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Aceredo, la aldea resucitada por la sequía y Portugal

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela ACEREDO (LOBIOS) / LA VOZ

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La antigua carretera que conectaba Lobios con Portugal, en la aldea de Aceredo, anegada en 1992 para la construcción del pantano de Alto Lindoso
La antigua carretera que conectaba Lobios con Portugal, en la aldea de Aceredo, anegada en 1992 para la construcción del pantano de Alto Lindoso Santi M. Amil

Decenas de turistas cruzan la frontera para pasear por las ruinas de Aceredo, anegada en 1992 para la construcción de la presa del Alto Lindoso, el mayor productor hidroeléctrico del país vecino

11 feb 2022 . Actualizado a las 13:12 h.

Sobre la carretera que conectaba Lobios (Ourense) con Portugal suele haber unos cuantos metros de agua pero, desde hace unos días, lo que hay es turistas portugueses. La antigua aldea de Aceredo, en Lobios, emergió este mes como nunca lo había hecho antes, justo cuando se cumplen 30 años del diluvio que terminó por inundar el valle por el que durante siglos discurrió parsimonioso el Limia para completar la presa del Alto Lindoso, el mayor productor hidroeléctrico del país vecino.

Hace semanas que no llueve en la imponente Serra do Xurés. Es enero, pero el sol desdeña el abrigo al mediodía. Y aunque es un día de semana, varios coches con matrícula lusa aparcan junto al acceso al pantalán que debería conectar al lago, tan escaso de caudal que convirtió la plataforma en un tobogán al abismo.

Visitantes portugueses observan los restos de Aceredo, con el pantano al 14 % de su capacidad.
Visitantes portugueses observan los restos de Aceredo, con el pantano al 14 % de su capacidad. Santi M. Amil

Uno de los visitantes es António Parente, que desde lo alto del puente sobre el embalse, un coloso sin agua que cubre sus columnas, contempla brazos en jarra y ojos achinados por el sol las ruinas de la aldea de Aceredo mientras su mujer espera aburrida en el asiento del copiloto con la ventanilla bajada. «Eu traballei nos accesos á barragem (en castellano, presa)», cuenta el hombre, que no había vuelto a Aceredo desde que participó en las obras hace treinta años. Condujo desde Viana do Castelo, donde reside, tras escuchar por la radio el estado en el que se encuentra el pantano.

El resurgimiento de las ruinas es un fenómeno mediático en Portugal que ha hecho de Aceredo un reclamo turístico. Sobre el puente están también Constança y su marido, que vienen de Braga tras ver en televisión las casas de piedra descubiertas por la sequía y se sorprendieron al descubrir que la aldea se ubica al otro lado de la raia. Al poco llega otro coche del que se baja un fotógrafo aficionado, y por el camino que discurre a la aldea descienden dos reporteros portugueses.

China cierra el grifo

Energias de Portugal (EDP), la concesionaria del embalse, ya emitió un comunicado reclamando a los concellos ourensanos de Lobios y Entrimo que vigilen los accesos a las aldeas emergidas para evitar las visitas. El caudal toca mínimos cada semana que pasa. El último informe de la Agência Portuguesa do Ambiente lo sitúa al 14 %, un nivel al que solo se aproxima un embalse ubicado al sur de Lisboa. EDP, controlada en un 21 % por China y solo en un 4 % por Portugal, justificó hace unos días que el nivel del agua en el Alto Lindoso responde a la ausencia de lluvias y al alto consumo de energía que obligó a aumentar la producción hidroeléctrica.

El chorro de agua sigue brotando de la fuente de Aceredo
El chorro de agua sigue brotando de la fuente de Aceredo Santi M. Amil

Esa combinación permitió devolver a la superficie a Aceredo y otras aldeas sumergidas en 1992 para construir la presa, proyectada décadas atrás por las dictaduras de Franco y Salazar. Todas las casas han quedado al descubierto, incluido el edificio del bar, que conserva la marca de la barra, parte de los baños y varias botellas. Incluso unas cajas de cerveza que parecen haber sido apiladas para la ocasión. Las casas de piedra parecen de terracota, cubiertas por el lodo que se seca en sus paredes. Hay boquetes, ventanas sin cristales y techos que sucumbieron al peso de toneladas de agua embalsada sobre ellos. En las construcciones siguen hornos de ladrillo, restos de electrodomésticos y hasta un coche oxidado que quedó allí aparcado. Parece un escenario de guerra.

La presa quiso destruir la memoria de Aceredo con el desborde masivo del Limia, el río que hace dos milenios confundieron las tropas romanas con el Lethes, que según su mitología conduce al olvido. La sequía insufla una vida efímera a la aldea, que se resiste a morir con algún suelo de roble incorrupto, el chorro de agua que aún brota de una fuente y los turistas que pasean por sus calles. Pero no hay ya quien recuerde, o por pena quiera recordar, lo que era esto hasta 1992.

La aldea que nunca volverá

Aceredo sigue existiendo realmente. Ahora está unos metros más arriba, con 23 vecinos censados -la mitad que hace una década-, pero las casas se ven vacías desde la carretera. El único que responde al timbre es Domingo González, acompañado por su perra Teta. Vivía en la aldea de Bao, anegada junto a la de Aceredo, y la única forma de volver a verla es leyendo el letrero de su casa, que construyó a orillas del pantano. La ingeniería evita que Bao emerja algún día. «A auga estará a 2,80 [metros] e as casas a 2,40 sobre o río. Non baixa máis porque o tubo vai máis arriba», explica Domingo sobre la tubería de captación, más elevada para evitar la filtración de lodos.

Domingo González, junto a su perra Teta, en la casa que construyó junto al embalse
Domingo González, junto a su perra Teta, en la casa que construyó junto al embalse Santi M. Amil

De Aceredo recuerda que era «o mellor sitio da Baixa Limia». «Todos os domingos viña xente a pé de todas partes arredor», recuerda. Enumera las dos salas de fiestas, el bar o la iglesia, que fue reubicada piedra a piedra junto a los muertos del cementerio. «Agora nada», se resigna el vecino, que lleva ya un año sin navegar con su bote porque no hay agua donde botarlo. «Non o recordo tan baixo como estes días», reconoce Domingo.