Su discurso repasó las numerosas huellas del Camino en todo el mundo
27 jun 2022 . Actualizado a las 22:27 h.Es en la escalinata de acceso a los restos del Apóstol Santiago donde se concentran realmente las huellas del Camino. Las físicas, porque los pies de millones de peregrinos han ido desgastando los peldaños en sus últimos pasos: los que los llevan a visitar los restos de Santiago que se descubrieron con la primera inventio en el siglo IX y cuyo redescubrimiento por parte de López Ferreiro, en una segunda inventio, revitalizó la peregrinación, ese impulso que Goethe (muchas veces mal citado) nombró constructor de Europa.
Esa imagen, la de unos peldaños erosionados, fue quizá la más potente del crisol de huellas con que Darío Villanueva compuso su discurso de ingreso como miembro numerario de la Academia Xacobea. Un discurso que puso de relieve el papel del Camino como «columna vertebral para sustentar a lo largo de los tiempos la pervivencia» de una Europa diversa y pluralista forjada en una cultura y una historia compartida.
Ese subrayar la vocación europeísta de la ruta jacobea fue no solo el hilo conductor de su discurso de ingreso, contestado por Teresa Carballeira, catedrática de la USC —institución de la que Villanueva fue rector entre 1994 y el 2002—, sino que ha sido también el relato expositivo de Las huellas del Camino, una exposición con más de 200 piezas que, a través de las distintas acepciones que tiene la palabra huella, crea una cartografía de las repercusiones jacobeas.
Primero fue en Europa, pero el fenómeno de la peregrinación al finisterrae acabó por desbordar y hoy inunda todo el mundo. Citaba Villanueva al filósofo materialista asturiano Gustavo Bueno para ilustrar cómo la peregrinación no podía quedar contenida en Europa, algo que se ve, por ejemplo, en el importante número de peregrinos orientales.
Junto a Darío Villanueva, fueron investidos Xosé Luís Barreiro Rivas, José de Cora, Íñigo Méndez de Vigo y María Pérez de Herrasti y Urquijo, que pasan así a formar parte de una institución volcada en más de 80.000 kilómetros de huellas —en su acepción más machadista: se hace camino al andar—, docenas de rutas y los millones de personas que han seguido el camino jacobeo, aún hoy transformador: «Quienes llegan a Compostela no son las mismas personas que semanas o meses atrás han dejado la rutina de sus vidas para encontrarse consigo mismos», remataba su intervención Darío Villanueva.