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Ton Vidal: «No llevo ni un año con el área de autocaravanas y tuve gente hasta en enero»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO DE COMPOSTELA

VEN A GALICIA

Ton Vidal abrió en San Marcos un área para caravanas, autocaravanas y furgonetas campers
Ton Vidal abrió en San Marcos un área para caravanas, autocaravanas y furgonetas campers PACO RODRÍGUEZ

Campista desde niño, y vendedor en Santiago de furgonetas camper, la pandemia le dejó sin trabajo. Ahí se decidió a montar Lavacolla Camper Park. En once meses ha logrado hacerse un nombre entre los autocaravanistas

06 jun 2022 . Actualizado a las 23:53 h.

No se aventura a decir si este verano, como sucedió el pasado, el 90 % de los autocaravanistas que entrarán en su cámping serán nacionales. «Pensaba que llegado junio los extranjeros, de los que vivo desde septiembre, remitirían, pero pasan los días y no es así», resalta agradecido Ton Vidal, el fundador de Lavacolla Camper Park, el área privada para casas rodantes que abrió el pasado julio en San Marcos. En la hora durante la que hablamos piden pernoctar en el recinto tres con matrículas de Irlanda, Francia y Suiza. «Hay días en los que solo hablo inglés. Ya me salen palabras en ese idioma con mi mujer y mi hija», apunta riendo. «Trabajo casi doce horas al día, pero estoy a gusto», añade al explicar su giro laboral.

Nacido en Ferrol hace 52 años, fueron los traslados de su padre, el catedrático Antonio Vidal, los que, con 11 años, le trajeron a Santiago. «Aquí fue director del instituto Rosalía de Castro. Yo entré en el Eduardo Pondal porque el suyo aún era solo femenino», evoca risueño sobre una etapa tras la que estudió para ser analista químico y se licenció en Enxeñería Forestal, dos ámbitos en los que no ejerció. «Justo ahí abrió El Corte Inglés y accedí al departamento de ropa de caballeros. En el 2003, en plena bonanza de venta de coches, los concesionarios buscaban gente con bagaje comercial y me cambié al mundo del motor, mi pasión», aclara. «Yo llegué a tener dos coches clásicos. Ahora conservo una vespa y una caravana, aquí aparcada», señala.

«Durante 18 años trabajé en Seat, Opel y Volkswagen. Hasta la crisis era un no parar. Me acuerdo que en un diciembre vendí 26 coches», acentúa. «En la última firma, en Yáñez, me especialicé en furgonetas camper, por las que aposté, convenciendo hasta a mi jefe. Veía el furor de los vehículos vivienda. Si en nueve años se habían vendido tres, yo en uno di salida a diez», afirma ante su acercamiento al sector. «Los clientes decían que veían necesarias más áreas de aparcamiento en Santiago. Eso en la pandemia me dio para pensar. Me surgió la idea de mi negocio. Cuando en el 2021 me quedé sin trabajo di el salto. Conocía el sector. Además, siempre fui campista. De joven monté aquí un grupo de scouts, Ashanti, y era monitor», argumenta sobre un proyecto al que dio forma y ubicó.

«Me fijé en esta finca, que era conocida como la del butano por su anterior negocio, un depósito de bombonas. Muchos vecinos se acuerdan que tenía pintadas dos amarillas en la puerta, y un dragón. Las instalaciones eran de 1965, pero se ajustaban a lo quería», defiende. «Rehabilité casi todo yo. Me encanta el bricolaje. Fue mucho trabajo, pero ya abrí con 30 parcelas», explica, reconociendo que desde el inicio no pasó desapercibido.

«Cuando abrí, una de las primeras cosas que pensé fue el logotipo. Me acordé del metro de Londres. Probé y me gustó», aclara. «Muchos me preguntan por qué llamé al área Lavacolla Camper Park si su dirección es San Marcos. Siempre digo que estamos en tierra de nadie, en el límite. Lavacolla es conocida entre los peregrinos», explica
«Cuando abrí, una de las primeras cosas que pensé fue el logotipo. Me acordé del metro de Londres. Probé y me gustó», aclara. «Muchos me preguntan por qué llamé al área Lavacolla Camper Park si su dirección es San Marcos. Siempre digo que estamos en tierra de nadie, en el límite. Lavacolla es conocida entre los peregrinos», explica PACO RODRÍGUEZ

«Los autocaravanistas empezaron a dejar buenas valoraciones en Google y en las aplicaciones que manejan. Apreciaban tener servicios como lavandería o cafetería y ponían el foco en el idioma. Pasé de no ser conocido a tener un nombre. Holandeses o alemanes entran y preguntan directamente por mí. Eso me sonroja, pero me ilusiona», destaca, sin negar que sigue esos comentarios. «Son el boca a boca. Yo, de hecho, no tengo web, no la necesito», asegura antes de reflejar con más datos su buena acogida. «No llevo ni un año y tuve gente hasta en enero, aunque fuesen cinco al día. Este mes me van a llegar 25 autocaravanas de golpe en una jornada. En julio espero recibir en total 900», encadena sobre un auge al que no ve vuelta atrás. «El autocaravanismo no es una fiebre pasajera. En muchos países lleva 50 años», enfatiza mientras, sin descanso, avanza más planes.

«Para este verano voy a sumar seis parcelas. Además, estoy montando un minicampo de fútbol; otro, pensando en los franceses, de petanca; y uno de chave. También, un merendero donde haré queimada, con procesión, conxuro y gaitas», sostiene enlazando con otra de sus querencias, la musical. «Toco la batería en una banda. Ensayamos en el cámping y los clientes lo disfrutan. No olvido un día en el que tres parejas de escoceses, irlandeses e ingleses, que no se conocían, al ver los instrumentos pidieron si podían tocar. Cada una había traído un acordeón. Entonaron el himno escocés. Fue precioso. Aquí hay buen ambiente», remarca. «Me encanta tratar con la gente. Estoy feliz», concluye.