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San Nicolao, punto de encuentro de familias y amigos en Frades

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

C. Ramírez

Es una ruta idónea para dejar el coche y rodar en bicicleta

04 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay auténticos tesoros naturales, escasamente mutilados por la mano del hombre, que por alguna razón permanecen en el terreno de lo ignorado. O casi. Por ejemplo, el cercano concello de Frades, a menos de media hora de Santiago, con parajes muy verdes, un par de valles espectaculares, sin un gran monumento pero con entrañables edificios. No vive del turismo, y se ven granjas aquí y allá, con vacas pastando. Desde el principio hay que decir que Frades tiene dos puntos negros. Uno es la señalización. Existe, pero en tan mal estado que parecen desechos. Y el otro es algo que hiere no solo la vista sino también la dignidad de las personas que las utilizan: unas paradas de bus tercermundistas. Los habitantes de Frades se merecen algo mejor.

Pero excepto eso, nada impide disfrutar de una excursión que debe comenzar en O Cruce. O sea, cogiendo en la rotonda del centro de Sigüeiro la carretera de la derecha que tira hacia Garabanxa, de buen firme y gran generosidad de curvas, y que remata a los 15 minutos en ese cruce donde abre sus puertas un bar, casa Cardama.

Y de frente se entra en la DP-3801, en el municipio de Frades, con la casa do concello a la izquierda, una pequeña plaza, un banco y, desde el 2002, el monumento al emigrante. Ese es el lugar idóneo para dejar el coche y subirse a la bicicleta quienes prefieran dar una vuelta sobre dos ruedas. Tanto esa carretera como las pistas son estrechas, con firme aceptable y con tráfico mínimo. Además, no abundan los desniveles. Y si lo que se quiere es no rodar por asfalto, a la izquierda ya se abren en pocos metros dos caminos anchos y cómodos, por medio de bosques. Son pistas de concentración casi paralelas, que se cruzan en ángulo recto con otras. El entramado permite dar un largo paseo descubriendo rincones muy gratos aquí y allá.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Pero si se prefiere el coche, a la izquierda en la bifurcación (por la derecha se va a una empresa) y la carretera, sin subidas ni bajadas, deja a la diestra los campos de A Cachada y Pedregal para aproximarse a San Martiño de Riba y a San Martiño de Abaixo, separados por la carretera. Y antes de alcanzar las casas la parada es casi obligada en el templo parroquial, bien cuidado, con un cruceiro muy elegante y de proporciones muy equilibradas.

La iglesia es el típico ejemplar barroco del mundo rural gallego, con una sola nave rectangular un poco más estrecha en la cabecera, muy escasa en ornamentación toda ella. En la fachada, coronándola, una espadaña de dos arcos de cantería granítica y con pináculos. Otro acierto, en este caso de Turismo de Galicia, es el haber colocado en todos los templos del municipio un discreto panel bilingüe explicando qué es lo que tiene el visitante ante los ojos.

Entre las casas, un hórreo que nadie calificaría de bonito a la izquierda y otro mucho más pequeño, de madera, a mano contraria que pone una nota casi humana; es una obra de arte popular cuyo estado hay que evitar que se degrade.

Y a los 2.800 metros de O Cruce, desvío a la derecha, con los bordes de la vía que parecen un jardín. En otros 800 metros el excursionista pisa un alto donde se encuentra la capilla de San Nicolao, en un paraje tranquilo. El templo se alza en medio de una carballeira que ya fue más espesa de lo que es, con numerosos bancos y mesas que la convierten en punto de encuentro de familias y amigos. Lo único que desentona es el estado de la fuente de dos caños. No porque se vea deteriorada —de hecho, es de 1871 y se rehabilitó en el 2011—, sino porque no cumple su función: no echa agua.

En las cercanías permanece el topónimo Castro, pero no se distingue amurallamiento alguno. ¿Estaría la aldea prehistórica bajo esta capilla levantada a 428 metros sobre el nivel de las olas? Dudoso, pero no imposible.