La muestra del Kiosco Alfonso repasa la vida pública y privada de la escritora
01 ene 2022 . Actualizado a las 16:49 h.«¿Quién es?, ¿de dónde sale?, que hace?, ¿cómo vive?, se preguntan con igual ardor las gentes del oficio y los curiosos insaciables del vulgo». Así planteaba un artículo anónimo en 1883 la figura de Emilia Pardo Bazán. La respuesta, si bien no es simple, se aborda estos días en la exposición El reto de la modernidad, visitable hasta el 19 de diciembre en el Kiosco Alfonso. La ilustre coruñesa, la Pardo Bazán, como la conocían en su época, es una de las autoras más leídas en España.
Las facetas de la condesa de Pardo Bazán son muchas y variadas, casi tantas como reconocimientos tuvo en vida. No había actividad relacionada con el arte de escribir que se le escapara: fue novelista, ensayista, crítica literaria, periodista... Para referirse a lo personal, mejor recurrir a la introducción de la muestra: «Atrevida y mordaz en sus juicios, amante de las polémicas. Apasionada y, al mismo tiempo, radicalmente antisentimental», rezan las paredes del Kiosco Alfonso. De lejos, la definen como «un personaje de una pieza», y de cerca, «como un rompecabezas». La exposición reúne doscientas obras entre fotografías, libros impresos, manuscritos, grabados y cuadros. Se organiza en cuatro etapas cronológicas de la vida de la ilustre escritora.
La primera, Los horizontes y las encrucijadas de la joven dama gallega, cuenta el director del Kiosco, Jaime Oiza. Es el momento en el que se producen tres acontecimientos importantes en la vida de la escritora: «Me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de septiembre de 1868», escribe ella en Apuntes autobiográficos. Reivindica también su profesión, «creo, y esta es mi profesión de fe, que el que tiene disposiciones para escribir debe hacerlo, empezando por poco para ir a más (...)». La muestra mezcla continuamente el plano profesional y el personal de Pardo Bazán. Su postura transgresora respecto a la posición de la mujer: «Una visión feminista en la que ella reivindica que puede hacer lo mismo que cualquier hombre», indica Oiza. También en esta etapa se sitúa un arma doble: un cuchillo que se convierte en abanico, obsequio de un candidato carlista.
La segunda etapa cronológica se extiende de 1880 a 1890: La consagración y sus fantasmas. Fue el momento de las grandes novelas. La Tribuna o Los pazos de Ulloa. Ambas ediciones originales también están presentes en la muestra. Se recoge además la separación de su marido. Esta etapa es ejemplo de una de las intenciones de la comisaria de la muestra, la historiadora Isabel Burdiel: «Mostrar la cultura de una celebridad en la época». Aparecen las incoherencias, como que «no era lo mismo ser un hombre público que una mujer pública». Durante esta época, Emilia Pardo Bazán pasa largas temporadas en Madrid y París. Sus hijos le pedían que volviese: «Tu querida hija Blanca», se puede leer en la firma en una de las cartas expuestas.
Turno para la tercera etapa: El amor, la literatura y el feminismo (1889-1898). Su éxito como escritora está cada vez más consolidado, y muestra de ello es su presencia en los círculos literarios. Su vida romántica se centra, sobre todo, en Benito Pérez Galdós. «¿Quieres que te diga la verdad? Siempre me he reprimido algo contigo por miedo a causarte daño físico», le escribía Pardo Bazán en Notas al estudio de Galdós (1891). No obstante, en esta etapa pletórica de la ilustre literata también sucede uno de los momentos más tristes, la muerte de su padre, en 1890: «El más leal de los consejeros y el apoyo de todos los momentos», le escribe en otra carta a Benito Pérez Galdós.
En 1898 comienza la cuarta etapa, que dura hasta 1921: Regeneracionismo y modernismo. Enmarca la negativa por parte de la Real Academia Española a presentarla como académica. «Un éxito para ella por todo el debate que suscitó», explica el director del museo. La Primera Guerra Mundial marca el contexto de la época. Pero sobre esto la ensayista decide no pronunciarse mientras la mujer no tengan derechos iguales al hombre.
