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Ruta de los petroglifos de Teo: senderismo por la Edad de Bronce

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xoan a. soler

Los 11,87 kilómetros de la ruta homologada PR-G 238, de dificultad media, permiten conocer una área rupestre de las más importantes de Galicia en plena comarca de Santiago y a un paso del Camino portugués

08 feb 2024 . Actualizado a las 22:35 h.

Compostela es mucho más que el Camino de Santiago, aunque cualquier itinerario natural y cultural suele estar a un tiro de piedra de alguna de las rutas que convergen en el Obradoiro. Y la ruta de los petroglifos de Teo no iba a ser una excepción, ya que sus casi doce kilómetros de itinerario circular de dificultad media discurren muy cerca del Camino portugués.

Para conocer este patrimonio rupestre, datado en la Edad de Bronce (3300 a. C- 1200 a. C), es necesario ejercitar la vista, aprovechar las primeras y las últimas horas del día para ver mejor los surcos y bajo ningún concepto marcarlos con ningún material por inofensivo que pueda parecer.

En el recorrido, homologado por la Federación Galega de Montañismo porque solo el 5 % del itinerario tiene asfalto, pueden observarse trece petroglifos, 33 mámoas y una emocionante sorpresa. Arranca en Cornide, junto a una capilla y pasa por el río Angueira. Tras disfrutar de un bosque de ribera con puentes, pozas y molinos se observan dos de los petroglifos más significativos con círculos concéntricos y una escena de caza con jinetes acosando a un grupo de ciervos.

En el siguiente tramo hay tres estaciones numeradas bajo el nombre de Outeiro do Corno. En la primera está uno de los grabados más representativos de Teo por su diseño cuadrangular, que semeja un escudo. La ruta sigue hasta O Fondao, el único petroglifo con motivos geométricos.

A medio camino se sube al Monte Piquiño, desde el que se vislumbra el límite natural entre los valles del Ulla y el Sar, con espectaculares vistas del Pico Sacro y de Castro Valente. Este lugar acoge una de las áreas arqueológicas más significativas de la Galicia rupestre.

¿Un pequeño Stonehenge?

El itinerario bordea el monte en el que está identificada una necrópolis megalítica de 33 túmulos y diez estaciones rupestres. Y en este enclave está el misterio sin descubrir: dos círculos líticos en un lugar al que la tradición oral le dio el nombre mágico de Eira dos Mouros. Y no solo eso, ya que las historias que se transmitían en Teo hace no tanto tiempo hablaban de una laguna circular contenida por las piedras que se generaba en la época de fuertes lluvias. Solo una excavación arqueológica podrá determinar si en lo que allí queda se conservan vestigios de un pequeñito Stonehenge.

Entre los grabados prehistóricos, sobre una roca inclinada con grietas naturales y roturas provocadas por canteros para extraer piedra, hay varias combinaciones circulares (una tiene ocho anillos y mide un metro de diámetro), una espiral y diez animales (varios ciervos machos reconocibles por su cornamenta y otras especies que pueden ser perros, lobos o zorros).

Otro de los petroglifos de referencia de esta ruta, en la que también hay señales modernas de marcas de cantero, es el popularizado como Trono da Raíña. En este enclave, cuando en el solsticio de invierno sale el sol justo por detrás de este trono, los rayos alumbran otros petroglifos, los de Meau.

Pendientes del sol

Para ver los petroglifos hay que ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde.

Visitas guiadas

El Concello y A Rula hacen visitas guiadas, algunas de noche con luces adecuadas.