La tienda de Pontevedra a la que los extranjeros le piden grelos y chorizos cebolleros
VEN A GALICIA
Juncal Alimentación se inventó un negocio «gourmet» cuando esa palabra aún nos sonaba a chino. Tiene cuatro mil productos exclusivos, con jamones o quesos como referentes
22 abr 2022 . Actualizado a las 22:25 h.La tienda Alimentación Juncal, un clásico del comercio local de Pontevedra, es poco más ancha que un pasillo; una lengua estrecha de negocio en plena calle de la Peregrina cuyo espíritu es todo lo contrario a esa angostura. No en vano, sus dueños, desde los inicios del local en los lejanos años cincuenta del siglo pasado, siempre tuvieron una amplitud de miras importante. Quizás por eso lograron que los cambios de hábitos no se llevasen por delante lo que comenzó como un ultramarinos y que hoy es un negocio referente del mercado «gourmet» donde trabajan de forma fija todo el año cinco personas, con refuerzos en Navidad y verano.
Vayamos a los negros años cincuenta en aquella España del hambre. Los hermanos pontevedreses Juan y Lino Juncal trataban de ganarse el pan como empleados de Renfe. Pero un tercer hermano suyo, que había vivido la emigración, les dijo que si querían progresar lo que tenían que hacer era abrir un negocio. Le hicieron caso y, así, en la década de los cincuenta, nació la primera tienda de alimentación Juncal en Pontevedra. Estaba ya en la calle de la Peregrina —enfrente del local que ocupa actualmente— y tenía al fondo lo que le llamaban «o buraco»; una bodega en tierra que hacía de taberna.
Alrededor de 1975, los hermanos Juncal decidieron separar sus caminos. Y Lino Juncal siguió con el negocio de alimentación en el local de enfrente, sin abandonar la céntrica calle Peregrina. El hombre dio buena muestras de innovación, tal y como recuerda su nieto Roberto Juncal, actual responsable del negocio: «En vez de un ultramarinos como los que eran habituales entonces puso un autoservicio». Se adelantó, por tanto, al florecimiento de los supermercados. Su apuesta funcionó bien durante décadas. Y su hija Julia Juncal tomó el relevo, convirtiéndose ya en la segunda generación del negocio. Pero, en la década de los noventa, las grandes superficies se comían toda la tarta y ella sintió que había que hacer algo. «Mi madre tuvo que decidir si se conformaba con ser una tienda de los olvidos, es decir, de esa compra de última hora, o si quería intentar ser una franquicia de algún supermercado. Y ella no quiso ninguna de las dos cosas... optó por dedicarse a productos de mucha calidad y exclusivos, lo cual al principio parecía un poco una locura», cuenta Roberto.
De un plumazo, Julia borró de sus estanterías las míticas pastas Gallo, las galletas Fontaneda o los paquetes de azúcar. Y comenzó a comercializar los mejores productos gallegos y nacionales; jamón con una calidad suprema o quesos de esos que son una bendición para el paladar. Acertó con su apuesta y el negocio llegó a la tercera generación convertido ya en un referente para quienes buscan ese vino de autor de sabor descomunal, los garbanzos de la mejor cooperativa o los chocolates que no se topan en el terminal del supermercado. Julia se jubiló con los deberes hechos y primero se incorporó a la tienda Conchi Cotilla, su nuera, y luego lo hizo Roberto Juncal, su hijo, que dejó su oficio de comercial de bodegas para seguir con la tienda. Ambos llevan las riendas ahora.
Roberto y Conchi cuentan que su tienda tiene mucho de romanticismo. Ellos no compran el género a un distribuidor y lo suman a las estanterías. Cuentan con más de 200 proveedores y son ellos los que suelen salir a buscar productos. «Nos vamos a Asturias y buscamos quesos o viajamos a Guijuelo a probar los jamones. De Burgos traemos morcilla, a Navarra vamos a por chistorra...», explica Roberto. En nada, estarán en el Salón Gourmets de Madrid probando nuevos sabores con los que sorprender luego a la clientela. Además, una vez que traen el material, toca hacer cata colectiva: «Nosotros y los trabajadores nos llevamos a casa un chorizo o lo que sea y antes de venderlo lo probamos, porque así comprobamos si el producto tiene calidad suficiente y, si es así, se lo podemos ofrecer con garantías al cliente», dice Roberto Juncal.
Hace unos años se lanzaron con una tienda veraniega en Sanxenxo. Les funcionó y siguen abriéndola cada estío. Además, apostaron también por el mercado digital. Y ahí empezaron a descubrir las ganas de buenos alimentos que hay en el mundo, sobre todo entre los hijos de los emigrantes gallegos. Mandan grelos deshidratados a Portugal o Alemania y se las vieron y desearon con Aduanas para hacer llegar unos chorizos cebolleros a Estados Unidos. Sus estanterías, como su mercado, también se abrieron al mundo y al lado de una botella de un tinta femia de O Morrazo está una de un vino australiano. Todo coge. O no. Solo lo que filtran sus paladares.