Remate feliz para la peregrinación más difícil de dos pontevedreses
VEN A GALICIA
Sergio González, con parálisis cerebral, y Jenner David Ludeña, con condrodisplasia, concluyen la séptima y última etapa de su viaje a Santiago
03 ene 2022 . Actualizado a las 12:18 h.«Me siento muy bien. Feliz». Así se expresaba esta tarde Sergio González, un joven pontevedrés con parálisis cerebral, al culminar la séptima y última etapa de su peregrinación a Santiago. Era un sueño hecho realidad, un reto que a muchos les parecía imposible y allí estaba: en el Obradoiro. A su lado, en silla de ruedas, Jenner David Ludeña. A él también le costó lo suyo llegar a Santiago. Este pontevedrés sufre una dolencia de nombre complicado, condrodisplasia metafisaria tipo Jansen, que le obliga a desplazarse en silla de ruedas. «Lo he conseguido, vemos que no hay límites y si uno se lo propone puede hacerlo», sostuvo al explicar cómo se sentía al llegar a Santiago. Los voluntarios de Rodando, que velaron por la buena marcha de la ruta que comenzó en Tui hace siete etapas, también estaban como ellos, encantados de ver sus caras de satisfacción y de emoción evidentes. Un poco de tiempo para hacer la foto de rigor con la fachada de la catedral en el Obradoiro y a continuación todo tiempo era poco para sellar la compostela, que acreditaba que sí, que esa meta con la que soñaron se pudo alcanzar. Y como no podía ser menos, regreso al Obradoiro donde los protagonistas eran ellos. Los dos valientes que lo habían dado todo por conseguir hacer la ruta y que, además, lo habían logrado.
Silvia Rey, de Rodando, explicó que la última etapa discurrió entre Picaraña y Santiago. Fue un viaje de 15,78 kilómetros, que les ocupó cinco horas y media. Ella admitió su emoción al pisar el empedrado del casco histórico santiagués. Con Sergio y Jenner David hizo esta última etapa un pontevedrés más, Diego Moares, que también tiene parálisis cerebral. Silvia Rey explicó: «Somos un equipo y este camino nos unió para seguir cumpliendo sueños». Añadió: «Echamos de menos a gente que por motivos de salud no pudieron acompañarnos».
Por su parte, Jenner David no ocultaba su alegría: «Lo hemos logrado. Hemos conseguido el reto y no solo por nosotros, sino por todos los que tienen diversidad funcional». Y es que este era uno de los objetivos del viaje. No se trataba de una peregrinación cualquiera, solo había que ver a sus protagonistas, sino que también tenían como meta dar visibilidad a las personas que como ellos sufren enfermedades o discapacidades de movilidad que el gran público desconoce. ¿Qué sintió al llegar al Obradoiro? «Me llenó la emoción».
Este joven pontevedrés emprendió la ruta sabiendo, más o menos, a lo que se enfrentaba. Ya había recorrido otros retos, mucho menos ambiciosos. Este era la joya de la corona. «Yo ya sabía que iba a ser difícil». Imagínenselo en silla de ruedas por algunas de los trazados más complicados de la ruta portuguesa a Santiago.
Era un objetivo a lograr. Llamar la atención y sensibilizar. Que la gente volviese a sus casas y reflexionase. Que los tuviesen en cuenta y los tratasen como iguales. «Hay gente que ve a un chaval en silla de ruedas y creen que no pasa nada, pero luego ven los baches en el camino y van aprendiendo con nosotros», apuntó Jenner David. El camino a Santiago no es lo mismo que transitar por una cómoda alfombra en un hotel de lujo. Hay cuestas, baches, curvas y está la meteorología y los achaques propios de la enfermedad. «Callé muchas cosas, porque iba sufriendo en silencio, pero el objetivo, más que todas las demás cosas, era llegar al final», concluyó Jenner David. Y lo consiguió.
La emoción también embargó a Sergio González mientras atravesaba las calles de Santiago y avanzaba hacia el Obradoiro, donde la catedral se convirtió en el símbolo de la superación de un gran reto. Para este pontevedrés, tampoco fue nada fácil. «Fueron muchas etapas seguidas, había días que sentía que no podía más, pero hoy al llegar a Santiago, me sentí feliz», recalcó. Y esa es precisamente la sensación que transmitió a todos los que lo rodeaban. La misma felicidad con la que posó ante las cámaras con su compostela, que en su caso no es un diploma acreditativo más. Es un sueño, el suyo, que tuvo la satisfacción de tener en sus manos.