Entre las joyas de esta etapa destacan los manuscritos con correcciones sobre su discurso inaugural del Ateneo de Valencia o una fotografía suya en los jardines de Méndez Núñez. Tampoco se puede obviar el retrato de su madre realizado por Sorolla en 1913. Entre vigas azules y con una frontera cuadrada se sitúa el espacio dedicado al pazo de Meirás. Hay fotografías inéditas de la época y de su incendio en 1978.
La muestra de Pardo Bazán se cierra con el epílogo Los años irrevocables. El final de la vida. Una etapa llena de distinciones y olvidos, hasta su muerte el 12 de mayo de 1921. La exposición también recoge lo que pasó tras su fallecimiento. Todos los usos que se le dieron a su figura, obras y legado. Entre las piezas destacadas, un costurero que la Real Academia Galega usó después como urna para votaciones.
«La autora todavía despierta envidias y admiraciones»
Isabel Burdiel es catedrática de Historia Contemporánea en la Universitat de València, biógrafa de la ilustre coruñesa y comisaria de la exposición Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad. La muestra está organizada por la Biblioteca Nacional de España, con la colaboración de Xunta, Ayuntamiento, RAE y otras entidades.
En la exposición «se recoge la trayectoria de Pardo Bazán, mezclando la vida pública y la privada». Un binomio que no se puede separar: «La muestra es ejemplo de cómo se va construyendo esa modernidad y la figura de celebridad propia de la época».
Para la comisaria, la cronología es fundamental: «El personaje se forma en el tiempo, por ello los años y lo que va ocurriendo son tan importantes». Su interés principal ha sido mostrar las múltiples facetas de Pardo Bazán: «Se mezclan el rechazo, la admiración, el humor y la magnificación. Es un personaje ambivalente que ha despertado admiraciones y rencores. Todavía a día de hoy». Todo ello, para convertirse «en una de las grandes escritoras de Europa», afirma Burdiel.
La pluma o el misal de Pardo Bazán, al alcance del público
La exposición que alberga el Museo de Belas Artes recoge su enorme legado
La tercera planta del Museo de Belas Artes de A Coruña alberga la muestra El legado de Emilia Pardo Bazán, que podrá visitarse hasta marzo del 2022. El centenario del fallecimiento de la escritora gana así un nuevo frente, mostrando las donaciones que hicieron al museo la hija de Emilia Pardo Bazán, María de las Nieves Quiroga y Pardo Bazán, y la hermana de su nuera, María Esteban-Collantes y Sandoval. «De esta forma, contextualizamos todos los objetos personales de Emilia, que no son fáciles de encontrar», explica el equipo del museo, comisario de la exposición.
Esta parte de una fotografía de 1917 en la que se puede ver a la intelectual acompañada de artistas de la época. De ahí que no solo se exhiban objetos de la ilustre coruñesa, «sino también obras de todos los personajes que tuvieron algo que ver con ella que ya teníamos en el depósito», cuenta el equipo.
La fotografía en cuestión pertenece a la inauguración de la Exposición de Arte Gallego en el Palacio Municipal de A Coruña. Pardo Bazán acudía en sustitución del ministro de Instrucción Pública para presidir el acto de apertura. Entre los rostros conocidos que la rodeaban estaban José Seijo Rubio, Manuel María Puga y Parga, Picadillo; Manuel Abelenda, Emilio Madariaga y Rojo o Alejandro Barreiro Noya, entre otros. «Se trata de un perfecto ejemplo de los círculos en los que se movía doña Emilia. Las acciones culturales en aquel momento tenían que ver con tertulias que los propios ilustres montaban en sus casas», señala el equipo técnico del comisariado.
La muestra se organiza en dos plantas. En la superior está el legado principal y más directo. Las cosas que pertenecieron en vida a Emilia Pardo Bazán. La sala de exposiciones se abre a una construcción arquitectónica en forma de cubo. Fue elaborada por Mihura Arquitectura y sus paredes externas están decoradas con espejos para aumentar la sensación de espacio «e incrementar la relación que todas las obras tengan con el legado». En su interior se encuentran las donaciones realizadas por la familia.
