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En Fisterra también se podrá beber vino que ya envejece en el fondo del mar

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

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ALICIA CARRILLO

Los responsables de La Bayonnaise preparan un proyecto que permite al cliente hasta sumergirse a por la botella

28 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de las botellas de vino que envejecen en el fondo del mar sigue siendo algo muy llamativo, pero no es nuevo. En las Rías Baixas ya hay quien lo hace aprovechando la bateas, por ejemplo. O en el cañón del Sil. Otra cosa es llevar los vinos al lecho marino, y que el cliente después pueda incluso sumergirse para buscar la botella y llevarla a la superficie. O, si no quiere hacerlo, navegar hasta su vertical y ver cómo los buzos profesionales lo hacen, gracias a la cámara que van con ellos. Y, de paso, aprender de naufragios (los vinos están situados junto al casco de un barco hundido) y del medio marino. Y, más tarde, probarlo, ya sea con una comida o en una degustación enológica. Y todo esto, en su conjunto, sí es una propuesta más llamativa y desde luego novedosa.

En eso están trabajando desde hace tiempo Alicia Carrillo, experta buceadora, y Gonzalo Insua, el matrimonio responsable del restaurante de Fisterra La Bayonnaise, abierto hace casi seis años. Un local tematizado en torno a los naufragios y los buques. Y ahora quieren dar un paso más en lo que Alicia denomina «preproyecto». Quedan aún meses para que eche a andar, pero ha habido que dar pasos importantes: el que más, llevar botellas al mar, a ver cómo evoluciona el vino. Cómo influye la temperatura, la luz, las corrientes, la presión... La idea es tener las botellas unos seis meses en el agua, y después (será en septiembre), los enólogos analizarán el resultado.

ALICIA CARRILLO

Las botellas están en una jaula de acero inoxidable, amarradas con cadenas al casco de un barco hundido hace 70 años (como son menos de cien, no necesita permisos especiales). Hay comunicaciones de este preproyecto tanto a Capitanía como a la Armada, y no ha habido objeciones. Tampoco es que exista una regulación específicas para casos como este, pero quieren tener cerradas todas las vías y cumplir la máxima calidad ecológica en estas actividades.

ALICIA CARRILLO

La jaula está situada a una profundidad de entre 14 y 15 metros, en la parte central de la ría de Corcubión. En un corto viaje en lancha desde Fisterra ya se alcanza su posición. La situación y la época del año, primavera y verano, permite que las algas crezcan alrededor de la jaula, impidiendo la entrada de la luz del sol en las botellas. De momento, no han colocado muchas, solo unas veinte, pero habrá más.

ALICIA CARRILLO

Tampoco han elegido marcas muy caras, para hacer más accesible este disfrute a los clientes: oscilan más o menos entre los 15 y los 30 euros cada una. Y lo de la manera de acceder a cada una, ya se verá en cada caso: ir a por ella buceando es el nivel máximo de implicación, en este caso con asesoramiento profesional en las inmersiones. Beber ese vino en La Bayonnaise será otra manera de poner fin a la jornada. Y hacerlo en el lugar de Denle, en la parroquia de San Vicenzo de Duio, también.

En este caso estará ligado a un nuevo proyecto que la pareja está poniendo a punto, pero todo relacionado con la misma empresa. No será un restaurante, pero sí un lugar para catas de vino y disfrute del entorno y del paisaje. Y del agua, porque llevará aparejada una piscina en la que se podrán tomar clases de iniciación al buceo. ¿Y sumergirse en ese espacio con la botella llegada del mar? Sí, también. Como indica Alicia, la idea es combinar numerosos factores que hagan más atractiva la experiencia.

Todo esto está ya en vías de ser realidad (a mayores de la opción de acogerse a algún proyecto de fondos europeos), y es algo ya muy masticado, desde el 2019. Pero llegó la pandemia, retrasos en la llegada de materiales, compra de nuevos equipos, plazos de licencias.... Y se demoró más de lo previsto. Las cosas del mar van lentas, pero van, como ese restaurante innovador que se inspiró para su nombre en una corbeta francesa hundida en 1803, cuando cubría la ruta entre La Habana y Ferrol. Localizados los restos en el 2009, La Bayonnaise ahora da vida a otra aventura.