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El parador de Muxía, el mejor del país y además toda una galería de arte

Santiago Garrido Rial
S. G. Rial CARBALLO / LA VOZ

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Con máxima ocupación y valoración, las expectativas son aún mejores

28 feb 2022 . Actualizado a las 20:38 h.

El parador de turismo de Muxía ha cerrado la temporada en lo más alto de la red nacional, con un 92,5 % de ocupación hasta noviembre (en diciembre bajó por cancelaciones derivadas de la situación sanitaria, aunque recuperó en fin de año), y también la máxima continua en satisfacción de los clientes en sus encuestas internas, que finalmente se llevó el de Coria por una décima y acabó segundo. Todo un éxito para un hotel muy reciente, abierto hace año y medio, pero que en la práctica ha estado operativo un año, debido al cierre anterior de temporada, alargado por algunas reformas.

El domingo pasado clausuró esta última campaña y reabrirá el 1 de abril tras el parón invernal, en el que se acometerán los mantenimientos previstos. La del 2022 será una temporada especial, pues en noviembre se cumplirán veinte años del Prestige, tragedia que dio origen (entre otros muchos proyectos) al parador, que desde sus inicios dirige Julio Castro Marcote, fisterrán de Sardiñeiro con larga experiencia en Paradores que dejó el Hostal dos Reis Católicos para afrontar el gran reto de llevar a los clientes a Muxía y a la Costa da Morte.

¿Y qué tiene por dentro y por fuera un parador que ha empezado ya en el número uno? El exterior es evidente: un edificio de 63 habitaciones en terrazas, adaptado a la pendiente, con 14.000 metros cuadrados que miran a la playa y ensenada de Lourido, en la parroquia de Moraime, hasta la que se puede acceder a pie. En una zona que va del pinar a la playa, con dunas, ocupa unos 120.000 metros. Al otro lado de la ría se divisa el faro de Cabo Vilán.

Por dentro, el parador es una enorme galería de arte, en los matices y en los grandes detalles. Empezando por el concepto decorativo denominado Natura, a cargo de dos empresas gallegas, una de A Coruña y otra de Ordes, basado sobre todo en la naturaleza, con los colores que más la identifican (arena, mar...), y sin olvidar elementos como los toxos (verde, amarillo). Incluye «formas orgánicas», explica Castro: mesas o alfombras redondeadas que evocan las olas, o los bolos de los coídos. Hay encaje, olería de Buño. Una escultura en el ascensor, Ocaso, que cambia de luz de arriba a abajo, del amanecer a la puesta de sol. Otra recuerda a los secaderos de congrio de Muxía, y el sofá de la recepción, a la Pedra de Abalar. Las muestras escultóricas son de Leiro, Manolo Eirín, Álvaro de la Vega... Las cinco suites incluyen trabajos de geometría abstracta. Hay fotografías que hablan del mar y de la emigración: Ruth Matilda Anderson, José Suárez, Caamaño, Ferrol, Vidal, Sendón... Cartas náuticas de toda la costa, de Lariño a Caión, con habitaciones identificadas con puntos de la Costa da Morte. Pueden verse mapas con los naufragios más destacados o información sobre todas las rías en cada planta. El parador es, en sí mismo, un gran museo de la Costa da Morte.

Y si la ocupación ha sido magnífica en los meses en los que ha estado abierto este 2021, a partir del 1 de abril puede ser incluso mejor. Ya hay numerosas reservas cerradas, especialmente de eventos, convenciones, actos especiales que llenan los fines de semana. El segundo año del Xacobeo seguirá tirando mucho, apunta Castro, como ya lo hace el Camiño a Fisterra y Muxía o rutas de gran atracción como el Camiño dos Faros. Y se espera un regreso paulatino de los visitantes extranjeros, un activo fundamental de Paradores, aunque eso ya dependerá de cómo evolucione la situación sanitaria, los requisitos de viaje o los trabajos de los turoperadores. Desde la primavera se sabrá.