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Vides, la aldea deshabitada en A Pontenova que volverá a la vida con el turismo rural

José Francisco Alonso Quelle
José Alonso A PONTENOVA

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JOSÉ ALONSO

La ha comprado una madrileña, que vendió su casa para hacer realidad su sueño: «Un paraíso para los niños». Tiene 22 edificaciones, incluyendo 4 hórreos

14 feb 2022 . Actualizado a las 22:30 h.

Lo dejaron todo, sus vidas, bienes y trabajos en Madrid para volcarse en un sueño: hacer revivir un pueblo abandonado de Galicia. Parece un guion cinematográfico, pero la historia tiene nombres propios, los de Malou y su hija, Atisú.

«No aparecía ni la referencias de las casas para empadronarme, pero al final sí he podido y voy a hacer todo lo que pueda para que este pueblo viva de nuevo», dice Malou Xoldhadri, la propietaria de la aldea deshabitada de Vides, en el concello lucense de A Pontenova (2.201 habitantes). Hace unos meses vendió su casa en Madrid para financiar la compra de todo el pueblo. Allí está ya a diario, volcada en su proyecto, aunque de momento reside en el casco urbano de A Pontenova, a unos cinco kilómetros, hasta que se acondicione una de las casas de Vides.

El sueño de Malou es crear una aldea infantil, Vides Vive, aprovechando su dilatada experiencia (fundó en Francia una asociación de gran éxito contra el atraso y el fracaso escolar infantil). «Cuando llegué, la maleza lo cubría todo. Aquí no se podía ni entrar -dice, señalando una pequeña casa que a pesar de su abandono, de su tejado abombado con gruesas y viejas tejas del país, presenta unas paredes perfectamente plomadas-. Fue una sorpresa ir descubriendo tantas construcciones. ¡Y tan bonitas!».

Malou tuvo tres hijos, uno en París y dos en Madrid, con su esposo, que falleció hace 36 años en el accidente del Boeing 727 de Iberia en Bilbao en el que perdieron la vida 148 personas. Un golpe en su vida que empañó pero no agotó su ilusión. Prueba de la pasta de la que está hecha lo dice otro dato: tiene otros cinco hijos adoptados.

Habrá quien vea su proyecto como algo utópico, impropio de la celeridad y el afán de inmediatez que predomina, pero al hablar con Malou se entiende cómo hay mucha gente que quiere colaborar con ella. La vitalidad de su mirada desmiente su edad biológica (que coquetamente se niega a desvelar), mientras abre una puerta y enseña un galpón donde quedan aperos de labranza: «Todo lo comía la maleza, pero esto ya empieza a florecer».

Son 22 inmuebles, incluyendo cuatro hórreos de bella factura -uno de ellos con una balconada-. Entre las casas, tres presentan un evidente mejor estado. Dos tienen las fachadas de piedra con cales, con una estética más actual. El tercero lo ocupará Malou. Se accede por unas anchas escaleras de losas de piedra, en la que desentona una barandilla verde de metal. La enseña. Abre la ventana de la antigua habitación y se asoma al campo, encantada con las vistas. Mientras observa la cocina bilbaína, en aparente buen estado, reconoce que no obstante hay mucho por hacer. Las otras dos casas serán las que restaurarán para el turismo. Y en este punto entra otra protagonista de la historia, su hija Atisú: «En agosto firmó la compra y cuando vi el pueblo me dije: me voy». Atisú trabajaba de mánager para Expedia, gestionando el servicio de operaciones de alquiler vacacional en la rama francesa, con un centenar de empleados en dos países. Licenciada en Derecho Empresarial, ahora está haciendo un máster de gestión hotelera, turismo y restauración. Como su madre, Atisú ya afronta una nueva vida en A Pontenova.

Malou explica: «Yo quería hacer una aldea infantil, un paraíso para los niños cuyos padres, familias, tengan problemas. Hay enfermedades, divorcios... los niños no tienen por qué vivir eso. Y aquí surge Vides, como un lugar para que estén perfectamente arropados el tiempo que necesiten, con asesoramiento profesional, explicándoles lo que ocurre, para después volver con sus familias. Yo quería eso, pero cuando los demás -amigos, familiares- han visto mi pueblo se han apuntado», dice Malou con una amplia sonrisa. Y añade: «El planteamiento es hacer ahora el negocio sostenible. Y es donde entra la generación siguiente».

Así que lo primero será habilitar dos de las casas para el turismo, con diez habitaciones con baño y espacios comunes, salón, cocina, etcétera. Y, después, seguir recuperando inmuebles y avanzando en el proyecto de Malou: «Aquí queremos poner un gimnasio», dice Atisú, abriendo la vieja puerta de una de las edificaciones. Y enumera: allí una huerta, aquí una zona de descanso para tomar el sol, allá un observatorio astronómico, una sauna... «Cuando empezamos a limpiar nos dimos cuenta de las enormes posibilidades que tiene Vides. Iremos poco a poco. Mi madre tiene un gran bagaje detrás y quiere dejar su legado, seguir transmitiéndolo. A mi eso me maravillaba, pero, ¡claro!, tengo una vida, una hija, tenía un trabajo en Madrid, unas facturas que pagar... No obstante, cuando vi el pueblo no dudé. Tenemos la N-640 a 400 metros, el río Eo a un paso, As Catedrais próximas, la tirolina gigante que acaban de inaugurar en A Pontenova... y como tengo experiencia en el alquiler vacacional, me enganchó».

Y así, Vides vive de nuevo. Por sus viejas calles, unas empedradas, otras trochas, un tramo con cemento, vuelve a caminar gente. La única vida que tenía hasta hace poco era de una familia que acudía de vacaciones a una de las casas, y de un familiar que aprovechaba un huerto: «Esta gente me transmite mucha historia del pueblo. Y la queremos mantener. Las casas conservarán su nombre original, como Casa Baltasar. Pero como las calles no tenían nombre se los hemos puesto, Rosalía de Castro, Marie Curie...», explica Malou.

En breve tocará comenzar las obras. Han pedido presupuesto a cinco constructores: «Lo tenemos casi cerrado, pero la experiencia nos dice que todo se retrasa. Vamos adelante. Si recibimos subvenciones se hará más rápido, pero vamos a empezar hasta donde podamos», explica Atisú.

«He vendido mi casa en Madrid para financiar esta operación y me voy a volcar en ello. Y la generación que viene, con el dinero que pueda ganar, que lo mejore», añade Malou.

Y la ilusión de que el pueblo vuelva a vivir, con la savia nueva en un concello que, como tantos en Galicia, sufre el lacerante envejecimiento de la población: «La gente está siendo muy amable. No me lo esperaba. Les gusta la idea de recuperar Vides y lo entiendo, porque a mi lo que me ha sorprendido mucho es la cantidad de defunciones que hay de gente mayor. Unos vecinos de Saldoira (una aldea de A Pontenova) vinieron por aquí después de un funeral y me dijeron que querían ver cómo Vides volvía a vivir. Fue muy bonito», concluye Malou.