Abierto en junio de 2015, el museo recoge el legado del anacoreta y muestra una visión del artista que aún a día de hoy sorprende a muchos de los visitantes
18 ene 2022 . Actualizado a las 11:25 h.Parafraseando a Isabel Allende, la gente solo muere cuando es olvidada. Y la memoria de Manfred Gnädinger late aún con fuerza en el Camelle al que llegó en 1962 y que le vio morir 40 años más tarde. Sea la relación de causalidad o de casualidad, su muerte se vinculó siempre a la catástrofe del Prestige. Esa expresión de absoluta desolación, que capturó el fotógrafo de La Voz José Manuel Casal, ante una marea negra que llegó hasta su humilde caseta dio la vuelta al mundo.
Man fue un artista multidisciplinar que dejó su impronta no solo en su casa y en su jardín-museo, sino en todo Camelle. Ese era su trabajo más conocido, pero en el interior de ese minúsculo espacio de 12 metros cuadrados en el que vivía había muchísimo mas. Una cantidad de material que demuestra los conocimientos técnicos de Man y que prueba que nada de lo que hacía era «espontáneo», como explica Verónica Blanco Magariños, la técnica del museo alzado en su nombre.
Fue inaugurado en 2015 y en él se recoge un legado aún desconocido por muchos. «Pode que, ao principio, deixase entrar á súa casa, pero despois volveuse máis celoso da súa intimidade, así que este é un traballo practicamente inédito para a maioría», explica la técnica, que enumera a grandes rasgos el material que integra la exposición permanente: «Unha colección fotográfica de gran interese, un conxunto escultórico en diferentes técnicas e soportes (destacando, sobre todo, as crebas que facía con plásticos e botellas), corais policromados, restos de osos de diferentes animais, cadernos de artista, unha selección de obxectos que empregaba no seu día a día e unha selección de autorretratos que fixo en diferentes soportes, como madeira, táboas, telas ou empregando técnicas de electrografías», indica Verónica.
Libretas de visitantes
Aunque si hay un apartado que asombra a la mayoría de los turistas, es el de las libretas que le fueron dejando los visitantes desde 1978 hasta 2002, momento de su muerte. También la colección bibliográfica que se recuperó de la caseta: «Foi un gran lector, e autodidacta. Existiu na súa particular soidade, pero sen dúbida estaba moi ao tanto do que sucedía no mundo exterior, das correntes artísticas e literarias...».
De hecho, explica la guía del museo, su obra podría encuadrarse en el romanticismo alemán, pero también en movimientos surgidos en los años 60 que rechazaban el mercantilismo del arte y el consumismo de la sociedad. «Man empregou para a súa arte moitos elementos naturais, pero tamén integrou todo o lixo que a sociedade capitalista produce: refugallos, plásticos que recollía do mar... Esa denuncia a través da arte está moi de actualidade e pode dicirse que o tempo acabou dándolle a razón», reflexiona la técnica.
Y es que en torno a la figura de Man hay, todavía hoy, prejuicios todavía muy extendidos. Aunque hasta el museo también se acercan muchas personas que, durante su infancia, visitaron a Man con el colegio, y que a día de hoy guardan un recuerdo «moi positivo» de esa experiencia.
El recinto abre de miércoles a domingo, de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 19.30 horas, y acceder al interior cuesta un euro. La colección permanente se complementa con una réplica de la caseta, que cedió el CGAC y que está colocada en el exterior, pero también con exposiciones temporales que van pasando por el museo y enriquecen su oferta cultural: Diana Bustamante, Francesc Ramis o Amparo Sard son algunos de los artistas que en los últimos meses llevaron su obra hasta Camelle, todos ellos a través de una colaboración con el Instituto de Estudios Baleares.
El museo recibe durante el curso excursiones escolares y grupos, a los que ofrecen visitas guiadas. El verano es la época fuerte y el del 2021 fue bastante bueno (incluso en octubre hubo buenas cifras), aunque no todo es positivo. Este año, en las épocas de mayor afluencia, han tenido que lidiar con desagradables malas prácticas en torno a la caseta: «Houbo avisos de vandalismo, de xente que subía á caseta ou escalaba polas poucas esculturas que quedan. Mesmo os veciños lles chamaron a atención», lamenta Verónica.