Patrocinado por

Fene presume de uno de los muy escasos templos neogóticos de Galicia

Cristóbal Ramírez A CORUÑA

VEN A GALICIA

Cristóbal Ramírez

Un parque idóneo para los más pequeños de la familia y otra iglesia se convierten en alicientes para una jornada al aire libre

26 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Limodre puede presumir de dos templos que llaman la atención. Sin duda, el más espectacular es el que está puesto bajo la advocación de San José, levantado en un estilo neogótico realmente extraño en Galicia (¡no en Inglaterra!) que queda fijado en la retina. Conste: no se trata de un viejo y venerable edificio, sino de uno construido en la primera mitad del siglo XX.

La ventaja que tiene es que está situado en un entorno rural. Podría decirse en uno de los escasos que quedan en la península de Bezuocos. Y es en sí mismo un campamento base, con su extenso jardín, su centro escolar al lado, su gran espacio de juegos entre una y otro, y el magnífico edifico levantado por los emigrantes de esa parroquia, Limodre. Y todo ello constituye un ejemplo para Galicia entera: está impecable. Así es como debería estar todo este país, sin feísmo.

Volviendo a San José, esa enrevesada fachada de tres paños no debió de haber sido fácil de diseñar y construir, con tantos adornos y guiños arquitectónicos. Cierto: no suele gustar el neogótico en Galicia, pero vénzase ese primer impulso y admírese este templo de nave dividida en tres tramos, con un coro alto al que se accede por una escalera situada a la izquierda de la puerta principal. La descripción oficial, muy correcta, dice que «as bóvedas de crucería, as amplas ventás, as espaciosas arcas que reducen os muros ó mínimo e o sistema de estructura orgánica con esveltos e elásticos membros, fan desta igrexa o principal exemplo do neogótico existente no concello de Fene». Y es de justicia añadir: y uno de los mejores de toda Galicia.

Desde ese templo arranca una pista ascendente y muy bien asfaltada, nada agresiva con el entorno, que ofrece a los pocos metros un aparcamiento, a todas luces insuficiente. Y ahí está el parque A Hortiña, impecable, un espacio natural de enormes especies arbóreas y rincones para el descanso familiar, incluyendo otros para actividades sociales y barbacoas. Añádase una matrícula de honor.

Siguiendo esa pista, no hay que desviarse hasta ver a la diestra la señal de cementerio. Es la zona de Campanario, topónimo que permite pensar que hubo un campanario exento de cualquier templo. ¿Quizás para avisar de la llegada por mar de visitantes que nunca serían bien recibidos?

Al lado del cementerio se encuentra la iglesia parroquial, puesta bajo la advocación de Santa Olaia, un ejemplar del barroco que colonizó Galicia en ese siglo de abundancia que fue el XVIII. No resulta tan impresionante como la anterior, pero el entorno en el que se halla sí es tan relajante o más. Un final idóneo para una excursión de fin de semana a un lugar donde el covid casi no existe.