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Si te despiertas en la cama de esta casa rural de Boqueixón no verás un dosel sino una lareira

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Patricia Calvelo, en la Casa Pequena do Casal, una acogedora casita rural para dos personas y un sofá-cama con una plaza supletoria. El antiguo cobertizo, utilizado antaño para aparcar el tractor y luego como sala de juegos, dispone de 60 metros cuadrados, todo tipo de comodidades para los huéspedes y una cama protagonista, bajo una lareira.
Patricia Calvelo, en la Casa Pequena do Casal, una acogedora casita rural para dos personas y un sofá-cama con una plaza supletoria. El antiguo cobertizo, utilizado antaño para aparcar el tractor y luego como sala de juegos, dispone de 60 metros cuadrados, todo tipo de comodidades para los huéspedes y una cama protagonista, bajo una lareira. PACO RODRÍGUEZ

Casa de Casal estrenará, en lo que era un antiguo cobertizo, un original alojamiento con mucha historia detrás bautizado como la Casa Pequena do Casal

23 feb 2022 . Actualizado a las 09:28 h.

Las casas rurales con encanto de la comarca de Santiago suman un nuevo alojamiento que destaca por su singularidad. Se trata de la Casa Pequena do Casal, en donde una lareira sirve como dosel para su cama y un husillo de un viejo lagar da carácter a la barra americana que conecta la cocina y la salita.

Es la nueva apuesta de Casa de Casal, una antigua casa de labranza del siglo XVIII de Lestedo (Boqueixón) que los padres de Patricia Calvelo decidieron compartir con el mundo en 2001. Ella llevaba ya un tiempo con la idea de convertir «un cobertizo que construyó mi abuelo con las piedras de un palomar en un apartamentito independiente». Cuenta que se embarcó en este proyecto justo antes de que llegara la pandemia y lo pusiera todo patas arriba. Y, entre los retrasos del covid y del papeleo, «no tuve el visto bueno definitivo del Ayuntamiento y de Turismo hasta diciembre del año pasado», explica, pues el proyecto estuvo además condicionado por Patrimonio al encontrarse el negocio cerca de la Vía de la Plata y en el perímetro de afectación de la vieja casa del cura.

Fue un parto mucho más largo de lo esperado, pero en el que la hospedera volcó toda su ilusión. Cuando le encargó el trabajo al arquitecto, dice, tenía muy claro qué quería hacer. «Antes aquí había una mesa de pimpón, una parrilla en la lareira [tendrá poco más de 20 años] que usábamos nosotros y las personas que nos visitaban para hacer churrasco y hasta hubo una canasta, colgada en unas vigas de madera que ya puso mi abuelo», recuerda Patricia, quien tuvo la idea de mantener la cambota con un nuevo uso: «Pensé: no voy a tirar esta chimenea tan preciosa, si a mí me encantan las camas con dosel». También quiso reutilizar una pieza del lagar que construyó su abuelo, la cual resistió al paso del tiempo sin doblegarse a la carcoma. «Si no la usaba en el apartamento se iba a acabar estropeando y tendría que tirarla», sostiene. Otro de los elementos que destacan en la Casa Pequena do Casal son las vigas que mantienen la estructura desde el siglo pasado, destaca esta mujer que de niña soñaba con ser médica o química y un mal profesor hizo que su rumbo girase hacia la filología, hasta que se enamoró del proyecto para la casa familiar.

Hoy ella se encarga allí de prácticamente todo: hace los desayunos por la mañana, por la tarde las cenas, el mantenimiento, ayuda con la limpieza, soluciona los contratiempos que puedan ir surgiendo en la propiedad y cuida a dos pequeñas de 5 y 6 años. Cuenta, eso sí, con el apoyo de Bibi en las tareas de limpieza, con la que de niña iba en el autobús a la escuela y coincidían en las mismas actividades que había en el pueblo. Es «mi mano derecha», afirma, y «siempre está pendiente de lo que necesitan los huéspedes». Pronto volverán a llenar de vida e historias esta casa rural, en donde antiguamente vivieron monjes procedentes de San Martiño Pinario, según unos documentos que conserva la familia.