En los dos extremos del mar de Carballo, la marea baja descubre paisajes insólitos llenos de cuevas y furnas, praderas de piedra en un entorno de llamativos acantilados, en algunos casos de complicado acceso
16 dic 2022 . Actualizado a las 20:49 h.El mar del municipio de Carballo suele asociarse, y con razón, a sus kilométricas playas de Razo y Baldaio, a sus tres banderas azules y otros sellos de calidad, a las dunas y marismas, al destino internacional de surf, al refugio de las píllaras o a la gran laguna. Son asociaciones lógicas para una amplia y muy variada franja litoral de 16 kilómetros repartida en cuatro parroquias: Razo, Lema, Noicela y Rebordelos. Y justamente en cada uno de esos extremos, a Este y Oeste, en el límite occidental con Malpica y en el oriental con A Laracha, se esconden unos lugares de extraordinario encanto, que generalmente (todavía) pasan desapercibidos.
El más accesible, porque tiene una pista de zahorra paralela que conecta con Caión y Leira, es el entorno de la Furna Furada, un accidente pleonásmico con sentido: es una gran furna marina con dos entradas (ahí se rodó una escena de la serie Néboa), y al mismo tiempo con un gran hueco circular en su techo. A unos metros en sentido Caión existe otra elevada furna doble, por la que en invierno cae un regato manso que evoca las cascadas que vierten al mar. Y en todo su entorno (hasta la playa de Arnela, siempre en la parroquia de Rebordelos) hay más cuevas, pequeñas y grandes, que solo pueden verse con marea baja. Este es el mejor momento de disfrutar del panorama, sin agua: con la marea llena se pierde más de la mitad de ese panorama pétreo, al que resulta imposible acceder. Ojo en todo caso con los descensos, muy resbaladizos.
Al otro lado, en el límite con Malpica, se levantan unos llamativos acantilados entre el final de Razo da Costa y la parte baja del lugar de Santa Mariña: As Cacharras, As Percebeiras, O Chan de Razo, la playa de A Pradeira, O Ghicho... Microtoponimia que identifica lugares muy próximos, pero a los que se puede tardar en acceder debido a la orografía y la vegetación, y también a la falta de señalización. La más sencilla es As Percebeiras, con una pista desde la carretera que conduce a Santa Mariña que es mejor evitar. Algunos coches, sobre todo pescadores, aún bajan, pero su mal estado anima más a hacerlo a pie y percibir el ronquido marino en el descenso. Ese lugar también fue bautizado de manera oficiosa durante algunos años como As Catedrais de Razo, por los salientes, arcos y corredores en varios de sus puntos, algunos especialmente llamativos. Pero el fuerte oleaje, la dinámica habitual en lugares en zonas de embate, acabaron por derribar la parte más vistosa. Es igual: bien merece una visita.
Lo más llamativo está en el extremo, hacia O Guicho, otro saliente que hace años, en un temporal, se quedó medio separado del borde. Para acceder, además de con gran precaución, hay que hacerlo con mucho tiento, bajando por un camino poco transitado, y después una especie de sendero menos usado aún con fieitas de más de dos metros en un tramo. Solo se puede (debe) descender con marea baja (un vecino cinceló hace años en la roca una especie de escalones), y el paisaje es de cuento: pradera de piedras (y de arena hacia la parte de Malpica) cubiertas de algas, pozas, salientes montañosos...