El local del histórico pub Rahid, que mantiene intacta su peculiar decoración árabe, recobra el pulso como espacio cultural y de hostelería
29 ene 2022 . Actualizado a las 23:57 h.Cuatro décadas, la misma decoración y varios fracasos después, el espíritu del Rahid vuelve a Compostela. Ya con otro nombre, Casablanca, que encaja a la perfección si lo que se viene a la cabeza al entrar es la ciudad marroquí y la célebre película dirigida por Michael Curtiz, de cuyo estreno se cumplen 80 años. Porque el bajo, ubicado al fondo de las galerías comerciales del número 10 de Doutor Teixeiro, mantiene exactamente el mismo aire árabe de siempre. Ese ambiente era lo que buscaban los nuevos dueños, que solo tuvieron que actualizar algún equipamiento y adquirir sillones para acomodar a los clientes.
A Eva, Sera y Carlos, tres compostelanos en torno a los cuarenta años que ya tienen otros negocios en la ciudad, todavía les sobraban «un par de horas» para meterse en el negocio de la noche, dice con guasa este último consciente del lío en el que se han metido a finales del año pasado. Un lío que saben que no tiene nada que ver con todo lo que se vivió en Santiago en el último cuarto del siglo pasado e incluso en sus años de juventud. «Eso de abrir las puertas sin más y trabajar se ha acabado, y probablemente no va a volver a ocurrir», comenta Carlos, de ahí que la actividad del Casablanca Cultural, que es el nombre completo, tenga un componente muy alto de actividades de todo tipo, con conciertos, actuaciones humorísticas, mercadillos, exposiciones de arte, presentaciones de libros, sesiones de DJ o cualquier propuesta que tenga un mínimo de interés. «Somos muy eclécticos, a una noche de jazz le puede seguir una de rap», pone como ejemplo.
Eva se encarga de una programación que no pretende ser ambiciosa, pero sí muy dinámica, con al menos un par de eventos cada semana. De hecho, su estrategia es convertirse en un punto de referencia para los artistas locales, que acaban moviendo a un público relativamente reducido pero que da ambiente a un local que también tiene sus limitaciones de espacio y cuyo negocio puro está en la barra, porque todo lo que se genera por entradas va para el que se lo trabaja.
El bar abre de martes a sábado desde las siete de la tarde hasta la hora de cierre, que ha variado en los últimos meses por las restricciones de la pandemia, que le han impedido acomodarse en un horario definido pero sí ir captando a bastante público en una época tan extraña como esta.
El local del Casablanca estuvo varios años cerrado después de una discreta aventura denominada Sabáh, en el 2007, que no llegó a cuajar pero cuya propietaria tenía el mismo objetivo, montar un bar en el que pasasen cosas. Como ocurría en su etapa de los 80 y 90, que más que dorada se podría denominar plateada, por la edad de su clientela. Porque eso fue el Rahid con Paco Cereijo al frente y Julio Mirelis al piano: uno de los rincones en los que se refugiaban los veteranos que huían de las turbas universitarias. Generaban tanto humo con sus cigarros que en cualquier momento parecía que iban a aparecer por la puerta Rick Blaine y Louis Renault del ganchete.