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Muxía, el paisaje como identidad y estado del alma

Patricia Blanco
Patricia Blanco CARBALLO / LA VOZ

VEN A GALICIA

ANA GARCIA

ESPECIAL TURISMO COSTA DA MORTE | Muxía tiene calma y bravura, tradición y multiculturalidad, salitre y fértil interior. La gastronomía y el descanso alcanzan aquí cuotas ciertamente sublimes

01 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

De Muxía habrá leído que es la novia del mar y del viento y a ambos elementos puede capear el visitante desde el entorno del santuario de la Virxe da Barca o desde Touriñán y su faro, el punto más occidental, jugando allí cazar los últimos rayos de sol de Europa. Hay muchos caminos para llegar a Muxía, y esto es literal: el Xacobeo, del que es fin; la ruta de peregrinación que pasa por Brandomil; la Vía Mariana o el Camino dos Faros. Por ellos han ido llegando durante milenios rostros que han conferido a esta tierra un poso de multiculturalidad y un aire bohemio que dialoga sin estridencias con el carácter marinero de la villa o con sus arquitecturas tradicionales. No pocos artistas del mundo se han asentado aquí.

En Muxía, la identidad y el alma se alimentan de paisaje, pero no hay por qué renunciar a lo más palpable, desde una amplísima oferta de turismo rural para el mejor descanso hasta el buque insignia que es el Parador Costa da Morte, en Lourido, tractor de una red hostelera que, si ya se sostenía en la calidad y cercanía, ahora busca la excelencia. Desde su inauguración en el 2020, no solo se ha convertido en meca del visitante más exigente, sino que ofrece al que llega un cofre de tesoros de la comarca: desde cartas náuticas de naufragios a literatura, artesanía o arte. Allí descansa la esencia de la Costa da Morte.

ANA GARCÍA

Nadie que llegue a Muxía debería desistir de empaparse de salitre y de sus playas, unas bravas y surferas, como Nemiña, y otras calmas como la de O Lago, pero tampoco debería olvidar un paseo por el interior agrícola, tierras fértiles que acunan ejemplos de arquitectura religiosa románica, hórreos mínimos y mayúsculos como el de Ozón, albarizas o rutas con tanto encanto como la de los molinos del río Negro.

ANA GARCIA

No se pierda...

San Xián de Moraime sería, de tener una esta comarca, la catedral de la Costa da Morte. Referencia del románico rural, aquí se asientan pilares del cristianismo y la historia. Antes del monasterio benedictino, que fue abadía y priorato, y que ahora es iglesia parroquial, hubo villa romana. Manos que habían intervenido en la catedral de Santiago también las posaron aquí. Destacan los pórticos, el del lateral sur esculpido por dentro y por fuera. Del muro norte se restauraron en su día frescos góticos sin comparación alguna en este territorio atlántico.

En pequeños detalles...

 A Barca. Hay que vivirla. Es más que un santuario y su entorno pétreo, más que el punto de una romería, en septiembre, de Interés Turístico Nacional. Pregunte por el voraz incendio de la Navidad del 2013.

ANA GARCÍA

Caldeiras do Castro. Muxía coquetea con el agua. Tiene en las Caldeiras do Castro su cascada y rápidos más espectaculares, en la parroquia de Couciero. Un lugar para visitar y, por qué no, para refrescarse con cuidado.

Zona cero. La identidad también se alimenta de tragedias, y Muxía no puede desligarse de haber sido la zona cero del Prestige (2002). Lo que originó el chapapote puede verse todavía hoy en imágenes. 

ANA GARCIA

Excelencia. Precisamente promesa tras el Prestige es el Parador de Muxía. Construido en terrazas sobre la ladera de la playa de Lourido, su vista nocturna se asemeja a la de un crucero. No se pierda su «infinity pool». 

XESÚS BÚA

Poso artístico. A Muxía la loaron Rosalía, Lorca o, desde luego, López Abente. La pintaron Alexandre, Kappeler o Tachibana. La musicó Pazos de Merexo con su acordeón diatónico: «De Lourido a Xurarantes»...

EL SECRETO. Un crismón en piedra caliza. Está en el interior de la iglesia de San Pedro de Leis, en uno de los laterales de este templo que representa uno de los mejores ejemplos de románico.

XESUS BUA

LA LEYENDA. Dicen que en el lugar de Castro, parroquia de Frixe, el antiguo castro fue cosa de mouros. Un túnel lo comunicaba con una fuente, «e no túnel hai un cura de ouro enterrado».