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Perdió una pierna, fue adicto y durmió en la calle: la historia de superación del hombre de titanio

La Voz REDACCIÓN

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 Un accidente a los 21 años de edad cambió para siempre la vida de Paul Montiel. De origen venezolano y afincado en Gijón, este hombre vive con una prótesis de titanio en su pierna derecha y con 80 clavos en su pierna izquierda, algo que no le impide superar numerosos retos, entre ellos, el Camino de Santiago
Un accidente a los 21 años de edad cambió para siempre la vida de Paul Montiel. De origen venezolano y afincado en Gijón, este hombre vive con una prótesis de titanio en su pierna derecha y con 80 clavos en su pierna izquierda, algo que no le impide superar numerosos retos, entre ellos, el Camino de Santiago XOÁN REY | EFE

De origen venezolano y afincado en Gijón, Paul Montiel vive con una prótesis y con 80 clavos en su pierna izquierda, algo que no le impide superar numerosos retos

28 abr 2022 . Actualizado a las 19:51 h.

Un accidente a los 21 años de edad cambió para siempre la vida de Paul Montiel. De origen venezolano y afincado en Gijón, este hombre vive con una prótesis de titanio en su pierna derecha y con 80 clavos en su pierna izquierda, algo que no le impide superar numerosos retos, entre ellos, el Camino de Santiago.

Montiel tiene 51 años y a lo largo de su vida se ha enfrentado a diversas dificultades. Cuando era joven, mientras comía en la calle en un puesto de arepas, dos coches colisionaron y la llanta de una de las ruedas salió disparada y cortó su pierna derecha. La otra, que también sufrió heridas, pudo ser salvada tras numerosas operaciones y permanecer un año postrado en una cama hiperbárica.

«Ahí empieza una época bastante fuerte de caídas y levantadas. Espero que ya no caigamos más, aunque si caemos nos volveremos a levantar», cuenta a Efe Montiel, que asegura que tras el accidente sufrió una fuerte depresión, en la que se volvió adicto al alcohol y las drogas y, por el camino, se divorció de su primera mujer, de origen gallego.

«Toqué fondo. Es un golpe muy duro perder una pierna, pero lo peor fue la recuperación de la otra. El médico me dijo que no iba a caminar en cuatro años, pero a los seis meses estaba en Miami, dando conferencias de cómo subir escaleras con miembros amputados».

Montiel cuenta que a pesar de que en Venezuela tienen «muy buenos médicos», no tenían la tecnología suficiente para salvar su pierna, por lo que se trasladó a Estados Unidos.

Tras recuperarse regresó a Venezuela, pero todavía con una fuerte depresión. Allí se casó por segunda vez, con Sonia, de origen asturiano, con la que tuvo hijos y con la que pasó «14 años muy bonitos»: «Volví a recuperar la vida con el deporte. Vi nacer a mis hijos. Regresé a mi trabajo social», comenta.

Sin embargo, con 46 años comenzaron las «recaídas». Montiel participó activamente en las protestas contra el Gobierno de Venezuela, junto a miles de jóvenes, en más de un centenar de marchas.

«Me puse la bandera de Venezuela en la pierna para luchar por mi país. Fue David contra Goliat. Vi morir a gente a mi lado, luchando contra balas y nosotros con pancartas. Me hice muy viral y el Gobierno me puso el ojo», explica.

Así empezó a ganar popularidad: llegaron los eventos y programas de televisión y Montiel comenzó a perder «demasiadas cosas» y a tomar alcohol «a escondidas». «Pensaba que lo podría controlar, pero me estaba yendo para un precipicio sin salida», asegura.

Tanto sus hijos como su esposa salieron de Venezuela por presión política y se fueron a Gijón. Él se divorció y acabó en Madrid, con 30 kilos de sobrepeso y una fuerte adicción, que le llevó incluso a vivir en la calle.

«Cuando te dejas de querer no puedes querer a nadie. Me estaba flagelando por los errores cometidos y por todo lo que había perdido. Por primera vez en mi vida me dieron ganas de morirme», reconoce.

Tras meses durmiendo en diferentes plazas de Madrid con lo puesto, decidió ir a Gijón y pedir ayuda a su familia. En esa época conoció a Eiling, su actual mujer, que junto a Sonia le apuntaron a Proyecto Hombre Asturias.

«Allí había 40 personas con batallas personales e historias muy fuertes. Conocí a gente maravillosa, pero con muchas adicciones y con depresiones y demonios internos», relata.

Proyecto Hombre ayudó a Paul Montiel a salir del agujero. Tras meses de desintoxicación, terapias y deporte, perdió los 30 kilos que le sobraban y con «disciplina» recuperó las riendas de su vida. Todo ello con una pandemia de por medio, que mantuvo encerradas a muchas de estas personas con problemas en el centro, sin poder salir o recibir visitas.

El relato de su vida y cómo superó sus adicciones sirvió a Montiel para escribir un libro, «El hombre de Titanio» (Bubok), con prólogos de Proyecto Hombre y de Irene Villa, gran amiga suya.

Ahora, cuenta con un gimnasio en el que ayuda a la gente a entrenar y a superarse. También da conferencias por España y se atreve incluso a hacer un triatlón. «Yo tengo una pierna amputada, pero hay gente que tiene amputación mental y para eso no hay prótesis», afirma.

Entre otros proyectos, ha realizado además un documental de surf con Carmen López, la primera surfista ciega en participar en un mundial adaptado, en el que consiguió la medalla de bronce; o el documental «Invisibles», sobre personas que viven en la calle.

Su sueño es ir a los Juegos Olímpicos de París en 2024 en alguna disciplina: «Creo que será remo, aunque también podría ser atletismo», asegura. Pero antes, ha querido sumar a su larga lista de retos el Camino de Santiago, que comenzó el pasado sábado en Sarria (Lugo) y que ha culminado este jueves en Compostela.

«El Camino es magia, esperanza, empatía. Hoy hemos perdido la empatía con la situación del coronavirus y con la guerra. Pero aquí todo el mundo te ayuda con una sonrisa. El mundo en general debería ser un eterno Camino de Santiago», asegura.

«Tengo 80 clavos en una pierna y las subidas y bajadas son duras. Pero esto no es una competición. Es un camino con uno mismo. No se trata de quién llega primero sino de saber llegar y disfrutar el camino» reflexiona Montiel.

Un hombre que considera que el presente es «un regalo», que sin duda seguirá llenando de retos apasionantes, en los que rendirse «no es una opción», informa Efe.