El cubo da la bienvenida a través del conocido perfil de la autora realizado en 1896 por el pintor Joaquín Vaamonde, para quien Emilia Pardo Bazán hizo de mecenas. «Cuando el artista enfermó, fue la madre de Pardo Bazán quien lo cuidó en el pazo de Meirás», cuenta una de las técnicas. «Se trata de un pastel muy delicado», añade.
Colección de monedas y misal
Con un pie dentro de la estructura cúbica, un retrato de la escritora elaborado por Xesús Rodríguez Corredoyra se topa de frente con el público. Se hizo en 1915 «y, por la fecha, se trata de una Emilia más madura». Lo sigue una colección de 215 monedas. Después llega el misal «que utilizó ella el día de su boda con José Quiroga y Pérez de Deza», explica el equipo. La pareja contrajo matrimonio en 1868, en la capilla del edificio familiar Granja de Meirás, que la escritora acabaría por convertir en el pazo actual.
Entre las joyas de la corona, la vitrina del cubo también expone una escribanía familiar, marcada con las iniciales de sus abuelos; una de sus plumas, el manuscrito original sobre la obra de Goya y un diminuto estuche con una plumilla de oro. En la tapa de este objeto aparece representada la alegoría de la fama con una trompeta, a la vez que se lee el nombre de Emilia Pardo Bazán en el horizonte, como símbolo de su éxito. El borde de la superficie alberga los títulos de algunas de sus obras: Los pazos de Ulloa o La piedra angular.
Doña Emilia, mecenas del pintor Joaquín Vaamonde, experto en la técnica del pastel
El espacio exterior del cubo de la exposición merece mención aparte. Enmarcado en el legado de la autora que sus familiares donaron al museo, se encuentra el tapiz Speculum humanae vitae. Sobre esta obra, Emilia Pardo Bazán comentaba lo siguiente en una entrevista concedida en 1918: «Es del siglo XV. Flamenco-gótico, en camino del Renacimiento. Representa la danza macabra. Se lo compré a un yanqui que lo encontraba triste. Y vea usted, a mí su contemplación me inspiró un capítulo de La sirena negra». «El tapiz es de iconografía funeraria y se utilizaba de fondo en las construcciones de este tipo», señala el equipo del comisariado. La simbología es directa: «La muerte llega por igual a un rico que a un pobre», explican.
Entre las figuras ilustres que acompañan a Pardo Bazán, aparece el nombre de doña Herminia Rodríguez-Borrell Feijoo. Si bien los técnicos del Museo de Belas Artes no pueden precisar cuán cercana era su relación, sí consideran que podría ser bastante próxima. La hidalga celebró su puesta de largo en el pazo de Meirás.
Su vida siguió los pasos transgresores de la escritora coruñesa. Herminia Rodríguez-Borrell fue la primera mujer española en sacarse el carné de conducir, en montar en bicicleta o en vestir unos pantalones.
Los objetos curiosos y anecdóticos de la exposición son varios. Entre 1910 y 1920 figura un abanico de la ensayista dedicado a su nuera, mujer de su hijo Jaime. La dedicatoria se firmó en el Balneario de Mondariz, lugar al que Emilia Pardo Bazán acudió todos los veranos desde 1887 hasta el final de su vida.
Hay nombres comunes en esta exposición y El reto de la modernidad, ubicada en el Kiosco Alfonso. Uno de ellos es el del pintor Joaquín Vaamonde Cornide. En ambas muestras se exponen retratos de la ilustre escritora elaborados por el artista. Los une una relación de mecenazgo. Es más, fue la propia Pardo Bazán quien lo animó a mudarse a Madrid y a convertirse «en un destacado retratista especializado en la técnica del pastel», precisan desde el museo.
La exposición del Museo de Belas Artes también recoge cómo la novelista lo utiliza de inspiración para crear a un personaje de su obra La Quimera, el pintor Silvio Lago.