TESOROS | Esta decena de lugares son iconos de una comarca que aglutina muy diversas bondades
26 ene 2022 . Actualizado a las 19:44 h.Veinte mil leguas se quedarían cortas si uno quisiese zambullirse y abarcar toda historia, patrimonio, paisaje e imaginario de la Costa da Morte en tan solo unas jornadas. Sumamente rica en todo ello, se abre a los ojos de quien sabe pararse a mirar con múltiples bondades, si bien un acercamiento iniciático podría hacerse tomando en cuenta diez iconos o lugares esenciales. Vilán y todo su entorno, con la carga que tiene en cuanto a naufragios y al propio topónimo de la Costa da Morte, San Xián de Moraime y su significado para el cristianismo, el ara solis que es Fisterra, A Barca de Muxía en un municipio que ejerce suma atracción, el castillo de Vimianzo, la fervenza de O Ézaro cobijada en las faldas del Pindo, Monte Branco, Brandomil y su pasado romano, el dolmen Dombate o el parador de Lourido, máximo exponente del alojamiento de calidad en esta comarca, son capitales a la hora de recorrer espacios emblemáticos de Bergantiños, Soneira y Fisterra. Uno a uno:
Vilán y su entorno (Camariñas). La silueta del cabo y faro Vilán vista desde Reira es de esas estampas que no se olvidan. El primero de España en usar luz eléctrica, funciona desde 1896, unos años después de la tragedia del Serpent, que dio origen al Cemiterio dos Ingleses, de obligada visita.
Moraime (Muxía). La catedral de la Costa da Morte. En San Xián se asientan los pilares del cristianismo, es la referencia del románico rural y hasta de la historia. Villa romana, monasterio benedictino, refugio de un rey, frescos góticos sin comparación...
Castillo de Vimianzo. Remonta orígenes a finales del XII y comienzos del XIII. Avatares varios mediante, no hay otro con su estado de conservación en la Costa da Morte. Desde aquí se dominó la comarca y se escribió mucha historia. Alberga artesanía en vivo.
Cabo y faro Fisterra. El edificio del faro está cerrado, pero su entorno se abre al visitante sin reservas. Fisterra es misticismo, el fin del mundo conocido para los romanos, fin de Camiño, multiculturalidad, principio y fin, vida y muerte. Sus puestas de sol se aplauden.
Monte Branco y entorno (Ponteceso y Cabana). La desembocadura del Anllóns es un espectáculo de belleza y silencio. Todo este entorno que loó la pluma pondaliana guarda un aire sobrenatural en el que cabe reseñar Monte Branco, la duna rampante más alta de Europa.
A Barca (Muxía). Es un santuario referencial para los creyentes y peregrinos y lo es también para aquellos que mantienen prácticas más paganas, por todo el poso y entorno pétreo. Desde la punta da Barca de Muxía se abre una mirada al horizonte. Fin de Camiño.
Parador Costa da Morte (Lourido, Muxía). Abrió sus puertas 18 años después del Prestige, y quiso el «meigallo» que fuese en plena pandemia. En año y medio se ha situado como el mejor de España. Desde el interior al paisaje, allí está la esencia de la comarca. Cerrado por fin de temporada, reabrirá en abril.
Dombate (Cabana). Catedral del megalitismo gallego, este de Borneiro el icono de una comarca rica en dólmenes. Hace tiempo que se dinamiza con múltiples actividades culturales. Visitas guiadas gratuitas: de viernes a domingo, de 10.30 a 14.00 y de 16.00 a 18.30 horas.
Brandomil (Zas). La aldea de la historia, un auténtico viaje en el tiempo. Tiene puente, castro, vía romana y mucho de pasado en cada rincón del lugar. Un pequeño museo al aire libre hacia el que han atraído muchas miradas las últimas excavaciones.
O Ézaro (Dumbría). La cascada de O Ézaro es de primero de visitante. Un espectáculo natural este de la desembocadura del Xallas, caso único en Europa, con estas dimensiones, que conquista el mar en forma de cascada. Y todo a los pies del monte Pindo, Olimpo Celta
Una comarca de caminos, de peregrinación y de admiración, que desde luego motiva también viajes gastronómicos, pero eso daría para muchas letras más. Diez casillas para dejarse caer en este juego de descubrir que, teniendo tiempo, podría alargarse sin dudar.
Mar e interior
La propia Muxía, o incluso Carballo, con una costa excelsa y un interior que obsequia paradas como las cascadas de Entrecruces o Rus, son de esos concellos minados de riqueza para el visitante. En A Laracha pasa lo mismo: si atractivo es Caión, con su pasado ballenero, no menos lo deja de ser el monasterio de Soandres, uno de los grandes cenobios de Bergantiños. Vigías en muchos sentidos, los faros de la Costa da Morte van mucho más allá de Vilán o Fisterra: alcanzar O Roncudo es una experiencia y en Punta Nariga (Malpica) hallará el más joven, inaugurado en 1998 y diseño de César Portela, pero enclavado en un entorno rocoso y acantilado que guarda secretos de mucho tiempo atrás. También grabados.
Dicen que aquí los vientos celebran asambleas y se reparten los mares. Quedan ecos de ermitas desaparecidas y batallas. Parece que uno pasea entre seres mitológicos, sensación que el visitante también tendrá si se interna en los Penedos de Pasarela y Traba, un museo pétreo al aire libre a caballo entre los concellos de Vimianzo y Laxe, con varias rutas señalizadas y paisaje protegido sin igual. Ni en la Costa da Morte ni más allá.
Árboles centenarios, jardines que son sueños como el del instituto Fernando Blanco, puentes que permiten transitar entre la historia y la belleza, soutos, carballeiras, paseos fluviales, templos, pazos, museos y templos artesanos, furnas de mil colores como la de As Grallas... La Costa da Morte siempre da para más.