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Aventura en la burga de Xermade, campamento base para explorar el Ulla

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

C. RAMÍREZ

Desde Pontevea arranca un camino seguro para conocer un enclave que la tradición dice que fue potenciado por un piadoso sacerdote

18 dic 2021 . Actualizado a las 04:50 h.

Que burga significa manantial del que mana agua caliente es algo bien sabido. As Burgas de Ourense son conocidas incluso más allá de Pedrafita. La que no es tan famosa es la que existe en el concello de Teo, antes un lugar poco recomendable porque rezumaba abandono y ahora un paraje sin par, precioso, cuidado, limpio. Y además en este tiempo es muy difícil que nadie se vaya a contagiar allí porque multitudes jamás va a encontrar el excursionista. Súmesele que hay autovía gratuita hasta A Ramallosa, y la invitación resulta poco menos que irrechazable.

Así que desde el fin de la autovía, a la izquierda, rumbo a A Estrada. Y mucho antes se interpone el río Ulla, que ejerce de frontera hoy inservible salvo para asuntos burocráticos. Y ahí se alza el magnífico puente medieval de Pontevea. A la izquierda de ese puente arranca un sendero ancho, casi una pista, al que alguien —se supone que el Concello, y con muy buen criterio— le ha colocado un enorme bloque de granito, de manera que los coches no pueden pasar. Si en vez de caminar se prefiere ir motorizado, entonces procede dar marcha atrás y meterse a la derecha y de nuevo a la misma mano, en desvíos señalizados.

C. RAMÍREZ

Pero sin duda lo bonito es caminar remontando ese Ulla que por ahí no corre demasiado bravo y cuya margen pontevedresa resulta ser puro bosque. Un corto paseo que permite llegarse a ese paraje tan bien cuidado que es la burga de Xermade. Así se llama, y tiene su historia o posiblemente su leyenda: su origen está ligado al interés de un sacerdote que se empeñó en construir una casa de baños y una piscina para que la gente sin posibilidades económicas acudiera allí a curarse. Y en efecto, la burga posee propiedades medicinales. Esa casa de baños sería, quizás, un edificio sin tejado en cuyas paredes asoma el ladrillo, y en cuyo interior hay varios bancos y mesas. Y que desde luego necesita unos mimos.

C. RAMÍREZ

Nace ahí una pista que continúa a un nivel superior al sendero, de firme muy desigual y en la que es una tontería meter un coche. La opción mejor: ir caminando por el camino cercano a la ribera misma, que se prolonga durante un tramo largo y que permite conocer islitas y recodos de cuento. Unas y otros muestran cómo cuidando el entorno —o sea, sin agredirlo— no solo la comarca compostelana sino Galicia entera es maravillosa.

A la vuelta a casa, y si el reloj no impone su dictadura, la idea es desviarse a la izquierda (hay señalización) y dirigirse hacia un santuario poco conocido fuera del ayuntamiento y aledaños: Santa Marta, con su curioso y poco agraciado campanario, su notable nártex y su también notable cruceiro. Frente a él un portón noble impide el paso a un pazo. Este templo se levantó al comienzo de una ladera que lleva al castro homónimo, pero esa es otra historia.

Y abrigándose bien, por ese camino a As Burgas van los amigos de la noche. Los auténticos, los que disfrutan viendo estrellas cuando se puede y admirándose ante los reflejos de la Luna en las aguas del Ulla que por ahí sigue corriendo manso, aunque el sonido de la caída de las aguas indica con claridad que un poco más allá hay unos rápidos. Impresionante.