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Vimianzo revivió la liturgia de los siglos en su Cea Medieval

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

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Más de medio millar de personas se asentaron en el foso del castillo para vivir un banquete con tintes históricos

03 jul 2022 . Actualizado a las 02:29 h.

Ni Lope Sánchez de Moscoso se imaginaría que la plebe soneirana disfrutaría tanto con un banquete a los pies del castillo de Vimianzo. La Cea Medieval se asentó como uno de los acontecimientos principales de la semana de celebraciones vinculadas al Asalto ao Castelo. Y no solo eso. Es, en realidad, un encuentro festivo, histórico y gastronómico de gran originalidad y único en la Costa da Morte. La liturgia de los siglos. Y así lo vivieron los asistentes.

Se refleja en la demanda. Más de 500 personas se asentaron en el foso de la fortaleza soneirana y se transfiguraron en personajes medievales con el ánimo de disfrutar de cada instante y de cada bocado. Manuel Rial se caracterizó de Lope Sánchez de Moscoso, que dio autorización a sus vasallos para que gozasen de las viandas y de la fiesta. Van once años y la realidad es que cada año el encuentro suscita mayor interés. Las pandillas se aprestaron pronto a tomar los asientos. El goce era manifiesto.

Proclamó Rial el menú, que arrancó con «froitos do campo san e salvos da arrancadeira profecía de Nostradamus», que no eran otra cosa que uvas, cerezas y manzana. Pero pronto entraron, gracias a un voluntarioso equipo de camareros muy eficaces, el «embutido na honra de Dimas, o bo ladrón», o sea chorizo; «queixa da ubre metamorfoseada», queso; «orella prensada pensada para orballo de sal, aceite y pementa»; «capas de masa de extremada beleza: fermosas por fóra e bonitas por dentro», empanada, y «liñaxe de serea dos Mariño, mais de cola rosa aínda tirando a vermella», langostinos, y «dereito de porco nobre protexido por cogomelos, sen trasnos, en allada», que no era otra cosa que codillos de cerdo al horno.

ANA GARCIA

Y entre plato y plato, que había que dominar con las manos o con una especie de palillo largo, los trovadores Guille del Moral y Roque Cernadas recitaban denuncias de tiranías, ultrajes y abusos y aclamando y llamando a la rebeldía. «A fame non os vai vencer», proclamaban ante unos comensales eufóricos que los aplaudían. Cé Orquestra Pantasma también hizo las delicias de muchos presentes, que gozaban alborozadamente de sus interpretaciones. Y así fue la noche, también con malabares, sorbos de cerveza y vino y música de gaita.

Hasta que avanzada la medianoche, los oficiantes de la queimada, el clásico Miguel Queiro y Roberto Traba, proclamaban letanías y conjuros para que el aguardiente se convirtiese en licor agradable a los esófagos más delicados. El público los seguía como a dos sumos sacerdotes oficiantes de un rito trascendental. Luego, la música, con Monoulious Dop y A Banda da Balbina. La diversión continuó bajo la bóveda celeste y los últimos se fueron cuando ya era día. Ayer, jornada grande, siguió la fiesta. ¡Y de qué manera!