Guía para ver casi toda la comarca de Santiago desde un mirador excepcional
VEN A GALICIA
En el coto de san Sebastián hubo un castro del que tan solo quedan algunas murallas
02 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Fonte Díaz es el centro urbano de Touro, donde se halla la casa do concello, varios comercios, farmacia y la iglesia de San Xoán. La AC-240 la cruza, y si se coge hacia el oeste se pasan aldeas dispersas, casas nuevas cuya estética va mejorando a medida que uno avanza. Lugares como Mourelos de Arriba, Cruz de Méndez, Os Bravos, A Goleta… van quedando a la espalda. Y en este último una llamativa (y homologada) señal invita a desviarse a la izquierda, hacia el sur, en busca de un hórreo: el de Outeiro.
Surge la pregunta, claro. ¿Qué tiene de especial ese hórreo para que esté tan claramente marcado, cuando en Galicia hay miles? Es posible que en el país de los ciegos el tuerto sea el rey, porque hasta ahora los que adornaban la excursión no merecían figurar en ningún catálogo decente, con una excepción.
Así que a descender, dejando a la izquierda un magnífico conjunto tradicional de casa, palleira y edificio auxiliar con horno (se identifica claramente porque al otro lado arranca una pista señalizada Capilla). Y, en fin, a subir hasta encontrar otra señal llamativa. A un centenar de metros está el núcleo de Outeiro, topónimo bien puesto, por cierto, y en el centro, tras recorrer un camino bajo parras, se alza el hórreo.
Sorprende. Es cuadrado, y en un primer momento hasta podría recordar a los asturianos. Pero no, es un hórreo tradicional en perfecto estado, ejemplar, vecino de una vivienda en cuyo garaje se ven desde la distancia objetos de valor etnográfico. Un sitio interesante y que a veces se transforma en un auténtico photo call.
Marcha atrás y se cruza la carretera para pasar bajo —sí, bajo— un edificio también tradicional en el siguiente grupo de casas, llamado Peixón. La necesaria y prosaica definición incluye decir que cuando se acaba la pista, a la izquierda, para a los cien metros girar a la derecha. Ahí hay un cartel que reza «Miradoiro coto de San Sebastián. Castro de San Sebastián».
La pista es muy estrecha y sorprendentemente empinada. Si alguien se ha atrevido a hacer el recorrido en bicicleta va a echar pie a tierra sí o sí. Como para reírse de Ézaro y su famosa subida. 900 metros muy duros que los coches acometen en primera. Las antenas son la meta.
¿El premio? Agridulce. Hay cara y cruz. Por una parte, la panorámica merece el calificativo de impresionante, y con toda justicia. Un panel asegura que, con prismáticos (y se le olvida decir que con días claros), se ven hasta los Ancares, algo que sin duda será cierto pero que cuesta trabajo creer. Ahí está el Pico Sacro, su mina trasera que es un navajazo, al otro lado la torre del aeropuerto de Lavacolla… Un lugar para estar un rato y en un buen día de verano, para comer en alguno de los bancos. Por cierto que están asentados sobre cemento, lo cual indica que la Dirección Xeral de Patrimonio no se ha enterado.
Porque resulta que aquello fue un castro. Por supuesto, se ve una gran parte arrasada, si bien situándose en la más alta —que no ofrece peligro alguno ni para los más pequeños— se ve toda la muralla que lo rodeaba por ese lado; luego prácticamente desaparece. Ahí estuvo la ermita de San Sebastián, sin duda alguna cristianizando el yacimiento, pero fue trasladada. Para verla procede descender con toda la precaución del mundo, girar a la izquierda y llegar a las casas llamadas Capilla. Así, en español. Muy propio. A la izquierda se yergue el sencillo templo, de una sola y minúscula nave, y con una particularidad en su fachada. Pone su nombre: San Sevastián. Así, con uve.
Y siguiendo la pista se llega de nuevo a A Goleta. A la diestra, a Fuente Díaz. A la izquierda, a Amenal, territorio de O Pino, muy cerca de Lavacolla.