El convento adquirido por el Concello de Pontevedra guarda balones perdidos, vestigios de «ayuda americana» o baúles de las novicias
16 dic 2022 . Actualizado a las 12:40 h.«Santa Clara é coma unha cápsula no tempo». Pese a ser una de las personas que mejor conoce cada recoveco del antiguo convento, el concejal de Patrimonio Histórico, Xaquín Moreda (BNG), no deja de sorprenderse mientras guía al periodista y al fotógrafo que quieren conocer los otros tesoros que esconde el recinto que albergó un convento de clausura durante 750 años. Desde 1271 hasta que en diciembre del 2021 lo adquirió el Concello de Pontevedra. El incalculable valor patrimonial e histórico del antiguo convento es más que conocido. Pero a medida que se avanza en las labores para darle un uso público, son numerosas las curiosidades que van surgiendo para asombro de los visitantes... Y del concejal.
Balones
Recuperados del jardín. ¿Cuantos niños y niñas de Pontevedra habrán perdido balones tras el muro de Santa Clara? Es lo que tiene que durante siglos convivieran la plaza de Barcelos y el convento de clausura. Balón que volaba sobre el muro, balón que se perdía. Las pelotas nunca se devolvían, pero las monjas las iban recogiendo y guardando. En una de las estancias de la planta baja, junto al largar en el que las Clarisas elaboraban vino, apareció un enorme saco con decenas de balones. En alguno de ellos aún se lee el nombre de su dueño.
Recuerdos de vida pasada
Baúles. Las novicias que ingresaban en el convento nunca más volvían a salir de él. Muchas llegaban con baúles en los que portaban recuerdos de su vida anterior. Alguno de estos arcones también se conservan en Santa Clara, aunque hay que decir que cuando se cruzaba la puerta de entrada, las novicias se despojaban de todo su pasado. Incluso tenían que elegir un nuevo nombre.
Vida cotidiana
El quehacer diario de las monjas. Hasta el año 2017 hubo monjas en Santa Clara. Las dos últimas eran ya ancianas cuando se tomó la decisión de trasladarlas a Santiago, y hoy en día solo sobrevive una de ellas. De la vida cotidiana intramuros quedan multitud de vestigios en el antiguo convento. Como algún colchón relleno de hojas de maíz y otros de lana.
O una ingente cantidad de tarros de cristal, algunos más modernos y otros más antiguos, que hay en una de las alacenas junto a la cocina. Las monjas elaboraban mermelada con las numerosas variedades de fruta que cultivaban en la huerta y precisaban de recipientes para guardar las confituras.
Además, también quedaron en el convento utensilios de cocina y material diverso así como muebles de almacenaje sin mayor valor que el de las décadas que atesoran. O restos de un gallinero, lo que indica que las monjas no solo se nutrían de los huevos que dejaban los pontevedreses en el torno para garantizarse el buen tiempo.
Y hay que decir que no eran del todo ajenas a lo que sucedía en el exterior: paseando por las celdas y otras estancias se encuentran periódicos —de diversas cabeceras, ninguna predominante— desde los años 60 a nuestros días.
La ayuda americana
Leche en polvo. Otra de las grandes sorpresas que se encuentra el visitante en Santa Clara son restos del famoso Plan Marshall y otras líneas de ayudas que prestaron los Estados Unidos a España en las décadas de los 40, 50 y 60 del siglo pasado.
Hay dos bidones que proceden de esas ayudas —tienen sendos carteles que, aunque están muy deteriorados, detallan que forman parte de la «ayuda social americana»— y hay varias cajas (vacías), con la leyenda, en castellano e inglés, «Leche desnatada en polvo. Regalo del pueblo de los Estados Unidos. No se puede vender ni cambiar», y dos fechas: diciembre de 1961 y marzo de 1962.
Lo más antiguo
Ara romana. Más antiguo aún que el propio convento es un ara romana que se localizó en la zona de almacén del convento y se ha incorporado a las visitas guiadas. Posteriormente se supo que ya hay constancia de la existencia de esa pieza desde principios de los años 70 del siglo pasado, tal y como relató el investigador Antonio Costas, que incluso tramitó en su día su traslado al Museo de Pontevedra pero la petición ante el Arzobispado quedó sin respuesta.