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Molinos en la Costa da Morte que resisten la rueda de tiempo

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

VEN A GALICIA

TESOROS A PIE DE CASA | La comarca conserva unos pocos cientos, en un estado muy diverso

28 mar 2022 . Actualizado a las 00:18 h.

No hay parroquia en la Costa da Morte, casi no hay lugar de cierta entidad, que no tuviese uno o varios molinos de agua. Fueron básicos durante siglos para la economía doméstica, lugar de encuentro social, fuente de toponimia, espacio de intervención en los cauces... Y hoy son un evidente recurso turístico y etnográfico, memoria de tiempos pasados que en el mejor de los casos se ha rehabilitado por fuera, arreglado por dentro, y generado en su entorno áreas de paseos o esparcimiento. Hay casos mucho mejores, aquellos bien tratados y que aún funcionan, aunque ahora haya menos grano: en Montemaior, Vilar o Follente (Zas), Aldemunde...

Algunos concellos se han tomado en serio este patrimonio, con un museo como el de Golmar, en A Laracha, que ahora abre para grupos y en verano de manera regular. Desde hace mucho, gracias a la Diputación, el conjunto de O Mosquetín es un ejemplo singular en Galicia. Canduas recuperó una senda junto a varios elementos que merece un paseo, como el que se da hasta la cascada de Entrecruces, en Carballo, con un acceso junto a varios arreglados. Es como la Ruta da Auga de Zas: además de cascadas y senderos hay varias de estas construcciones. Las de Os Muíños, en Moraime, llevan directamente al mar, en un recorrido que no deja indiferente. Y también al mar caen el regato que movía los de Ardeleiro, en Cerqueda.

BASILIO BELLO

Los quince que hay en Verdes, Coristanco, son tal vez los más fotografiados, entre ese Anllóns ahí más ancho y cuyo entorno se presta para el asueto. Hay varias áreas así, mayores o menores, como la de Toba, en Cee, otro clásico de las rehabilitaciones de hace ya sus buenos veinte años. O los de Lema, en Carballo, con un acceso muy mejorado no hace mucho. Carballo preparó en su momento la ruta fluvial entre los dos puntos del casco urbano, el Muíño da Pintura y el de O Quinto.

Gabenlle, por supuesto, enclave que permite ver, aprender, andar y hasta estudiar botánica por la larga ribera del paseo. Todos estos son lugares fáciles (obligatorios) de visitar, pero dignos de ver hay muchos más. Un molino que impresiona por su tamaño está en Berdeogas, junto a unas pozas paradisíacas. También en Dumbría, los molinos de la parte alta de Santa Uxía, o los de San Crimenzo hacia Ponte peón impactan por sus fuertes losas y sus tejados de piedra, que asimismo se ven en otros puntos cercanos, insertos además en zonas en las que no hubo parcelaria, conservando cierta magia. Como la tiene el de mareas de Cereixo, en Vimianzo, único de este tipo en la comarca, una joya de la arquitectura fluvial. Y hay muchos suelos, fuera de conjuntos o de paseos, bien reparados: en Daneiro, junto al río de Vimianzo, Fornelos... El trabajo vecinal también ha jugado un papel importante en casos en los que la propiedad así lo permitía y la voluntad social lo estimulaba.

Muíños e Batáns do Mosquetín, en Salto (Vimianzo)
Muíños e Batáns do Mosquetín, en Salto (Vimianzo) BASILIO BELLO

Claro que también hay muchos molinos abandonados, demasiados; comidos por la maleza, con los techos desplomados y algunas de sus tapas expoliadas, tal vez para jardines lejanos y no tanto. Algunos con arcos y estructuras tan espectaculares como el de A Cepeira, en Carballo, camuflado en el entorno.