Arteixo. O en Budiño (O Porriño). O en Liáns (Oleiros). O en Cardama (Oroso). ¿Y qué tienen en común todos esos lugares? Pues su etimología, el origen de su nombre. Tanto en unos como en otros existió una villa Eirici (o Eurici), que pertenecía a un Eiricus o Euricus, apelativo que, según el gran investigador de la toponimia Fernando Cabeza, era habitual en períodos de la Edad Media. ¿Seguro? Pues no es mala cosa dudar, porque no falta quien afirme que procede del latín «area», el espacio en el que se llevan a cabo los trabajos de la malla.

Pero ¿en realidad queda algo de esa supuesta villa de Eiricus en el Iris de Cabanas? Seguro que sí. Pero si alguien pregunta dónde, habrá que señalar al suelo que la tapa. Solo una excavación podría descubrir lo que quede de ella. Eso sí, el tal Eiricus tenía muy buen gusto: el paisaje, con el castillo de Nogueirosa allá en el alto del monte, es simplemente extraordinario. Aunque él no haya podido disfrutar de él, porque la existencia de ese romano galleguizado fue muy anterior en el tiempo.

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