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Cuando el sol se pone... de moda

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Los mejores miradores urbanos de Vigo se llenan de espectadores a la hora del ocaso

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el reclamo de ocio más barato del mundo. No se cobra entrada, es apto para todos los públicos y ocurre todos los días del año, sin fallar ni uno, aunque a veces no lo parezca si las nubes impiden disfrutarlo a lo grande, con tonos rojizos y rosados entre rayos de luz de apariencia divina. La puesta de sol, ese fenómeno natural que está al alcance de cualquiera, se ha convertido en los últimos años, gracias a la moda de instagramearlo todo, en un entretenimiento más. El astro rey, como un flautista de Hamelin pero de los colores, conduce a cientos de personas al caer la tarde hacia espacios abiertos con buenas vistas sobre la ría con las islas Cíes al fondo, que es por donde en Vigo se ve esconderse el sol cada jornada. Eso ocurría hace menos de un mes al filo de las 20.00 horas, pero desde la madrugada del 31 de octubre la cita se ha adelantado tanto que no hay que tiempo para largas sobremesas. El espectáculo del ocaso se ha adelantado una hora y no espera a nadie. El sol se despide a las 18.15 horas, como un reloj.

Los miradores urbanos desde donde contemplar en Vigo este show en el que una bola rojiza se diluye en el Atlántico son muchos, pero hay algunos que cuentan con especial prestigio por la calidad de los selfis y posteos que proporcionan a los usuarios de redes sociales. También los hay que van sin intención de subir contenidos a las redes, pero pocos se resisten a la foto.

El monte O Castro es el que tiene más público en este capítulo del peregrinaje de la estrella que nos alumbra. Las nuevas gradas recién construidas por encargo municipal no sirven, no están orientadas al oeste. La barandilla metálica situada en la cumbre de la fortaleza, —aunque vallada hace meses y con carteles que advierten que apoyarse es peligroso, pero no la reparan—, recibe cada día a decenas de personas, vigueses y visitantes apostados en el mirador perfecto. También lo es el del pequeño balcón cercano, con asientos de piedra que ha sido sustituida por vulgares bloques de hormigón. Cuando Lorenzo toca el agua y la luz se apaga poco a poco, la gente abandona sus puestos. A veces se oyen aplausos.

El Castillo de San Sebastián, a escasos metros del edificio del Concello, es otro de los tesoros del Casco Vello que eligen los que tienen menos miedo a las cuestas empinadas, para ver ocultarse el sol y contemplar la ciudad hasta los límites que le pone al horizonte el monte de A Guía.

El espigón del Náutico, que cierra el puerto deportivo con faro rojo y blanco, es también punto de encuentro para fotografías de postal que inundan las nubes digitales de nubes celestiales. El Paseo del Alfonso XII, vallado desde el año pasado, ya no sirve para tal fin y las personas que acuden a ese emplazamiento terminan colocándose delante del olivo, en el balcón sobre Poboadores.

En Vía Norte, el mirador que fue durante años uno de los más concurridos de Vigo en la curva sobre la estación de tren, tiene ahora un duro competidor en la terraza escalonada que añade el centro comercial Vialia a su oferta de ocio.

La playa de Samil, el paseo de Bouzas o el paseo de madera de O Vao o de Alcabre también son emplazamientos para captar los matices de las puestas de sol, pero más desparramados que los anteriores, sin puntos de encuentro. Al otro lado de la ría, Cabo Home, en la parroquia de Donón, es uno de los puntos más fotografiados de O Morrazo. La escultura de la caracola de Lito Portela, enmarca millones de estampas.

Ibiza lleva décadas de ventaja en su habilidad para monetizar los atardeceres. Hay locales de hostelería que cobran entrada a quienes quieren acomodarse en sus tumbonas mientras las disfrutan con copas música electrónica relajante. En Vigo todavía son gratis los crepúsculos.