Numerosas granjas crean una atmósfera bucólica en los cercanos parajes abiertos y con grandes prados
31 ene 2022 . Actualizado a las 01:57 h.Siguen los contagios pero no por eso hay que quedarse en casa, sino aprovechar los fines de semana con el fin de salir a conocer las tierras de Compostela, aquellas que no están deshabitadas pero sí es posible recorrer sin cruzarse con nadie o con casi nadie. Y de paso aprender historia y geografía, que nunca viene mal. Por ejemplo, en el cercano municipio de O Pino.
La web especializada patrimoniogalego.org señala con exactitud el emplazamiento de dos yacimientos arqueológicos y los denomina mámoa 1 y mámoa 2 de Medorros, topónimo significativo donde los haya (a las mámoas se las denomina también medorras) de un lugar que alberga por lo menos a otros cinco yacimientos similares. Es decir, con casi toda seguridad un cementerio neolítico, con un mínimo de cinco milenios de antigüedad, que no es poco.
De manera que muy poco antes de Ponte Carreira, por la N-634 que va desde Santiago rumbo a Oviedo vía Curtis, se gira a la derecha. Es decir, se ha dejado atrás O Marquiño y la larga recta que se extiende después de él, y se abandona la N-634 justo en la mitad de la siguiente curva a la derecha. Y con cuidado que por esos parajes hay un radar de tráfico que los vecinos agradecen.
La pista es estrecha, recta y bien asfaltada. Y después de medio kilómetro, cuando se toma el primer cruce a la izquierda todo cambia. El enorme eucaliptal, con escasísimos ejemplares autóctonos que sobreviven de milagro, parece querer cerrarse sobre la vía, ahora más estrecha aún y de tierra, de manera que lo mejor es aparcar ahí el coche y echar a andar, que total son solo 400 metros.
En la bifurcación deberían de estar las mámoas, una a la diestra de la vía de la derecha y otra entre ambos caminos, pero no se atisba ni una ni otra. Por todas partes eucaliptos algo crecidos. De manera que se repite la pregunta, ¿dónde están esos montículos de 20 metros de diámetro uno y de 15 el otro, esos enterramientos de los antepasados de tantas generaciones antes que las actuales? Porque desde luego ver no se ven.
De modo que marcha atrás y en O Marquiño desvío a la izquierda, hacia Oíns, señal que apenas se ve porque está tirada y recolocada de cualquier modo. Por una pista estrecha nace una sensación de inmersión en un paraje nuevo, con enormes prados, espacios verdes muy abiertos, un hórreo allá al fondo en buen estado y de muy buena planta… para ir luego entre dos largos muros que no pueden presumir de altura, pero que son en sí mismos una obra de arte y una obra de ingeniería.
Se convierten, con ese toque noble, en la antesala del pazo de Porto Outeiro, su gran portón cerrado, su capilla pegada al asfalto, mientras en el lado contrario pacen docenas de vacas. Porque esta es tierra de ganaderos, y se van a ver granjas durante todo el tiempo.
Cuando se lleva un kilómetro aparece el desvío a Sobrado. No a Sobrado dos Monxes, por supuesto, sino a una humilde aldea a la que se llega dejando en la retaguardia un maravilloso túnel de árboles. Y así se alcanza un punto en que se tiene un palco de música y un campo da festa ante los ojos, que a su vez ocultan algo más bonito: la iglesia de Santo Estevo de Medín, metida en una hondonada, con un cruceiro no antiguo pero sí bien elaborado, y una construcción auxiliar presidida por una cruz y que es muy utilizada en los días de lluvia. Un agradable lugar para marcarlo como fin de una pequeña ruta.